Me
dice un amigo que estamos en la semana del cerebro. Y la verdad es que no sé
cómo tomármelo. Primero, porque no sabía que existe una semana del cerebro, y
segundo, porque ignoro su significado y por tanto, en qué clave debo
interpretarla.
Puede
ser una semana dedicada al cerebro con una finalidad divulgativa, desde el
ámbito de la ciencia o la salud. Pero la verdad es que aún siendo así, es claro
que cuando hablamos de una semana del cerebro lo hacemos con un doble sentido,
en el que damos cabida a cerebritos, descerebrados y cualquier ejemplar digno
de engrosar la galería de los horrores.
Hablamos
por tanto de una extensa lista con sus categorías y subcategorías, donde
figuran por derecho propio los que faltaron a clase el día que repartieron
cerebros, los cabezas huecas, carentes de cerebro desde el mismo instante de su
nacimiento, puede que incluso antes, o aquellos que se pasean con un buen
relleno de masa cerebral y un evidente déficit de materia gris. Y por supuesto,
aquellos que viniendo de serie con el set completo se niegan a utilizarlo o
hacen de él un mal uso, originando los correspondientes y eufemísticos daños
colaterales a su alrededor.
Pero
puede que esto de la semana del cerebro sea una última oportunidad, al estilo
de una semana fantástica de grandes almacenes, durante la cuál pueda adquirirse
un cerebro, incluso un 2 x 1 para guardar como repuesto ante calamidades
futuras o para compartir con seres queridos y allegados tan escasos o carentes
de cerebro como los adquirentes.
Ante la duda sobre la
clave para interpretar esta semanita y dado el ejemplo brindado a diario por
nuestros próceres y que nadie cuestiona la existencia y el uso del cerebro en
los gatos me abstendré de festejar la efeméride, salvo para la chanza entre
colegas. Y por supuesto, en mi deambular evitaré frecuentar durante estos días
los establecimientos donde pudieran despachar cerebros, ya sea en oferta, de
segunda mano o de contrastada calidad. Prefiero esperar a los avances de la inteligencia
artificial, aunque me temo que como no aprendemos, ¿por falta de cerebro?,
habrá más de un voluntario para implantarse una tontuna artificial junto a la
natural.
Imagen: "Retrato de Picasso", de Salvador Dalí (1947).
Imagen: "Retrato de Picasso", de Salvador Dalí (1947).
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