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lunes, 20 de julio de 2015

Un mural de color


Podría decir que he perdido la cuenta de las ediciones que van. Pero mentiría. Conozco sobradamente que la de este año ha sido la diecinueve. Lo que no recuerdo es a las que hemos faltado. Y por supuesto, tampoco el número exacto de aquellas a las que hemos asistido.
Etnosur, Encuentros Étnicos de la Sierra Sur, sigue siendo un sueño hecho realidad. Un sueño soñado por unos pocos que nos ha permitido soñar a otros muchos. De modo que bien pudiera parecer que dormimos de julio a julio para despertar a mediados de mes y durante tres días, soñar. O quizás soñamos el resto del año esperando que llegue ese julio mediado para volver a Alcalá la Real.
El Festival continúa siendo esa paleta de colores que cada año da vida a un lienzo. Distinto al del año anterior, pero manteniendo su esencia. Así que si juntáramos los diecinueve cuadros obtendríamos un mural de color, luz, sonido y conocimiento. Un relato visual inconcluso, que sin embargo narra lo acontecido en esos diecinueve años y deja pinceles, paleta de colores y lienzo predispuestos para la próxima creación.
Es una cita anual en la que la amistad siempre ha desempeñado un papel relevante y ha servido de excusa o de hilo conductor para compartir y vivir el sueño a través de las palabras, de la imagen o de la música. Sin abandonar el compromiso y con la convicción de que la cultura es un puente que conduce a la convivencia. El elemento que nos invita a empatizar y a mirar a la vida y a los otros con nuevos ojos; tanto desde el interior como desde la superficie. Y puede que esa nueva forma de mirar no nos haga mejores, pero seguro que no nos empeora.
Acostumbrados en esta tierra que habito a dar demasiados pasos en la oscuridad, no viene mal de vez en cuando buscar la luz del faro en la costa del mar de olivos, seguir el haz y pisar la roca firme de los sueños. Los mismos que nos hacen mover los pies al ritmo de la música y la mente al son de las palabras. Esos sueños que muestran el corazón en unas pinceladas de color.

miércoles, 22 de julio de 2009

Un modelo de convivencia


Tengo un amigo que parió un festival. Etnosur, encuentros étnicos en la Sierra Sur, que se celebra durante un fin de semana del mes julio en Alcalá la Real, tierra fronteriza sobre la que se alza el castillo de la Mota. En España hay un numero considerable de fortalezas de la Mota y a este trozo de tierra también le tocó la suya.
Hace 13 años de aquel sueño hecho realidad y como es evidente el festival ha crecido, han aumentando sus actividades, conciertos, cine, foros, talleres, circo, pasacalles… y el número de personas que acuden a él también. Yo se que mi amigo, Pedro Melguizo, el padre de la criatura, no es partidario de la masificación y siempre ha apostado por un festival más familiar, alejado de esos otros festivales de estío con afluencias de miles y miles de personas; pero también se que es difícil lograrlo y al final, estos encuentros étnicos que se celebran en la ciudad, se han convertido desde hace esos 13 años en destino de miles de personas durante un fin de semana del mes de julio, pero sin llegar al público de otras citas como el FIB o Pirineos Sur.
Este año, Etnosur se ha celebrado el pasado fin de semana. Y para allá nos fuimos el sábado mi santa, los peques y yo. Queríamos ir al circo, pero no logramos entrar. Los casi 100 kilómetros de distancia entre la ciudad que habito y Alcalá la Real, el tiempo que tardamos en encontrar aparcamiento y el hecho de que las puertas para acceder al recinto del circo se abren una hora antes y por tanto se petó, nos impidieron acceder. Lo siento por mis peques, pero es el peaje del éxito. Que nadie se venga a engaños, no es culpa de nadie. Hay mucha gente, muchas actividades y todos no podemos asistir a todas, cuestión de aforo. Además, en Etnosur todas las actividades son gratuitas, y tan diversas que es imposible que no congreguen a muchos espectadores. En ediciones anteriores tuve la fortuna de disfrutar con la música en directo de L’Ham de Foc, la Orchestre National de Barbés, Mawaca y Especialistas; y también tuve el inmenso e impagable privilegio de asistir a una mesa redonda de la que formaban parte Rosa María Calaf, Ramón Lobo y Fran Sevilla, para hablar sobre los corresponsales de guerra más allá del tópico de las 3 des: divorciado, depresivo y dipsómano.
No entramos al circo, de modo que para hacer tiempo hasta que empezaran las actuaciones musicales decidimos matar el gusanillo del hambre y nos fuimos al Pipiripao, un espacio para la manduca, una oferta gastronómica diversa, variada, multicolor, para todos los gustos y bolsillos; un deleite para el olfato y el gusto, pero también para la vista.
Porque Etnosur es precisamente eso, una mezcla, una fusión. El festival se celebra en el casco urbano de la ciudad; así que sus calles, sus plazas, sus monumentos, sus edificios emblemáticos y por supuesto sus habitantes se fusionan con él, forman parte de él. Durante 3 días, durante ese fin de semana de julio, la Sierra Sur, con Alcalá la Real como epicentro, ofrece un modelo de convivencia, una pauta de interacción natural entre alcalaínos y visitantes, a pesar de las diferencias estéticas y formales. No sería posible concebir este festival, estos encuentros, de otro modo.
Y aunque mis peques no pudieran ir al circo, me gusta que disfruten de esto, que vean las cosas con una perspectiva amplia, que se integren en el paisaje y que, a ser posible desde pequeños, aprendan a no juzgar o prejuzgar a alguien por su color, por su procedencia, por su forma de vestir; que comprendan que la convivencia es algo en lo que nos debemos implicar todos y que si otro mundo es posible, debemos empezar por aprender a convivir en el que tenemos. Ese es el germen de Etnosur y aunque supongo que habrá más modelos o referencias, nunca imaginé uno mejor.
Al leer esto, más de uno pensará que escribo así por amistad. Es porque no me conoce. Nunca he abusado de la amistad y en este caso concreto, la amistad me permitió conocer el festival cuando sólo era un proyecto, un sueño dormido sobre el papel, y después, cuando despertó para ser una realidad, disfrutar de él.