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miércoles, 19 de mayo de 2010

La fortuna del laboro

Podría decir que he encontrado laboro, pero sería faltar a la verdad. En realidad ha sido el laboro el que me ha encontrado a mí. Abandono la fila de los desheredados y en estos tiempos tan difíciles y enredados es tal la zozobra, que es complicado saber si uno va a favor de la corriente o contracorriente.
Este abandono, espero que esta vez más duradero, podría parecer una deserción, pero en realidad es el deseo de cualquiera de los que ocupan lugar en esta fila, que por desgracia no todos pueden alcanzar. Y es eso precisamente lo que me hace no perder de vista a aquellos desheredados que permanecerán en la fila.
Comprendo su angustia, esa sensación que te atenaza por momentos y de forma muy especial en la soledad consciente de la noche. Esa misma angustia que ahora siento lejos, como si se hubiera exilado instantáneamente de mi vida.
Recuerdo lo que se siente cuando las dudas derrotan a las certezas, incluso a costa del propio conocimiento. Aún ahora podría dibujar los límites del territorio de la esperanza. Y tampoco he olvidado cómo se abre la puerta de la desesperación, sin necesidad de llave y con apenas un suave empujón.
Hoy gozo de privilegio por tener laboro, un privilegio que debía compartirse con cualquier persona con ganas trabajar y que sin embargo hoy se distancia del derecho para convertirse casi en quimera. Sin término medio paso de la nada al todo. Y esa fortuna es completa porque he regresado a Baeza.
Cada mañana, de nuevo, me permito disfrutar de mi capricho, de esos dos paseos a primera hora de la mañana y al mediodía. Llego caminando a la plaza del Pópulo, acaricio con la mirada la Fuente de los Leones, subo con un inusitado trote juvenil los escalones de la calle Escalerillas, enfilo la cuesta de San Gil para girar a la izquierda y flanqueado por los cipreses alcanzar la plaza de Santa María para buscar por encima de la copa de los árboles frente a la fuente la torre de la Catedral. Contemplo las piedras y siento las piedras como testigos y depositarias del legado del tiempo. Pienso en Machado, profesor y poeta en este vergel de luna y olivos, caminando por estas mismas calles. Atravieso las puertas de cristal del Antiguo Seminario y bajo hasta la cafetería donde esperan las samaritanas para darme esa primera conversación del día y una taza de café caliente.
He abandonado la fila y ésta es mi heredad.

martes, 20 de abril de 2010

La oficina de los desheredados

Ayer estuve en la oficina de los desheredados. No es traumático, pero no es agradable. Para mí en realidad es bastante desagradable, porque me pongo de mal humor cada vez que voy. No por ir, ni por ser un desheredado, sino por lo que veo allí.
De hecho, ayer estuve media hora esperando a que abrieran y 5 minutos en el interior. Hacía 3 meses que no iba y han cambiado el horario. Algo que no entiendo muy bien, pero imagino que da igual porque un desheredado dispone de tiempo para esperar; el que sea menester.
Tampoco entiendo el funcionamiento de esta oficina, que en mi caso sirve para poco o para nada (peculiaridades del oficio o de la falta de él). Tiene una máquina que expide números para las posibles gestiones a realizar en la oficina. El problema es que el concepto elegido para definir esas gestiones es tan rebuscado y tan poco claro que la mayoría de los mortales no sabe que tecla pulsar (Es posible que el concepto sea obra del mismo talento que crea esos formularios que casi requieren de un doctorado para rellenarlos).
No se puede acceder a la máquina hasta que abren la oficina, pero eso no impide que a partir de las ocho de la mañana ya haya gente esperando fuera. Hasta las nueve, hora de apertura, sigue llegando gente, solicitando la vez, algo que para mí no tiene sentido, porque cuando abren entran como una manada en estampida y además, como es evidente, las gestiones a realizar son distintas, por lo que es muy probable que muchos de los que llegan más tarde que uno sean atendidos antes.
Por otro lado, tampoco entiendo muy bien las prisas. O son un síntoma de los tiempos que vivimos o la confirmación de la existencia de ese mercado negro laboral, la caja B del empleo. O las dos cosas.
Es curioso, cuando cobras el desempleo, te controlan, te obligan a hacer alguno de esos cursos maravillosos que no te sirven laboralmente, pero, oye, pueden convertirte en un manitas o en un cocinillas. Pero cuando careces del más mínimo ingreso son iguales que los bancos, literalmente te dejan a tu suerte, más bien a la carencia de ella; supongo que con la sana intención de que tomes consciencia de tu condición de desheredado. Para que saborees el desahucio, algo así como no laboras, tanto vales.
El caso es que el diseño y el ambiente de la oficina tampoco ayudan. Digo yo que dado que reciben allí a los desahuciados del sistema, podían diseñar unas instalaciones más acogedoras. Una sala de espera en condiciones, unas indicaciones claras, una dosis de amabilidad del personal y no se, igual hasta una oferta de laboro. Con una clientela de más de 4 millones desheredados, ya podían esmerarse.
En esta ocasión también miré y busqué, pero tampoco pude ver en la cola a Rajoy o a alguno de sus compañeros de partido ofreciendo el Manual del perfecto desheredado o Las 1.001 medidas para crear laboro. Me refiero, como es obvio, a los que ocupan cargos institucionales u orgánicos, no a los ex como Bárcenas, Merino o Matas; que dicho sea de paso, no me los imagino yo en la oficina de los desheredados.

lunes, 18 de enero de 2010

El apóstol de los desheredados


Hoy he reingresado oficialmente en la fila de los desheredados. Había retomado esta condición desde el pasado 31 de diciembre, pero por diversas causas no había formalizado mi adscripción de manera oficial hasta hoy.
Cuando he llegado no me ha sorprendido la cantidad de gente que había tanto en el interior como en el exterior de la oficina. He mirado con insistencia a ambos lados de la calle, dentro y fuera, pero no he visto más que a personas como yo. No he visto a Rajoy por parte alguna (se ve que hoy no había cámaras de televisión y fotógrafos, tras la correspondiente convocatoria ‘popular’). Tampoco he visto a representante alguno de su partido.
No lo entiendo. Esperaba un punto de información permanente en estas oficinas en los pueblos y ciudades de España. Esperaba a Rajoy o a sus seguidores predicando la llegada de un nuevo Mesías, el empleo. Esperaba a los ‘populares’ ilustrándonos y convenciéndonos de la bondad y eficacia de sus propuestas económicas y de lo bueno que iba a ser para los desheredados el despido libre porque así se genera empleo. Esperaba también que me explicaran cómo con sus propuestas variaría la condición de los asalariados a la de esclavos y propagarían la desesperanza entre los desheredados. Me he quedado con las ganas.
4 millones de desempleados es una cifra muy alta, tanta que de ser real no habría país occidental desarrollado que pudiera funcionar y se iría al “garete”; así que debe de haber algo de verdad en la “indiscreción” del ministro Corbacho al señalar que la economía sumergida ocupa a alrededor de un 20 por ciento de la población; tanto de verdad como para que la ministra Salgado aparezca en escena con el ceño fruncido y desmintiendo a su compañero de gobierno.
La cuestión es que de esos 4 millones de desempleados sólo 2’9 millones cobran un subsidio, es decir, que perciben un ingreso por el concepto que sea. De modo que imagino que ese 1’1 millón de desempleados restantes es el principal objetivo de Rajoy para la obtención de votos; eso sí, sin desdeñar el descontento de los otros 2’9 millones de desempleados y de aquellos en puertas de ingresar en este selecto club o con petición de socio a medio plazo (antes de las elecciones Generales).
Se me antoja tarea ardua. No por la falta de incautos dispuestos a creer cualquier cosa, por ignorancia o por desesperación; sino porque pienso que la mayoría de los desheredados pondría una vela al diablo por un empleo. Y Rajoy más que de Lucifer va de apóstol Mariano.
Foto: Rajoy ante una oficina del INEM, del fotógrafo Alberto Cuéllar, publicada en El Mundo.

sábado, 4 de julio de 2009

Estacionalidad

Al hacerse público el dato supe que no era tan bueno. No me mal interpreten, cualquier baja en la fila de los desheredados, aunque sea provisional como la mía, me parece una buena noticia. Pero supe que era un artificio, producto de esa palabra abominable: la estacionalidad.
Recordemos cuando se hizo público el anterior: disminución del desempleo, fin de una tendencia, brote verde, euforia de los gobernantes, silencio de la oposición… Y ahora, bueno, ahora hay un nuevo descenso, disminución por segundo mes consecutivo, pero…. se da el dato y rápidamente se fabrica otra noticia.
Desde la perspectiva de la información y de la opinión da mucho más juego, ¡donde va a parar!, la dimisión del director del CNI que el dato del paro; aunque la verdad es que la dimisión de ese tipo no le interesa a nadie o a casi nadie (a El Mundo, a una parte del PP, a Rubalcaba y poco más) y el desempleo lo sienten en sus carnes los desheredados y su entorno.
Decidí esperar un par de días para ver lo que pasaba. Y claro, no hay posibilidad de sorpresa, ya no se habla del paro. Ni unos, ni otros. Unos, porque han conseguido su objetivo, han grabado casi de forma subliminal la buena nueva de que hay menos desheredados, pero sin alharacas por lo que pueda reflejar el dato de octubre; y los otros, porque tampoco tienen pajolera idea del dato de octubre y es mejor reunirse con los empresarios para diseñar otra campaña de acoso y derribo contra los derechos adquiridos por los trabajadores. Empleo barato, despido barato, sueldos bajos, pero siempre y a ser posible los de los demás. Obligaciones sin derechos.
Yo, en mi ignorancia, nunca he entendido que se pueda crear empleo destruyendo el ya existente. Pero debe de ser un problema de formación y amistades, porque estudié en la Complutense en lugar de dar clases en Georgetown y no me codeó con ex presidentes responsables de la actual crisis económica, de Guantánamo y de la guerra de Irak, si no, fundamentalmente, con la canalla de lengua y pluma fácil, y eso sí, refinada ironía. Nada que ver con el exabrupto pretendidamente gracioso del innombrable en sus cursos hechos a medida.
La teoría es fácil para estos depredadores del estado del bienestar, porque para ellos es fácil convertir a una persona en una cifra y enviarla a la fila de los desheredados. Sin importarles que en ese tránsito se pierdan todos los atributos de las personas, la capacidad de comunicarse, la de emocionarse, la de sentir, la de comprender. Todas. E incluso tratan de arrebatarte la dignidad. Y digo tratan, porque hay un elevado número de desheredados que además de intentar abandonar la fila, luchan día a día para mantener esa dignidad. Pelean duro para no ser sólo un número en una estadística de ida y vuelta, tan del gusto de estos salvapatrias poseedores de recetas mágicas que nunca aplican. A ellos sí habría que aplicarles la estacionalidad; para no sufrirlos todo el año.

jueves, 18 de junio de 2009

Seis meses y medio

Ese ha sido mi tiempo de cocción para hacer caldo. De gallina, por supuesto. Ese es el tiempo que ha tardado mi móvil en sonar para que al otro lado alguien me preguntara si estaba disponible. Y ese ha sido el tiempo de aplicación de la receta de la tranquilidad, del todo va ir bien, del seguro que vas a tener suerte y del que vas a encontrar trabajo pronto. Ignoro si seis meses y medio es mucho o poco tiempo. A mí me ha parecido una eternidad.
Pero sí, puedo decir que abandono la fila de los desheredados. Aunque es un abandono temporal. Un billete de ida y vuelta. Y aún así lo he comprado con los ojos cerrados y pienso disfrutar del viaje.
Me prometo a mi mismo no pensar, por lo menos durante un tiempo prudencial, en lo que ocurrirá cuando el viaje haya terminado. Me prometo no pensar en el reingreso, si nada o nadie lo impide, en la fila de los desheredados. Y no estoy seguro de poder cumplir esta promesa, pero tengo 3 meses por delante para intentarlo.
Después volveré para engrosar las estadísticas, para ser de nuevo un número frío y una excusa o un argumento para los jugadores de ventaja, para los que nunca pierden porque juegan la partida con las cartas marcadas y sólo apuestan las pertenencias de otros. Vida, trabajo, esperanza, miseria, en efectivo o en especie, da igual porque ellos siempre ganan. O al menos lo creen, mientras sueñan con un escenario de 5 millones de sin empleo.
No están para el drama, ni para el melodrama. Y su única tragedia es no reventar la banca con el 5, que además como todos sabemos, incluso ellos, tiene mala rima.