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lunes, 14 de mayo de 2018

Armarios

Hay algo desolador en abrir los armarios y contemplar ropa de otro tiempo. Prendas que ya no sirven a los cuerpos para los que fueron adquiridas y que sin embargo guardan la huella de esos mismos cuerpos. 
Es el testimonio de un ayer que nunca acaba de irse, pero que tampoco regresará. 
Contemplo una hilera de pequeñas perchas con varias prendas de abrigo. Vuelvo la vista atrás. Recuerdo cuando se compraron. Las azules, las rojas…, a alguna de ellas no la llenaba el cuerpo o le sobraba hechuras; o ambas cosas. 
Veo algunos pares de pantalones. Esos que un día eran largos. Los mismos a los que había que ajustarles la cintura con aquella goma elástica que tanto costaba abrochar al botón. Hoy los miro y me provocan una mezcla de risa y nostalgia. 
Hay algunas camisas mías. Deben llevar mucho tiempo allí colgadas. Si intentara ponérmelas y casar cada botón con su ojal podría darse la paradoja de convertirme a la par en víctima y estrangulador. Este cuello ya no es aquel. Y el abdomen tampoco es el mismo. Podría decir que han encogido o que ahora me gusta llevarlas más anchas. 
Y también está aquel chubasquero naranja que en su día parecía atrevido y hoy se muestra muy discreto. Y la trinchera beige, al más puro estilo Bogart y que me sigue estando tan grande como la primera vez. A ella no le afectan ni cuello ni abdomen. Apenas la uso, pero no he olvidado como se deslizaban las gotas de lluvia por aquel tejido como encerado. 
Abro otro armario y me encuentro frente a un espejo. Ya no necesito que la ropa me cuente nada. El rostro pertenece al presente. Ahí también soy capaz de reconocer las huellas de lo que fue. No me preocupa. Tampoco me asusta ni me deprime. Me pregunto si al cerrar el armario él se quedará allí como las camisas y el resto de la ropa. Sonrío. Debe ser muy incómodo pasar media vida colgado de una percha.

viernes, 30 de agosto de 2013

Sin huellas de La Barraca

El nombre de Federico García Lorca sigue causando rechazo entre muchas personas y sectores de este país. Ni el tiempo transcurrido desde su asesinato, ni la brutalidad de su detención, encarcelamiento y posterior ejecución han servido para restañar el odio y el desprecio profesado por estas personas y sectores al poeta y dramaturgo granadino.
Por ello no es de extrañar que cualquier obra o proyecto relacionado directa o tangencialmente con él sea objeto de críticas y ataques por parte de estos detractores, cuyo mayor deseo es eliminar todo vestigio lorquiano. Y no se trata solo de aniquilar la obra de Lorca, además hay que socavar los valores que representan tanto su obra como su figura.
Este genocidio cultural, cuyos ejecutores no escatiman esfuerzos, ha elegido como víctima a “Las huellas de La Barraca”; un proyecto impulsado por la Acción Cultural Española (AC/E), basado en una idea del que sería su director, el catedrático de la Universidad de Murcia, César Oliva, y que retomaba la utopía de aquella otra Barraca de Lorca y Eduardo Ugarte de llevar teatro gratuito representado por estudiantes universitarios a las zonas rurales.
Durante 7 años, desde 2006, la utopía tornó en realidad y esta nueva Barraca ha dejado sus huellas en más de 600 pueblos de la geografía española, con la participación de 17 escuelas de arte dramático y aulas de teatro de Universidades españolas y americanas. En 2010, “Las huellas de La Barraca” recibía el Premio Dionisos de la UNESCO, según el jurado por “el apoyo al fenómeno del teatro universitario, el altruismo de los actores-estudiantes, la creación de nuevo público teatral y el fomento del teatro como bien cultural en territorios en los que por sus condiciones geográficas el arte escénico no posee un destacado arraigo”.
En 2013 la utopía muta a quimera, cuando el gobierno del PP argumentando “problemas financieros y cambios en los objetivos de AC/E” suprime el proyecto.
La Barraca desaparece de nuevo de los caminos y las carreteras españolas. No basta con eliminar a quien imprime la pisada, también hay que borrar la huella. Cae el telón. Y regresamos a las sombras: el hábitat de los exterminadores.


Imagen: Cartel de La Barraca, de Fernando Teixidor (www.huertadesanvicente.com).