“Los periodistas parecemos gilipollas”, dixit Carles Francino en su programa matinal de radio. Y a mí me gustaría saber si su afirmación se refiere a todos los periodistas o sólo a los que cubren ruedas de prensa donde no se permiten hacer preguntas; incluidos los de la Cadena SER.
Probablemente ese estadio de la idiotez, de alcanzarse, tenga su origen en la carencia reivindicativa de los periodistas y en su incapacidad para organizarse con garantías en torno a la profesión. Claro, que para llegar ahí sería necesario antes poner freno a las dos principales lacras del periodismo: el intrusismo y la precariedad.
Es evidente que una profesión unida y organizada tendría más capacidad y más fuerza para reivindicar mejoras en la situación laboral y en el ejercicio del periodismo. Esto último debería estar superado en algo tan elemental y básico como que un periodista acude a una rueda de prensa para preguntar y no para que le “vendan” anchoas por trajes.
Y eso permitiría a un periodista levantarse de una rueda de prensa en la que no le permiten preguntar o simplemente, no difundirla; es decir, tener capacidad para que su criterio, ya que su trabajo es el mutilado, sea tenido en cuenta por el medio de comunicación para el que trabaja.
Porque al no ser así, la aseveración de Francino, al margen de que más de un periodista alcance con creces la gilipollez, es inexacta o al menos discutible, ya que la condición de gilipollas del periodista, dudosa, le vendría dada por su propio medio de comunicación. Porque es su empresa periodística la que no le permite levantarse de la rueda de prensa y es el medio de comunicación para el que trabaja el que difunde los contenidos de esa presunta rueda de prensa a la que ha asistido.
Desde esa perspectiva, por distribuir la riqueza, y aún a costa de acusaciones de corporativismo, el calificativo de Francino más que al periodista es aplicable al convocante (persona u organización) de la rueda de prensa y a los medios de comunicación, cuyas servidumbres (manifiestas u ocultas) se anteponen a su principal activo: el periodista, y contribuyen a su desprestigio y al de la profesión.
Ruedas de prensa sin preguntas, imágenes enlatadas y facilitadas por la propia organización del acto, impedir el acceso a los medios de comunicación, y el ya tristemente famoso “no toca” vulneran el ejercicio del periodismo.
Con estos ingredientes es fácil que en ocasiones parezcan giles los que no lo son y que los que son giles, no lo parezcan.
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jueves, 9 de julio de 2009
Los giles de la pluma
jueves, 16 de abril de 2009
Carné de periodista

La precariedad laboral y el intrusismo son las dos principales lacras del periodismo en España. En 2008, según el observatorio de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), unos 1.800 periodistas perdieron el trabajo, aunque la cifra real bien puede rondar los 3.000 empleos perdidos. Las previsiones para 2009, lejos de mejorar, apuntan a una pérdida en el sector de entre 3.000 y 5.000 puestos de trabajo.
Ante esta realidad y este panorama a algunos lo que les preocupa es que a varios intrusos en la profesión la citada FAPE les haya denegado el carné de periodista. Es decir que, como por desgracia han hecho numerosas asociaciones de prensa provinciales, en lugar de denunciar el intrusismo profesional se consolida la condición del intruso con un carné de periodista que a todas luces no debería recibir. Como casi siempre el hecho adquiere más relevancia cuando los intrusos son familiares de… o trabajan en potentes grupos de comunicación, como en los casos de Ignacio Escolar (ex director de Público) y Borja Bergareche (grupo Vocento), [según recoge el portal prnoticias], dos personas que han trabajado y trabajan como periodistas sin tener la titulación de periodista y a los que ha sido denegado el carné. Si no fuese por la situación del sector hasta resultaría gracioso que el principal argumento esgrimido en su favor sea su dilatada trayectoria en los medios de comunicación, es decir, tratar de consolidar su condición de intruso por el tiempo que llevan aprovechando esa condición de intrusismo profesional.
La gama de intrusos es muy variada, desde los licenciados en otras disciplinas que por la circunstancia que sea han decidido ejercer la profesión de periodista sin la titulación correspondiente, a personas sin cualificación o formación alguna o personas con una determinada categoría profesional, como por ejemplo los locutores en RTVE, que tras modificaciones en la empresa acababan convirtiéndose en supuestos periodistas, porque de facto realizaban las funciones que competen a éstos. Conscientemente voy a dejar al margen a todo ese batiburrillo de opinadores y nuevas estrellas de la televisión, producto en muchos casos de sus 3 minutos de gloria televisiva por asuntos ajenos al periodismo.
Es cierto que las facultades de Periodismo colocan en el mercado más periodistas de los que éste puede absorber. Y éste si es un asunto serio que deberían abordar las organizaciones profesionales de periodistas. Pero también es cierto que mientras muchos jóvenes emplean 5 años de su vida para obtener la titulación que ‘en teoría’ debería garantizarles el acceso a la profesión periodística, realizan prácticas y cursan estudios de postgrado, otros acceden a la profesión por la puerta de atrás, sin la cualificación adecuada y ocupando esos puestos de trabajo que por titulación corresponden o deberían corresponder a los periodistas. No imagino a ningún estudiante de Medicina en la facultad o realizando el MIR preocupado porque su puesto lo vaya a ocupar un curandero.
No estaría de más que reflexionemos sobre porqué acudimos al médico en lugar de a un matasanos y sin embargo, no parece preocuparnos que nuestro derecho a la información (rigurosa, veraz…) esté en ocasiones en manos de aficionados y no de periodistas.
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