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martes, 3 de mayo de 2016

1 de mayo, el día de la frustración

Cuando era pequeño el 1 de mayo era una fiesta. Las calles de Madrid por donde discurría la manifestación estaban inundadas de personas. La glorieta de Atocha, el paseo del Prado, Neptuno, Recoletos, Cibeles, la plaza de Colón, la Puerta de Alcalá o la Puerta del Sol eran un río de manifestantes. Solo variaba el itinerario, el punto de encuentro, el final, pero era una fiesta. 
Existían conciencia y consciencia. Había convicción y compromiso. Era la jornada en la que los trabajadores mostraban con orgullo su fuerza, los logros conseguidos, las reivindicaciones pendientes y sobre todo, celebraban la democracia. Aires de libertad. Por los que estaban, por los que hicieron posible aquello y por los que veníamos detrás. 
Ahora el 1 de mayo es un día de frustración. Es la jornada en que se muestra nuestra miseria, nuestra pérdida de identidad, nuestro acomodo y nuestra desidia. 
Hemos renunciado al protagonismo y hemos dejado vacante el espacio para que lo ocupen políticos y sindicalistas, que no lo necesitaban porque siempre tuvieron el suyo; sobre todo, los sindicalistas como representantes de los trabajadores. 
Ahora los que faltan son precisamente los trabajadores. Y no voy a decir que me sorprenda, cada vez hay más personas que optan por ponerse de perfil y esperar a pescar en el río revuelto, sin desgaste y sin dar la cara. Pero lo que más me molesta y me duele es la ausencia de periodistas manifestándose en la jornada del 1 de mayo. 
Me fastidia la incertidumbre que se me plantea cada año sobre dónde situarme y miro a Granada o a Sevilla y veo que allí no me sentiría desubicado porque los compañeros salen a la calle a gritar bien alto que lo de la profesión periodística es insostenible. Y no solo para los periodistas, sino también para el resto de ciudadanos, porque sin periodismo no hay democracia. No es viable. 
Y me pregunto si hemos perdido el norte hasta tal punto de creernos que somos otra cosa distinta al resto, de pensar que no somos trabajadores; obviando los sueldos de mierda, los contratos basura (incluso sin contratos y sin sueldo), los horarios excesivos, los ERE y las empresas que se van al garete y nos dejan en la puta calle, a demasiados sin oportunidad de retorno. 
Y también me pregunto dónde están los otros trabajadores, los que perdieron el empleo, los que tienen uno precario o los que ven que no hay laboro para sus hijos, los que no recogen lo sembrado con tanto sacrificio para darles una oportunidad que ellos no tuvieron y que ahora contemplan como pierden el tren del presente y no hay una estación llamada futuro. Y eso en una provincia que se empeña en liderar mes tras mes en Andalucía ese cruel ránking del desempleo. 
Y pienso en la gente de la Cultura, en aquellos que se manifestaban no hace mucho por las mismas calles que transcurre este 1 de mayo en la ciudad que habito y que ahora hacen mutis por el foro. Me pregunto si les pasa como a los periodistas que piensan que los trabajadores son los otros. O quizás es que han tenido suerte y este puente de mayo están todos de bolos. 
Algunos me diréis que ejercéis vuestra libertad y vuestros derechos. Of course. Yo también. Y seguiré haciéndolo. Desubicado. Acompañado por mi santa y mis peques. Corto de esperanza y sobrado de pesar. Consciente de que cuando vayan a por vosotros, ya no habrá nadie.

lunes, 15 de octubre de 2012

Perdonen que me levante

Entre mitos e ideales y la inestimable ayuda de alguna serie de televisión, una película o un personaje literario se forjó el deseo de más de dos de ser periodista. Y temo que también influyeron estos elementos y los actuales programas de televisión, donde paradójicamente la participación de un periodista es una anécdota, en la percepción que muchas personas tienen de los periodistas y de su trabajo.
Es innegable que los periodistas también hemos puesto nuestro granito de arena y entre todos levantamos esta montaña que ahora es tan difícil de demoler. Y sin llegar al desafecto que siente el respetable por los políticos, es cierto que escasea el respeto hacia la profesión y con esta manía nuestra de generalizar, se tiende a meter todo y a todos en el mismo saco.
Cuesta explicarle a la gente que la mayoría de los periodistas somos trabajadores como ella. Personas con sus problemas y sus quehaceres diarios, algunos con familia, muchos con hipotecas y casi todos con la misma inestabilidad laboral y la incertidumbre sobre ese futuro que no somos capaces de ver con claridad. Personas formadas con sueldos dignos e indignos y que como en otras profesiones u oficios a los 50 atesoran experiencia que les hace más valiosos y no trastos viejos de los que haya que prescindir en un más que probable viaje sin retorno.
Perdonen que me levante y perdónenme también si doy un golpe en la mesa para llamar su atención. Quizás acostumbrados a que les informemos de sus problemas y de las situaciones cotidianas que protagonizan ustedes y otros como ustedes, olvidamos, por aquello de que los periodistas no somos protagonistas de la noticia, informarles sobre nuestra propia situación, la laboral, la social… y contribuimos a que nos miraran con otros ojos; haciéndoles creer que vivíamos en otra galaxia y que esto del periodismo era un paraíso: el cuarto poder.
Ahora, con este golpe de estado mundial y encubierto del neocapitalismo, perdemos nuestros puestos de trabajo, nuestro modo de vida, aquel que nos proporcionaba ingresos para pagar las facturas e ir tirando como cualquier hijo de vecino.  Y no, como la mayoría de ustedes, tampoco nosotros vivimos por encima de nuestras posibilidades en los supuestos años de la abundancia.
Y aunque algunos no puedan disimular su satisfacción porque los periodistas vayan al paro o por el cierre de un medio de comunicación, en especial si es un medio de comunicación con cuya línea editorial no coinciden, y sean incapaces de reprimir un ¡Que se jodan!, made in Fabra, no se engañen, las malas noticias nunca vienen solas. Aunque de seguir así es posible que no haya profesionales para contarlas. Tampoco las buenas.

viernes, 20 de marzo de 2009

Susto o muerte

En el callejón se ven sombras y pocas o ningunas luces. Congelación salarial o reducción de plantilla. Te quedas como estás o algunos tendréis que iros y hoy te podría tocar a ti.
Estas son las nuevas reglas del mercado laboral. El miedo y el plato de lentejas. Lo ha hecho SEAT con un ambiguo referéndum, ahora dicen que la propuesta de congelar salario era para los dos próximos años, y lo ha anunciado SONY. No sé en el caso de SONY, pero en el de SEAT con la situación del sector del automóvil, parece más una estrategia empresarial de futuro destinada a socavar conquistas laborales que a garantizar la viabilidad real de la factoría de Barcelona.
Los trabajadores son los pies de barro de las empresas, pero parece que los consejos de administración de las grandes empresas no son conscientes o no quieren ser conscientes de ello y prefieren seguir repartiendo suculentos dividendos entre sus directivos. Apuestan por la mano de obra barata. Quién sabe si en tiempos sísmicos como el actual en el que se tambalea el modelo económico prevaleciente del siglo XX, no asistiremos también al nacimiento de un nuevo tipo de empresas; sin trabajadores, pero con un bien remunerado consejo de administración y convenientemente blindado.
Es tiempo de elegir. Entre lo malo y lo peor. Entre el susto y la muerte. Haber elegido…