Somos
reos de lo que decimos y de lo que escribimos. Para bien o para mal. Si bien
cuando hablamos puede existir una excusa para haber dicho algo que desde la
reflexión y la templanza nunca o rara vez afirmaríamos, en el caso de la
escritura no hay tal, escribimos lo que queremos decir. Y aunque lo escrito
forme parte de un contexto, éste no varía por lo general su sentido.
Viene
esto a cuento de que hace unos días leía la siguiente afirmación: “Los malos
poetas y los malos periodistas abusan de las metáforas”. No soy poeta, pero no
pude menos que pensar en la literatura española desde Cervantes hasta el Siglo
de Oro y por supuesto en generaciones como la del 27. Pensé como ejemplo en Góngora
y García Lorca, maestros en el uso de la metáfora en su poesía. Y no me
atrevería a afirmar que ambos o uno solo de ellos son malos poetas; aunque
exista quien crea que se exceden en el uso de la metáfora y la simbología.
Y
también recordé otra aseveración similar respecto a la calidad de lo escrito,
en esa ocasión con una alusión al uso de los adjetivos calificativos. Obviando
la obra de autores como Azorín, Pío Baroja o Sánchez Ferlosio, cuya prosa
tampoco creo sea desdeñable.
Los
autores frecuentan los géneros literarios de su agrado y utilizan los elementos
que les brinda el lenguaje para crear su propio estilo, aquel que dota a su
obra de una impronta propia, y que es evidente no ha de ser del gusto de todos,
una apreciación personal que no resta o añade calidad a lo escrito.
Respecto
al periodismo, cualquier periodista con formación periodística es conocedor de
que las licencias literarias están reservadas a poco géneros periodísticos y que
en su quehacer prima la información y los datos contrastados que la sustentan. Aun
así hay prestigiosos periodistas, considerados por algunos maestros, que han
sabido conjugar ambos aspectos como Mariano José de Larra, Manuel Chaves
Nogales, Tom Wolfe o Gay Talese, por citar a algunos.
Lo
que me lleva a concluir que la baja o escasa calidad en la escritura tiene más
que ver con el uso de tópicos, lugares comunes y frases hechas que con el uso
consciente, y por tanto intencionado, de los recursos que la lengua ofrece.
“Los
malos poetas y los malos periodistas abusan de las metáforas. Como la noche, el
corazón de las tinieblas y otros lugares comunes, tan desgastados que apestan.
Las palabras gastadas reducen la capacidad de entender la realidad”.
Blog
de Alfonso Armada.
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