Las gentes de la mar siempre han contado historias más o menos creíbles de lo que acontecía en la superficie y en las profundidades marinas. Historias de las que habían sido protagonistas directos, testigos privilegiados o que les había referido algún compañero de travesía, camarada hasta la muerte tras unos tragos en la taberna.
Las
otras historias, ajenas a la ligereza de lenguas y mentes tuteladas por el
alcohol o las creencias ancestrales, tenían su origen en la fantasía de escritores,
relatores que en muchos casos no habían pisado la cubierta de un barco en su
vida, cuya imaginación daba para surcar mares y océanos e incluso dar la vuelta
al mundo en varias ocasiones sin necesidad de engarzar un arete en el lóbulo de
la oreja.
Destinos
exóticos y paradisiacos, kraken, piratas, contrabandistas, mercantes, veleros,
portaaviones, submarinos, sirenas, tesoros, capitanes como Nemo o Garfio… y
barcos hundidos en las profundidades o desaparecidos de forma misteriosa, barcos
fantasma o barcos a la deriva; pero nunca supe de la existencia de barcos
suicidas.
Ignoraba
que había barcos que desobedecían a sus capitanes, las órdenes de tierra y
cualquier indicación viniera de donde viniese para elegir su propio rumbo,
precipitarse contra las rocas y verter toneladas de su contenido en el litoral.
Barcos
que llegan hasta el final de la tierra para encontrar su propio fin y castigar
a sus habitantes con un manto negro de destrucción, tejido por las parcas, por
cosas inescrutables del destino, con oscuro y blando hilo.
Alrededor
de 1.600 kilómetros de costa bañada por la marea negra, daños tasados en más de
4.000 millones de años y 11 años para descubrir la tendencia suicida en las
naves.
[Las
gentes del interior siempre han contado historias más o menos creíbles sobre un
camino de hierro y el caballo que galopaba veloz a través de él.
Cuentan
que uno de esos caballos de hierro, uno de los más veloces que se recuerda,
desobedeciendo al maquinista, los modernos sistemas de control y cualquier
indicación mecánica o humana viniera de donde viniese eligió su propio rumbo y
se precipitó a más de 150 kilómetros/hora en una curva, causando la muerte a
cerca de un centenar de viajeros.
Malditas
máquinas. ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para confirmar la tendencia suicida
de los ferrocarriles? ]
Foto: Imagen de un barco suicida (Con permiso de su autor, Xurxo Lobato, que la publicó en "El País, con el pie de foto, 'El petrolero mientras se hundía'
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