Entre
mitos e ideales y la inestimable ayuda de alguna serie de televisión, una película
o un personaje literario se forjó el deseo de más de dos de ser periodista. Y
temo que también influyeron estos elementos y los actuales programas de
televisión, donde paradójicamente la participación de un periodista es una
anécdota, en la percepción que muchas personas tienen de los periodistas y de
su trabajo.
Es
innegable que los periodistas también hemos puesto nuestro granito de arena y
entre todos levantamos esta montaña que ahora es tan difícil de demoler. Y sin
llegar al desafecto que siente el respetable por los políticos, es cierto que
escasea el respeto hacia la profesión y con esta manía nuestra de generalizar,
se tiende a meter todo y a todos en el mismo saco.
Cuesta
explicarle a la gente que la mayoría de los periodistas somos trabajadores como
ella. Personas con sus problemas y sus quehaceres diarios, algunos con familia,
muchos con hipotecas y casi todos con la misma inestabilidad laboral y la
incertidumbre sobre ese futuro que no somos capaces de ver con claridad. Personas
formadas con sueldos dignos e indignos y que como en otras profesiones u
oficios a los 50 atesoran experiencia que les hace más valiosos y no trastos
viejos de los que haya que prescindir en un más que probable viaje sin retorno.
Perdonen
que me levante y perdónenme también si doy un golpe en la mesa para llamar su
atención. Quizás acostumbrados a que les informemos de sus problemas y de las
situaciones cotidianas que protagonizan ustedes y otros como ustedes,
olvidamos, por aquello de que los periodistas no somos protagonistas de la
noticia, informarles sobre nuestra propia situación, la laboral, la social… y
contribuimos a que nos miraran con otros ojos; haciéndoles creer que vivíamos
en otra galaxia y que esto del periodismo era un paraíso: el cuarto poder.
Ahora,
con este golpe de estado mundial y encubierto del neocapitalismo, perdemos
nuestros puestos de trabajo, nuestro modo de vida, aquel que nos proporcionaba
ingresos para pagar las facturas e ir tirando como cualquier hijo de vecino. Y no, como la mayoría de ustedes, tampoco
nosotros vivimos por encima de nuestras posibilidades en los supuestos años de
la abundancia.
Y
aunque algunos no puedan disimular su satisfacción porque los periodistas vayan
al paro o por el cierre de un medio de comunicación, en especial si es un medio
de comunicación con cuya línea editorial no coinciden, y sean incapaces de
reprimir un ¡Que se jodan!, made in Fabra,
no se engañen, las malas noticias nunca vienen solas. Aunque de seguir así es
posible que no haya profesionales para contarlas. Tampoco las buenas.
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