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sábado, 16 de abril de 2011

Viejitos

Cargan con casi una vida a la espalda. Llevan a cuestas su experiencia individual y parte de la colectiva. Casi arrastrándolas con sus pasos cortos, ayudados por bastones, andadores o sillas de ruedas o colgados de brazos remunerados llegados del otro lado del Atlántico.
En algunos barrios, en los cuales han vivido muchos años de esa vida, forma parte del paisaje urbano. Entremezclados con el trazado de las calles, sentados en los bancos de calles y plazas y cursando pausada visita a las tiendas de siempre; a esas que han sobrevivido al paso de los años como ellos y por las que han pasado varias generaciones de una familia.
Demasiadas veces se cruzan en el camino y ni siquiera se les presta atención o apenas alcanzan a recibir una mirada compasiva, de quienes son conscientes de que la vejez es el común futuro, o de desprecio, por parte de aquellos inconscientes convencidos de que a ellos no han de abandonarles ni juventud, ni facultades.
Un día, de repente, echamos en falta a uno de ellos. Y recordamos vagamente que casi de forma imperceptible hemos sido testigos de su ocaso; como su paso se hizo aún más lento, como cada vez era menos frecuente verle doblar la esquina y enfilar la calle… Simplemente, dejó de estar. De ser. Y sin quererlo, sin adquirir plena consciencia de ello, tomamos privilegiadamente su relevo. Cómplices de su postrimería.

lunes, 28 de febrero de 2011

Al parecer

Veo un informativo de una cadena nacional de televisión y escucho a su corresponsal en Libia informando sobre los últimos acontecimientos de ese país. Nada más empezar su crónica oigo su primer “al parecer”, una fórmula que vuelve a repetir en el cuerpo de esa crónica. Imagino que por olvido o desconocimiento de que en periodismo las cosas no parecen, son; porque cuando sólo parecen no son nada, ni siquiera noticia. Y tampoco las urgencias o las dificultades, que intuyo que son muchas en el país africano, para elaborar una información justifican que no se contraste esa información.
Es una periodista joven y entiendo que tiene mucho camino por recorrer, que probablemente le falta rodaje y que su etapa de aprendizaje no haya hecho más que empezar. También se que se aprende más de los errores que de los aciertos. Pero no puedo evitar pensar en aquellos profesionales que impartían magisterio con sus crónicas y que fueron invitados a prejubilarse, porque una televisión pública cuyo máximo responsable es un octogenario los consideraba viejos para hacer su trabajo.
Cuando rompemos los eslabones naturales y renunciamos a los referentes pasan estas cosas. Lo fácil sería culpar a la corresponsal, pero ella sólo es víctima del vacío generado y de la orfandad a la que todos hemos sido condenados.

lunes, 19 de abril de 2010

Los Albertos

Dentro del PP al igual que la extrema derecha existe una derecha democrática, encarnada hoy por políticos conservadores como Alberto Ruiz Gallardón, Alberto Núñez Feijoo o Antonio Basagoiti. De derechas, sí, pero alejados de los modos y formas de Mariano Rajoy y su guardia pretoriana, Cospedal, Saénz de Santamaría y González Pons, y por supuesto, de anteriores dirigentes.
De esos modos y formas como los exhibidos esta mañana en una entrevista en la SER por la manchegaStar, quien a pesar de llevar poco tiempo en el PP es capaz de mostrar la desvergüenza más rancia. A la par que aseguraba que el indeciso Rajoy maneja los tiempos; cuando a lo sumo sería un mal relojero empeñado en parar o retrasar el reloj.
Es una pena que el PP no sepa aprovechar la oportunidad que le ofrece la corrupción en su interior y renovarse, jubilando a corruptos, indecisos y representantes de la extrema derecha y apostando de una vez por una derecha democrática, más cercana a las francesa o alemana y distante de ese modelo italiano al que cada día se asemeja más.
Que nadie se lleve a engaños, Ruiz Gallardón y Núñez Feijoo son políticos conservadores y en su ADN figuran tanto la privatización de servicios públicos como la subida de impuestos o las políticas fiscales que gravan menos a los que más tienen y depositan la voracidad recaudadora en los más desfavorecidos. Pero son demócratas.
Y ambos han puesto tierra de por medio con la corrupción en su partido. Uno, Núñez Feijoo reclamando en privado y ahora en público contundencia a los dirigentes de su partido frente a los corruptos con carnet del PP. Y el otro, Ruiz Gallardón, con una espantá a la altura de Curro Romero en una mala tarde en Las Ventas o en la Maestranza.
Gallardón ha hecho mutis por el foro desde que los casos de corrupción del PP ocupan un día sí y otro también las portadas de los periódicos y las aperturas de los telediarios y son junto al fútbol tema de conversación de cafés y aperitivos.
Alguien podría pensar que la huida de los focos del alcalde de Madrid es por prudencia o por temor a que la trama Gürtel haya alcanzado también algún despacho del ayuntamiento madrileño, tan dado a celebraciones y proyectos olímpicos. Poco probable, por no decir imposible (en los tiempos actuales y ante la indecencia política cualquiera pone la mano en el fuego), dadas las simpatías y respaldos atesorados por Ruiz Gallardón, cual Garzón en la judicatura, entre algunos compañeros de su partido. Es seguro que ante el menor indicio, esos compañeros con su querida Desesperanza a la cabeza y respaldados por la caverna habrían destripado sin piedad y en alarde democrático del que hacen gala a su íntimo enemigo para ponerlo a los pies de los caballos y otorgarle la misma presunción de inocencia que hasta la fecha vienen otorgando, en otro alarde democrático y de respeto a la justicia, al juez Garzón, otro de sus íntimos enemigos.
A los políticos no demócratas, como a los jueces de igual condición, habría que ir enseñándoles la puerta de salida de un sistema que rechazan y a cuyas instituciones degradan y devalúan a diario con sus acciones y sus omisiones. Lo de los jueces parece a priori más complicado por el desinterés en reformar la justicia. Pero lo de políticos no demócratas, en el PP podría ser factible si dejará de retroalimentarse con la caverna y apostar por figuras como los Albertos. De derechas, sí, pero demócratas.

jueves, 9 de julio de 2009

Los giles de la pluma

“Los periodistas parecemos gilipollas”, dixit Carles Francino en su programa matinal de radio. Y a mí me gustaría saber si su afirmación se refiere a todos los periodistas o sólo a los que cubren ruedas de prensa donde no se permiten hacer preguntas; incluidos los de la Cadena SER.
Probablemente ese estadio de la idiotez, de alcanzarse, tenga su origen en la carencia reivindicativa de los periodistas y en su incapacidad para organizarse con garantías en torno a la profesión. Claro, que para llegar ahí sería necesario antes poner freno a las dos principales lacras del periodismo: el intrusismo y la precariedad.
Es evidente que una profesión unida y organizada tendría más capacidad y más fuerza para reivindicar mejoras en la situación laboral y en el ejercicio del periodismo. Esto último debería estar superado en algo tan elemental y básico como que un periodista acude a una rueda de prensa para preguntar y no para que le “vendan” anchoas por trajes.
Y eso permitiría a un periodista levantarse de una rueda de prensa en la que no le permiten preguntar o simplemente, no difundirla; es decir, tener capacidad para que su criterio, ya que su trabajo es el mutilado, sea tenido en cuenta por el medio de comunicación para el que trabaja.
Porque al no ser así, la aseveración de Francino, al margen de que más de un periodista alcance con creces la gilipollez, es inexacta o al menos discutible, ya que la condición de gilipollas del periodista, dudosa, le vendría dada por su propio medio de comunicación. Porque es su empresa periodística la que no le permite levantarse de la rueda de prensa y es el medio de comunicación para el que trabaja el que difunde los contenidos de esa presunta rueda de prensa a la que ha asistido.
Desde esa perspectiva, por distribuir la riqueza, y aún a costa de acusaciones de corporativismo, el calificativo de Francino más que al periodista es aplicable al convocante (persona u organización) de la rueda de prensa y a los medios de comunicación, cuyas servidumbres (manifiestas u ocultas) se anteponen a su principal activo: el periodista, y contribuyen a su desprestigio y al de la profesión.
Ruedas de prensa sin preguntas, imágenes enlatadas y facilitadas por la propia organización del acto, impedir el acceso a los medios de comunicación, y el ya tristemente famoso “no toca” vulneran el ejercicio del periodismo.
Con estos ingredientes es fácil que en ocasiones parezcan giles los que no lo son y que los que son giles, no lo parezcan.

viernes, 5 de junio de 2009

El veto

Vetar a un medio de comunicación, negarse a concederle una entrevista o a participar en un debate, máxime cuando hay una convocatoria electoral, es un error. Y además un déficit democrático.
Se equivoca el candidato del PP en las Elecciones Europeas, el decimonónico Mayor Oreja, al no conceder entrevistas a los medios de comunicación del Grupo Prisa (El País, SER y Cuatro). Y se equivoca no porque sea el grupo Prisa, objetivo number one en la diana del ex presidente Aznar, sino porque atenta contra los derechos de la audiencia de estos medios, de los que leen El País, oyen la SER y ven Cuatro.
Con su veto, el candidato del PP escamotea a un elevado número de votantes la posibilidad de recibir información sobre su candidatura y su programa a través de los medios de comunicación que consume de forma habitual y también hurta esta oportunidad a una audiencia ocasional. Pero además con esta actitud y esta decisión transmite una imagen negativa de su persona y de su candidatura, arroja una sospecha sobre los profesionales de estos medios e incluso sobre la propia audiencia y todo desde un maniqueísmo conceptual o mental alejado de la realidad y cuyo origen posiblemente resida en el hecho de confundir la línea ideológica de un grupo de comunicación o de un medio de comunicación con la de sus profesionales y con la de su audiencia.
En democracia debe primar la palabra, el buen uso de la palabra, y un escenario natural para ese uso son los medios de comunicación. Discriminar a unos medios y por tanto a su audiencia, justificando esta discriminación en problemas de agenda y sin aclarar el criterio por el que se elige a unos medios de comunicación en detrimento de otros, no contribuye a avanzar en la construcción del estado democrático y si a la fragmentación social, al trazado de imaginarias líneas divisorias cuyo resultado desde una perspectiva histórica ya conocemos. Aquí y en el resto de Europa.