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viernes, 20 de julio de 2012

Historias humanas

No todo está perdido si una doble página en el periódico es capaz aún de emociarnos y hacernos creer, si habíamos perdido o renunciado a la convicción, que hay miles de historias que merecen ser contadas.
Esta profesión sigue valiendo la pena, a pesar los abundantes sinsabores. Y abrir hoy El País y leer una historia como ésta de Duende y llanto en el fondo del pozo es entreabrir la puerta a la esperanza. Constatar que frente a las cifras inabordables, en cantidad y comprensión, existe todavía corazón.
El corazón que tiene una cantaora para bajar a la mina y sacar ese quejío desde lo más profundo del ser para mostrar a un grupo de mineros que no están solos en su lucha. El corazón que ese grupo de mineros necesita para mantener con dignidad esa lucha. El mismo corazón que mueve a un viejo minero y cantaor de La Unión a ceder la letra de su Minera para que viaje hasta el pozo de una mina en León y recordarnos aquello de la universalidad del lenguaje y el cante. El corazón que pone al escribir quien cuenta esta historia y al filmar ese "viaje a lo más hondo de la lucha obrera". Y el corazón de aquellos que al leerla sienten como algo se remueve dentro, como un escalofrío roza la piel, como se humedecen los ojos y se reseca la garganta.
Ese corazón necesario para dar las gracias a Rocío Márquez, a Alfonso Paredes Niño Alfonso, a Jorge Martínez y a esos ocho de Santa Cruz, el grupo de mineros que desde lo más profundo de la tierra nos recuerdan que somos personas y no números.

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/07/19/actualidad/1342727803_371605.html