martes, 6 de octubre de 2015

Sangre, fuego y plomo

No aprendemos o no queremos aprender. Seguimos pensando que para construir hay que destruir primero. La demolición como principio de la creación. Es curioso, renegamos en público o en privado, algunos en los dos ámbitos, de ciertas tradiciones y damos vigencia a las más crueles, a aquellas más distanciadas de la razón e incluso a las que se asientan en la sinrazón. 
Presumimos de principios. Rígidos e irrenunciables. Cuando la realidad es más cercana a aquello de “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. Desdeñando siquiera la posibilidad de aceptar que la flexibilidad no implica renunciar a los principios y que es la inflexibilidad la que nos impide en la mayoría de las ocasiones avanzar. 
Por ello no es extraña la vigencia de la desafortunada sentencia de que el fin justifica los medios. De modo que damos prioridad a la meta justificando la elección del recorrido y sin importar como se ha hecho camino.
Ignoramos la historia, antigua y moderna, para no obtener enseñanza de ella y defendemos construir sobre cimientos de sangre, fuego y plomo. Nos escandalizamos del derecho a sentir, expresar y desear una independencia territorial, repudiamos a quienes defienden o atacan ese derecho según nos instalemos en una u otra trinchera, pero no nos importa que la construcción se haga sobre unos cimientos de ineficacia y corrupción. Miramos al pasado y asumimos que siempre ha sido así y por tanto, para qué cambiarlo. Para qué construir sobre la convicción pudiendo hacerlo desde la imposición. 
¿Es mejor aferrarse a las líneas que dibujan fronteras, a esas telas de colores a las que llamamos banderas o a esas notas musicales de himnos solemnes y aburridos? ¿Por qué preferimos permanecer presos por cadenas con o sin eslabones rotos frente a las manos entrelazadas? ¿Tan difícil es entender que la identidad nos da singularidad pero en esencia no nos hace diferentes? 
La libertad no es exclusión, nunca puede serlo, porque entonces es otra cosa. Otras muchas cosas. Y se asocia a otras muchas como la mentira, la manipulación, el miedo... 
Es tiempo de valientes. De hombres y mujeres generosos. De creadores que construyan sin cimientos de sangre, fuego y plomo. 
Y todo ello desde la consciencia de que el estiércol es mierda y aún así como abono hace brotar hermosos rosales.

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