jueves, 9 de julio de 2009

Los giles de la pluma

“Los periodistas parecemos gilipollas”, dixit Carles Francino en su programa matinal de radio. Y a mí me gustaría saber si su afirmación se refiere a todos los periodistas o sólo a los que cubren ruedas de prensa donde no se permiten hacer preguntas; incluidos los de la Cadena SER.
Probablemente ese estadio de la idiotez, de alcanzarse, tenga su origen en la carencia reivindicativa de los periodistas y en su incapacidad para organizarse con garantías en torno a la profesión. Claro, que para llegar ahí sería necesario antes poner freno a las dos principales lacras del periodismo: el intrusismo y la precariedad.
Es evidente que una profesión unida y organizada tendría más capacidad y más fuerza para reivindicar mejoras en la situación laboral y en el ejercicio del periodismo. Esto último debería estar superado en algo tan elemental y básico como que un periodista acude a una rueda de prensa para preguntar y no para que le “vendan” anchoas por trajes.
Y eso permitiría a un periodista levantarse de una rueda de prensa en la que no le permiten preguntar o simplemente, no difundirla; es decir, tener capacidad para que su criterio, ya que su trabajo es el mutilado, sea tenido en cuenta por el medio de comunicación para el que trabaja.
Porque al no ser así, la aseveración de Francino, al margen de que más de un periodista alcance con creces la gilipollez, es inexacta o al menos discutible, ya que la condición de gilipollas del periodista, dudosa, le vendría dada por su propio medio de comunicación. Porque es su empresa periodística la que no le permite levantarse de la rueda de prensa y es el medio de comunicación para el que trabaja el que difunde los contenidos de esa presunta rueda de prensa a la que ha asistido.
Desde esa perspectiva, por distribuir la riqueza, y aún a costa de acusaciones de corporativismo, el calificativo de Francino más que al periodista es aplicable al convocante (persona u organización) de la rueda de prensa y a los medios de comunicación, cuyas servidumbres (manifiestas u ocultas) se anteponen a su principal activo: el periodista, y contribuyen a su desprestigio y al de la profesión.
Ruedas de prensa sin preguntas, imágenes enlatadas y facilitadas por la propia organización del acto, impedir el acceso a los medios de comunicación, y el ya tristemente famoso “no toca” vulneran el ejercicio del periodismo.
Con estos ingredientes es fácil que en ocasiones parezcan giles los que no lo son y que los que son giles, no lo parezcan.

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