Esta
mañana he ido a comprar a un antiguo colmado de la ciudad que habito. Tienda de
ultramarinos a la vieja usanza, personal con bata gris, mostrador de madera,
estanterías repletas de conservas y botellas y las semillas a granel. Precios
acordes a la calidad, alguna oferta que merece la pena no dejar escapar y
asesoría gratuita sobre el producto a adquirir.
Algunos
de los dependientes llevan allí casi una vida, la suya, y parte de la nuestra. De
modo que han cambiado algunos productos, principalmente el packaging, se han ausentado involuntaria y permanentemente algunos
clientes y lo esencial se mantiene.
Cuando
me ha llegado el turno he pedido un cuarto de almendras crudas y peladas y en
escasos minutos ha aparecido el dependiente con el ‘paquetillo” de papel de
estraza gris, doblado por los picos como un pañuelo, a modo de sobre en la
parte superior, para no dejar escapar el producto.
Y
¡claro! no he podido evitarlo. He sentido como retrocedía en el tiempo. Cuando
era pequeño y acudía a comprar a este mismo colmado, Almacenes El Pósito, o a
las pequeñas tiendas de barrio donde se podía comprar de casi todo y a casi
todas las horas. O al mercado de abastos, al que aquí siempre se le ha llamado
La Plaza.
Daba
igual que compraras garbanzos, pimentón o frutos secos, siempre el mismo papel
de estraza gris y siempre la misma manera de envolverlos, con los picos
doblados y el cierre en la parte superior.
He
recordado que hubo un tiempo en el que las bolsas de plástico no eran una
extensión de nuestras manos; en el que las compras se acomodaban en cestos o
bolsas de rafia y en el que comprar era algo más que un trueque de productos
por dinero, donde la conversación era tan importante o más que el hecho de comprar,
el dinero de plástico era impensable y los únicos billetes que no eran de
verdad eran los del Monopoly.
En
aquellos tiempos las pelotas se hacían con papel, algún plástico y mucho
celofán. Y
la calle era campo de fútbol, circuito de carreras y salón de juegos.
No
digo que fueran mejores o peores tiempos. Pero creo que conviene no olvidar que
existieron.
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