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sábado, 8 de septiembre de 2018

La fuente



La cabeza tiene esas cosas. Sin saber muy bien porqué te hace pensar y te fija una imagen que en apariencia poco tiene que ver con ese pensamiento. 
La realidad es que después de tres semanas de laboro intenso hacía yo un balance sobre la marcha de esos que probablemente te aconsejan no hacer, porque pone de manifiesto la vacuidad imperante en distintos ámbitos y niveles. El caso es que me vino a la cabeza la imagen de la fuente de piedra del patio. Y mientras bajaba precisamente hacia el patio, sin saber muy bien la causa o quizás sí, me preguntaba si el próximo mes de septiembre volveríamos a encontrarnos.
Acaba de abandonar el palacio un grupo de turistas y los alumnos están en las dos aulas donde se imparten las dos últimas actividades docentes de este estío, así que estamos solos la fuente y yo. En silencio, porque yo no articulo palabra y el agua no brota en ella. Ambos debemos tener los circuitos en reposo. 
La contemplo en su aparente soledad en el centro del patio. Y digo aparente porque los cuatro naranjos la acompañan como guardias de corps que estuvieran dispuestos si fuera necesario a dar un paso para protegerla con sus vegetales vidas. Pienso que la verdad está en la piedra, porque hasta el agua miente en su falso brotar prediseñado. 
Septiembre siempre es un mes de tránsito. De final y principio. Este año hasta el tiempo ha querido acentuar esa condición de cierre de temporada y los rayos de sol se han ocultado para dejar paso a las nubes que anuncian abundantes lluvias. Ha sido un verano largo. Muy largo. Demasiado largo. 
En unos minutos me voy a ir. Y todo habrá terminado. La euforia de los números volverá a embriagarnos. Me pregunto si no seremos un cíclope con pies de barro que hace irrelevante al mismo Ulises. 
Con la imagen aún viva de la fuente de piedra en mi cabeza llega la noticia de la muerte de Ceesepe. Ahora la fuente es Loquillo:

“Solo hay un secreto que me lleva hasta aquí. 
Que ha muerto el silencio en las calles de Madrid. 
Alma de Ceesepe late muy dentro de ti. 
Piérdeme. La muerte será dulce aquí en Madrid”.

Al final nos iremos de todos. Pero la pérdida no será la misma. Con Ceesepe se va una forma de mirar especial y única. Una mirada que está en sus pinturas y en sus ilustraciones y que ahora se apaga. De aquella época cuando éramos jóvenes y que ya no volverá. De aquella Movida luego idealizada y algo deformada. 
Algunos de ustedes ya lo saben, cuando se trata del alma me agarro a Jodorowsky. Que la ‘esencia’ de Ceesepe no nos abandone. DEP artista.

domingo, 11 de marzo de 2012

Moebius


La muerte espera a la vuelta de la esquina. Casi siempre embozada para asestar el golpe certero. Así que conviene no perder demasiado tiempo en darle vueltas a lo inevitable del final y simplemente lamentar la marcha de aquellos que por su talento, por la admiración que alimentan o por sus creaciones quisiéramos que no se fueran o ante lo inevitable de ello, que demoraran su marcha.
Una de esas marchas que hubiera sido deseable se dilatara es la de Jean Giraud, más conocido como Moebius. Cuando se ha conocido la noticia de su muerte aún estaba fresca la tinta de una supuesta lista de los mejores cómics de la historia, en la que figuraban, a juicio de alguno de los encuestados, dos de sus obras: El garaje hermético y Los ojos del gato.
Moebius aunque muchos lo desconocían era el creador de aquel teniente que muchos descubrimos en las páginas de los tebeos y que respondía al nombre de Blueberry, y cofundador de la revista Metal Hurlant. Además fue el autor de una de las obras de cómic más hermosas que yo recuerdo, desde un punto de vista estético, como es La Venecia Celeste. Quizás, salvo la de Hugo Pratt, recorrida por El Corto Maltés, no hay Venecia como la Celeste en el mundo del cómic; aunque una esté más cerca de la Vía Láctea y la otra casi se sumerja en los canales.
Y también era el 50 por ciento de una sociedad que reunía talento a partes iguales: el suyo, en la parte gráfica, y el de Alejandro Jodorowsky en el guión; que junto a la ya citada Los ojos del gato, crearon la maravillosa fábula del Incal, protagonizada por John Difool. Publicada primero en 6 libros individuales (El Incal Negro, El Incal Luz, Lo que está arriba, Lo que está abajo, La Quinta Esencia I y La Quinta Esencia II) y finalmente en un solo volumen, El Incal.
No sabría con cuál quedarme de ellas, porque aunque reconozco mi simpatía hacia Difool y su pajarraco y la fascinación que me produjo El Incal, siempre tuve debilidad por La Venecia Celeste.
En cualquier caso y pese a que los cómics y el mundo que los rodea aún se contemplan con prejuicios, no se me ocurre mejor homenaje a Giraud que sentir entre los dedos las páginas de algunos de sus libros y disfrutar con las imágenes de ese universo onírico, que en ocasiones es más real de lo que queremos admitir; porque ese reconocimiento implica a la vez aceptar el talento de unos creadores que para muchos ha sido siempre más cómodo ignorar o menospreciar.

sábado, 30 de enero de 2010

Retratos sin alma

No voy a extenderme en disquisiciones sobre el alma, aunque me gustaría recordar que para mí el alma se aproxima al concepto de Jodorowsky como “la esencia del ser” y por tanto, se aleja de otras nociones o creencias.
Así que reiterando mis dudas sobre la existencia del alma, de acuerdo con esas otras nociones o creencias, y siendo consciente de que en multitud de ocasiones utilizamos la expresión alma para referirnos a cosas que poco o nada tienen que ver con ella, desde la perspectiva de la esencia del ser, voy a hablar del alma o al menos de dónde puede en ocasiones estar el alma.
Todo empezó por un encargo. Un amigo se casó y decidí regalarle un retrato de su padre. Es un tema delicado, muy personal y no exento de una pizca de grosería, porque ignoro qué sensación y sentimientos provocarán en su mujer este regalo. Es más fácil regalar dinero, pero a mi no me gusta salvo necesidad apremiante; y a fin de cuentas mi amigo es él. Así que la decisión estaba tomada.
Encargar un retrato no es tarea fácil. Primero, porque hay pintores a los que el arte de retratar les está vedado (en la Cámara de Comercio de la ciudad que habito hay un retrato al óleo de mi abuelo por ser durante una serie de años su presidente y si no me lo dice mi abuela y colocan un rótulo debajo con su nombre me hubiera sido difícil reconocerlo), lo que no impide que sean maestros en el paisaje, el bodegón o lo abstracto. Y segundo, hay pintores que son buenos retratistas, pero para mí sus retratos carecen de alma.
Yo tengo un retrato con alma de mi padre, pero su autor, Carmelo Palomino, casi su hermano, murió. Lo que le inhabilitaba para mi encargo. Así que a priori y visto desde fuera pudiera parecer empresa difícil. Pero no, para mí era algo muy sencillo, porque yo sabía perfectamente a quien tenía que encargarle el retrato con alma.
Hay un pintor en la ciudad que habito que me gusta mucho. Su nombre es David Padilla. He visto muchos cuadros suyos, pero sólo había visto al natural dos retratos realizados por él. Uno, de Milagros, la mujer de un amigo y compañero de profesión al que la dama de negro se llevó antes de tiempo y cuya ausencia aún lamento y me causa dolor. Y el otro, de Don Antonio Machado.
Sin desmerecer el primero, es ese el segundo el que me encandiló. Era un encargo de la Sede Antonio Machado de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) en Baeza. Yo lo había visto reproducido en cartelería, incluso había visto alguna foto en prensa. Y me gustaba mucho, porque veía a un Machado distinto del habitual, de aquel que hemos visto miles de veces reproducido de aquella foto con sombrero en un café sevillano. Hasta que un día tuve que ir a buscar a la directora a su despacho y me encontré con que el cuadro colgaba de una de las paredes de aquel despacho.
Soy consciente de que puede parecer absurdo, pero el Machado de aquel cuadro me miró. Y yo a él también, de reojo es cierto, pero le miré. Y luego, ya de frente, contemplé la imagen de la derrota, el semblante del exilio, pero también pude observar el rostro del poeta, la luz de Juan de Mairena…. Pude ver un retrato con alma. Un cuadro único de ese poeta universal.
Cuando le hice mi encargo a David Padilla le hablé de este cuadro y lo que me transmitía. Él me contó que había querido retratar al Machado de los últimos días, al que cruza la frontera hispanofrancesa enfermo y derrotado, al Machado del exilio que llega a Collioure para morir. Pienso que lo consiguió y sus pinceles retrataron a Machado y a su alma. Entiendo que no es fácil, del mismo modo que no lo es ver el alma a alguien que como yo duda de su existencia, a menos que sea “la esencia del ser”.
Foto: Retrato de Antonio Machado, óleo de David Padilla. Tomada de http://estudiodavidpadilla.blogspot.com/

miércoles, 22 de abril de 2009

La luz y el alma

Estoy muy mayor para esto. No suelo ir a bares a ver partidos de fútbol, pero ayer fue una excepción. Me llamó un amigo para ir a ver el partido entre el Madrid y el Getafe y acepté ir. Por dos razones, una, porque iba a jugar un tal Gutiérrez y dos, y principal, porque llevaba 3 días encerrado en casa, salvo las salidas a llevar y recoger a los peques al cole y a mi santa al trabajo o a comprar el periódico y el pan. Necesitaba airearme, ordenar algunas cosas en mi cabeza. Y elegí mal. Demasiada tensión. Necesitaba orden y tranquilidad y opté por lo contrario.
Menos mal que al llegar a casa me encontré una inesperada sorpresa. Jesús Quintero entrevistaba en su programa de televisión al maestro Jodorowsky. Chileno de origen ruso, judío y en la actualidad, ciudadano de París. Polifacético. Le definen como escritor y psicomago. Yo descubrí a Alejandro Jodorowsky como guionista de cómic, en comunión con Moebius para crear la saga del detective Diffol y su búsqueda del Incal, y con Arno para dar vida al príncipe manco.
Con el tiempo supe que también había sido director y actor de cine, mimo, poeta… y que seguía siendo escritor. Además de crear allá por los años 60 el ‘Movimiento del Pánico’, junto a Fernando Arrabal y Roland Topor. ¡Vaya trío!
Pero a mi me siguen fascinando aquellos cómic. Y sobre todo su colaboración con Moebius. Sentía debilidad por “Venecia celeste” y “El garaje hermético” y en menor medida por “El teniente Blueberry”, así que las aventuras de Diffol me engancharon enseguida, probablemente porque todos de un modo u otro buscamos también esa luz para reafirmarnos como personas. Metafísica. Pura filosofía.
Qué les voy a contar de un tipo que habla del alma ¡y en televisión!, cuando al fondo se escuchan los graznidos de los desalmados y su eco. Yo no sé si existe el alma o no, lo que no quiere decir que no tenga alma. Para Jodorowsky, el alma es “la esencia del ser”.
Y yo desciendo a lo terrenal. Sigo oyendo los graznidos y su eco y me pregunto cómo es la esencia de algunos seres como MAFO, Aznar y Taguas. Y también, en mi propia esencia, me pregunto si debo asumir que soy culpable de no tener empleo y por tanto, responsable de la crisis, o por el contrario, creer en el futuro, no contemplar el vuelo de algunos pájaros y buscar la luz.