El
pasado mes de noviembre de 2011 nacía en la Red la revista PULSO. Coincidiendo
con ese nacimiento y por mi participación en esa aventura editorial, osada dados
los tiempos de parálisis en que vivimos, escribí una breve
reseña tratando de reflejar lo que significaba ese proyecto y de explicar
como el entusiasmo, la voluntad y el esfuerzo podían contribuir a recorrer el
camino al futuro y a la vez dibujar ese camino.
Apenas
han pasado unos meses desde aquel alumbramiento y ahora hemos asistido a una
refundación de la revista; al resurgir como si de un Ave Fénix se tratara de
sus propias cenizas para mutar de PULSO a PULSO
DIGITAL.
En
esencia apenas ha variado, salvo que ahora presenta un nuevo vestido y un
ligero incremento de colaboradores, un número aún escaso de la cifra que sería
necesaria y deseable para garantizar la supervivencia del proyecto, alimentar
su pluralidad y engordar su difusión.
En
este tiempo también ha cambiado, a peor, el entorno en el que nos
desenvolvemos, que no es otro que este territorio denominado Mundo y esa
parcela de tierra bañada por el Mediterráneo, que debía ser Europa, pero aún es
tan sólo la suma de varios países. Lo que ha provocado que las turbulencias de
las aguas por las que navega nuestra nave amenacen con engullirnos a todos. Sin
respetar la cuna de la civilización y dando aliento a los bárbaros.
Pese
a esa bravura de las aguas, PULSO mantiene el rumbo; apostando por una carta de
navegación en la que priman las palabras y las imágenes, fruto de la reflexión
sobre nuestro propio devenir, pasado, presente y futuro, colectivo e
individual.
Como
buenos hijos de la mar nos mantendremos en pie mientras dure la travesía, puede
que incluso algo más. Y continuaremos con la mirada pendiente del horizonte y
atenta a las aguas ya surcadas, sin renunciar a los sueños y conscientes de que
nuestro parpadeo nos mantiene despiertos. Del mismo modo que a las mariposas su
suave aleteo les permite mantener el vuelo.
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