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lunes, 25 de noviembre de 2013

Amantes de la libertad

Hay quien se concede títulos y se otorga una condición que solo es producto de la ignorancia. Y aún así es insuficiente y tiene la necesidad de proclamarlo, como si el hecho de darle pública difusión avalara el pretendido don o condición.
La osadía del ignorante conduce al propio convencimiento y la convicción se transforma en dogma. De modo que se asume la cualidad proclamada como innata y como elemento identificador y diferenciador respecto al otro.
No voy a referirme a los autodenominados demócratas, cuya trayectoria y creencias son suficientes argumentos para desechar tal condición, aunque no tengan pelos en la lengua para clamar que son ‘demócratas de toda la vida’. Es sabido que la intolerancia, el radicalismo y demás ‘delicatesen mentales’ son patrimonio de ese otro y que aquellas camisas pardas, negras o azules, que más que una segunda piel eran la propia piel, hoy son devaneo o moda juvenil si existe prueba gráfica y producto de las habladurías de envidiosos si son indemostrables.
Y tampoco voy a centrarme en los pacíficos de nuevo cuño, los no violentos que duermen con la pistola debajo de la almohada y guardan un arsenal en los armarios, mientras los archivos de su ordenador serían algo más que un indicio para llevarlos ante el juez. Anhelan ese nuevo amanecer que les brinde la oportunidad de sacar las viejas enseñas del cajón y de ponerla sobre la mesa para ver quién la tiene más larga.
Ya sé que es artificio y aunque afirme no mencionarlos en el propio desdén reside la alusión. Pero quienes hoy me ocupan son los autoproclamados “amantes de la libertad”. Lo idóneo sería despacharlos con un sic, dibujar una mueca en el rostro, bufar y como mucho mirarlos de soslayo.
¡Ah, la tentación! ¿Quién no sucumbe de un modo u otro, tarde o temprano, a ella? Grandilocuente definición. Irreprochable aspiración. Declaración de intenciones. ¿Amantes de la libertad? Pagadores de escarceos con la concubina liberal, no distinguen lo sustantivo de lo aparente. Incapaces de diferenciar la copia del original. Piensan que amar es poseer, someter e imponer; que la seducción viene precedida de la fuerza, del pago o de ambas, y que la libertad se mide por la distancia entre la mano que sujeta la cadena y la argolla que esclaviza al final de ésta.
Sin complejos. Sin pudor. Se proclaman amantes de la libertad ¡por leer un libelo!

lunes, 19 de abril de 2010

Los Albertos

Dentro del PP al igual que la extrema derecha existe una derecha democrática, encarnada hoy por políticos conservadores como Alberto Ruiz Gallardón, Alberto Núñez Feijoo o Antonio Basagoiti. De derechas, sí, pero alejados de los modos y formas de Mariano Rajoy y su guardia pretoriana, Cospedal, Saénz de Santamaría y González Pons, y por supuesto, de anteriores dirigentes.
De esos modos y formas como los exhibidos esta mañana en una entrevista en la SER por la manchegaStar, quien a pesar de llevar poco tiempo en el PP es capaz de mostrar la desvergüenza más rancia. A la par que aseguraba que el indeciso Rajoy maneja los tiempos; cuando a lo sumo sería un mal relojero empeñado en parar o retrasar el reloj.
Es una pena que el PP no sepa aprovechar la oportunidad que le ofrece la corrupción en su interior y renovarse, jubilando a corruptos, indecisos y representantes de la extrema derecha y apostando de una vez por una derecha democrática, más cercana a las francesa o alemana y distante de ese modelo italiano al que cada día se asemeja más.
Que nadie se lleve a engaños, Ruiz Gallardón y Núñez Feijoo son políticos conservadores y en su ADN figuran tanto la privatización de servicios públicos como la subida de impuestos o las políticas fiscales que gravan menos a los que más tienen y depositan la voracidad recaudadora en los más desfavorecidos. Pero son demócratas.
Y ambos han puesto tierra de por medio con la corrupción en su partido. Uno, Núñez Feijoo reclamando en privado y ahora en público contundencia a los dirigentes de su partido frente a los corruptos con carnet del PP. Y el otro, Ruiz Gallardón, con una espantá a la altura de Curro Romero en una mala tarde en Las Ventas o en la Maestranza.
Gallardón ha hecho mutis por el foro desde que los casos de corrupción del PP ocupan un día sí y otro también las portadas de los periódicos y las aperturas de los telediarios y son junto al fútbol tema de conversación de cafés y aperitivos.
Alguien podría pensar que la huida de los focos del alcalde de Madrid es por prudencia o por temor a que la trama Gürtel haya alcanzado también algún despacho del ayuntamiento madrileño, tan dado a celebraciones y proyectos olímpicos. Poco probable, por no decir imposible (en los tiempos actuales y ante la indecencia política cualquiera pone la mano en el fuego), dadas las simpatías y respaldos atesorados por Ruiz Gallardón, cual Garzón en la judicatura, entre algunos compañeros de su partido. Es seguro que ante el menor indicio, esos compañeros con su querida Desesperanza a la cabeza y respaldados por la caverna habrían destripado sin piedad y en alarde democrático del que hacen gala a su íntimo enemigo para ponerlo a los pies de los caballos y otorgarle la misma presunción de inocencia que hasta la fecha vienen otorgando, en otro alarde democrático y de respeto a la justicia, al juez Garzón, otro de sus íntimos enemigos.
A los políticos no demócratas, como a los jueces de igual condición, habría que ir enseñándoles la puerta de salida de un sistema que rechazan y a cuyas instituciones degradan y devalúan a diario con sus acciones y sus omisiones. Lo de los jueces parece a priori más complicado por el desinterés en reformar la justicia. Pero lo de políticos no demócratas, en el PP podría ser factible si dejará de retroalimentarse con la caverna y apostar por figuras como los Albertos. De derechas, sí, pero demócratas.

martes, 21 de julio de 2009

Lecciones de periodismo

Matar al mensajero. Frente a la presunta comisión de un delito, en lugar de pedir explicaciones a sus militantes y cargos públicos y si procede la asunción de responsabilidades, el PP opta de nuevo por disparar al muñeco. Tras el juez Garzón, la Policía, el Gobierno de Zapatero… ahora le toca el turno a la prensa. Pero sólo, y eso es bastante curioso, al grupo Prisa. Se ve que el PP no lee Público o que todavía no le da la relevancia a Roures y compañía que ZP y el propio Roures y sus compañeros de viaje si creen tener.
No contento con matar al mensajero, el PP también osa impartir lecciones de Periodismo. Y sin pudor alguno alude a la libertad de expresión y a la deontología profesional de los periodistas y de los medios de comunicación del grupo Prisa, por si éste no tuviera bastante con su delicada situación económica. No recuerdo clases magistrales de Periodismo del PP cuando El Mundo publicaba informaciones que ponían al Gobierno de González en la picota o cuando sus informaciones coincidían con la teoría de la conspiración del 11-M, secundada por el PP desde el mismo día del atentado, con el papelón estelar del entonces ministro Acebes.
En esto, como en tantas otras cosas, se trata de ser un demócrata; de asumir principios y valores democráticos. Y en este sistema de gobierno, según dicen el menos malo, la prensa es un pilar fundamental. Y por supuesto, la libertad de prensa. Me da igual que sea el PP, el PSOE o cualquier otro partido democrático al que le disguste el papel de la prensa cuando denuncia comportamientos irregulares o delictivos protagonizados por sus dirigentes, militantes o cargos públicos.
La prensa tan denostada, siempre en entredicho por sus servidumbres, sus excesos y su vedettismo es imprescindible, guste o no, en una sociedad democrática. Dicen que no nos enteramos de las cosas o que nos enteramos de pocas; sin la prensa seguro que no nos enteraríamos de nada.