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miércoles, 16 de septiembre de 2020

Manifiesto

Me pide el cuerpo un manifiesto para que las voces no se apaguen, para no bajar las manos, para que los pies se muevan y el cuerpo no se duerma. Y sobre todo, para que la cabeza no pare de soñar, de idear, de crear… 
Es el tiempo de las palabras, de esas que expresan convicción y firmeza, de esas que denuncian y reivindican; de esas palabras que han de ser escuchadas por quienes toman las decisiones, por aquellos que son elegidos a través del voto para representar a los ciudadanos, por aquellos que gobiernan. 
Es el momento de que esas palabras suenen en la calle, de que el eco las difunda y las lleve a los rincones de pueblos y ciudades, a los palacios y a los despachos, a las mesas y a los móviles, a los medios de comunicación y al resto de los ciudadanos, porque no es solo cuestión de la industria de los eventos y espectáculos, no es solo asunto de quienes hacen posible la cultura, es también responsabilidad de aquellos que la recibimos, de los que la consumimos, de los que la disfrutamos en sus distintas modalidades, formatos y lugares. 
Hay quien todavía se atreve a afirmar que la cultura no alimenta. No es cierto. No solo alimenta el espíritu, además da de comer a muchos profesionales y a sus familias, directa e indirectamente, generando empleo y riqueza en numerosos sectores. 
28 ciudades se visten de rojo en este septiembre con el apoyo presencial de los principales afectados por la situación de discriminación que está padeciendo el mundo de la cultura y esos sectores que lo apoyan y dependen de él. Y con el respaldo virtual de muchos más, habitantes de otras ciudades, que se suman a esta denuncia y a la incompresión por el abandono y el desinterés de esos gobernantes y representantes políticos a los que se les llena la boca con la palabra cultura, a los que no dudan en hacerse la foto en esos eventos a cuyos organizadores y promotores están llevando a la ruina. ¿Para qué sirve un ministro de Cultura que deja caer el telón sin ni siquiera dar opción a levantarlo? 
Me pide el cuerpo un manifiesto para hacer una llamada a la movilización. Que no se apaguen las voces, que no bajemos las manos, que no dejemos de mover los pies, que el cuerpo no se duerma y que la cabeza no pare. 
¡Alerta roja!

lunes, 18 de julio de 2016

20 años de Etnosur


Ya lo decía Gardel en aquel tango “sentir que es un soplo la vida, que 20 años es nada”. Ya cantaba María Teresa Vera aquel bolero a ese amor de “veinte años atrás”. Y así entre otros sones y ritmos también hemos llegado a los 20 años de Etnosur, los Encuentros Étnicos de la Sierra Sur que parió el amigo Pedro Melguizo y que cada año nos hacen más viejos, este julio al menos dos décadas, pero que paradójicamente nos rejuvenecen. 
Siempre lo he dicho, para mí Etnosur es el Festival de la convivencia y el color. Podría decirse por tanto que es el Festival de la C. Entre otras cosas porque siempre se hace con, con música, con arte, con talento, con luz, con aroma, con esfuerzo, con generosidad, con participación, con los de aquí y con los de allá y con compromiso.  
Ya sé que me repito. Ya sé que no es la primera vez que escribo sobre Etnosur. Y tampoco será la última. Porque en esas dos décadas que ahora festejamos son muchos los viajes de ida y vuelta realizados, como esos sones que cruzaron el Atlántico en una y otra dirección, y porque espero que en los años venideros se produzcan nuevos viajes. Navegando por el mar de olivos entre Jaén y Alcalá la Real, tomando como referencia ese faro que es el castillo de La Mota y siguiendo ese haz de luz que invita a visitar, a conocer, a disfrutar, a convivir… y siempre, a soñar.
Insisto en la que cultura es un puente que conduce a la convivencia. Está abierto al tránsito y cualquiera pueda cruzarlo. No establece fronteras, no requiere pasaportes o visados y por supuesto carece de guardas uniformados y barreras. Pero demanda curiosidad, mentes abiertas y ganas de aprender. 
Ese puente se ha extendido los últimos 20 años durante 3 días en esta tierra fronteriza que no entiende de fronteras. Hemos disfrutado, hemos aprendido y hemos vivido. Hemos etnosureado. Porque mientras en otros lares engrasan los goznes y anhelan pesados cerrojos que conviertan puertas y pasos en infranqueables, aquí permanecen abiertas las ventanas para que fluya el aire de la sierra, un aire de palabras, de imágenes, de olores y de música. 
Estamos para otros 20, pero nos conformaremos con ir de uno en uno. En 2017, el 21. Y a seguir soplando velas. 

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El Hermitage en el Prado y una necesaria pedagogía del arte

Ofrece el Museo Nacional del Prado hasta el 25 de marzo de 2012 una muestra del arte del Museo Estatal de Hermitage. Primero fue el museo ruso con nombre francés¹ el que ofreció en San Petersburgo una selección de las obras del museo de Madrid, “El Prado en el Hermitage”, coincidiendo con la celebración del Año Dual España-Rusia en 2011, y por la que pasaron más de 630.000 visitantes, del 25 de febrero al 29 de mayo de este año.
Ahora, en el turno español, “El Hermitage en el Prado”, pueden contemplarse en la pinacoteca madrileña alrededor de 180 obras de arte: piezas de arqueología, joyas, artes decorativas, pinturas y esculturas, desde el siglo V a.C. hasta el siglo XX; de autores como Durero, Velázquez, Tiziano, Caravaggio, Rembrandt, Ingres, Monet, Picasso, Kandinsky, Rubens, Ribera, Malevich, Bernini, Canova o Rodin.
Visité esta exposición en El Prado el último fin de semana de noviembre, y al margen de las obras expuestas, que agotarían los adjetivos para calificarlas, me llamaron la atención dos cuestiones: la ausencia de niños y jóvenes en las dos salas donde se exponían los obras del Hermitage y la aglomeración de público frente a las obras más conocidas o promocionadas, como Tañedor de laúd, de Caravaggio (elegida como imagen de la exposición en Madrid), El estanque en Motgeron, de Monet, o El almuerzo, de Velázquez, mientras que otras como San Sebastián curado por las santas mujeres, de José de Ribera, Retrato de un estudioso, de Rembrandt, o El cuadrado negro, de Malevich, apenas concitaban interés. Del mismo modo, me llamó la atención el interés y los comentarios generados por las joyas, excepcionales sin duda, y la poca atención que se prestaba a las esculturas presentes en la exposición, por otra parte también excepcionales.
Ambas cuestiones me llevaron a plantearme nuestras carencias educativas. Afirma Francisco Calvo Serraller, en su Breve historia del Museo del Prado², que “la clave distintiva de nuestros museos, respecto a todos los precedentes de los siglos anteriores, consiste no sólo en su carácter público, sino, consecuentemente, en su finalidad educativa”. También subraya que “el nuevo Estado consideraba la educación y la cultura instrumentos primordiales para combatir la desigualdad social heredada, por lo que trató de que se universalizasen empleando todos los medios a su alcance”. Y añade que “aunque las obras de arte, por su naturaleza suntuaria, resultaban comparativamente más difíciles de democratizar, los poderes públicos también se empeñaron en su promoción social a través precisamente de los museos”.
Es indudable que el Museo del Prado, así como otros museos situados en distintos puntos de la geografía española, cumplen sobradamente esa finalidad educativa, incluso con programas específicos destinados a acercar el arte a niños y jóvenes. Por lo que esa carencia hay que situarla estrictamente en los ámbitos de la educación y la enseñanza o lo que es lo mismo, en los hogares y las escuelas.
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viernes, 15 de julio de 2011

La barraca del Zurdo

Días de teatro en Baeza. La muestra de artes escénicas UNIAescenaBaeza, que se celebra a la par y como complemento de la Escuela de Teatro de la UNIA, permite durante dos semanas disfrutar de un amplio programa de teatro, danza y títeres.
Representaciones como La barraca del Zurdo, de la compañía Laví e Bel. Una barraca contemporánea a aquella otra sobradamente conocida por ser su promotor aquel poeta y dramaturgo granadino asesinado en el mes de agosto del 36; Federico García Lorca, muerto por las balas, pero abatido por el germen de la intolerancia, por rancios modos y creencias, por la irracionalidad del exterminador y por todo aquello que revestido de decencia socava desde el provincianismo oscuro y profundo la convivencia, la fraternidad y la libertad.
Leí una referencia hace tiempo sobre esa barraca del Zurdo en un texto sobre las Misiones Pedagógicas de la República Española, pero sólo hace unas semanas he conocido la historia de Daniel Buenaventura “el Zurdo” y su barraca, por programarse esta obra en la edición de UNIAescenaBaeza de este año.
La barraca del Zurdo es la historia de una familia de la farándula, de 1920 a 1983; o lo que es lo mismo, una etapa de la historia de este país contada a través de las vivencias de algunos de aquellos perdedores, que sin embargo nunca fueron derrotados.
Por eso, La barraca del Zurdo es la memoria histórica de un sueño de libertad. Ese mismo sueño truncado durante 40 años y apenas recuperado entre 1976 y 1982. Y también es la historia de un compromiso con el teatro y con unos ideales, entre los que la cultura y la educación siempre fueron una prioridad.
La barraca del Zurdo evoca inevitablemente a Lorca y pese a ello, el exilio de Buenaventura y su familia y el desgarro provocado por ese destierro remiten consciente o inconscientemente a Cernuda. Al dolor por España de aquellos que injusta y erróneamente fueron calificados de antiespañoles o de malos españoles y que demostraron que el amor a la patria no tenía que ver con la palabrería, los gestos y los actos de uniformes y sotanas. De igual manera que en aquella época, el honor era algo ajeno a crucifijos y sables, pero podía adornar el cuchillo de una barraca.
Esta obra es una apuesta valiente por mantener la memoria y el compromiso, en un momento en que la sombra de los que truncan sueños de libertad se alarga y en el que demasiados sucumben a la tentación de dejar de soñar; acariciando peligrosamente la derrota.

jueves, 30 de junio de 2011

El llanto de Córdoba

Llora inconsolable Córdoba. De favorita para convertirse en Capital Cultural Europea ha pasado a ser la gran derrotada. El compromiso, la generosidad y el esfuerzo de los cordobeses no han recibido el premio que merecían. Y ni siquiera su historia y su tradición cultural se han visto reconocidas.
Sin dudar de los merecimientos culturales de las ciudades designadas, es difícil saber cuáles han sido los desmerecimientos de Córdoba, ante el desconocimiento sobre los criterios seguidos para la elección final.
Más allá de las expresiones culturales, Córdoba es sinónimo de valores y entre ellos destaca el de la tolerancia. Aquella que permitió la convivencia entre las denominadas 3 culturas: cristiana, judía y musulmana; la misma que permitió florecer un legado que ha llegado hasta nuestros días.
Valores reales, alejados de cualquier atisbo especulativo y por tanto ajenos a la variable de ser o no ser, que unidos a la cultura y a ese compromiso, generosidad y esfuerzo de los cordobeses constituyen a simple vista una marca imbatible. De ahí la desolación de una ciudad y de sus habitantes, cuya luz sirvió para iluminar el mundo en tiempos pretéritos y en los actuales no alcanza para alumbrar la mente de unos pocos.
Dicen que de las derrotas se aprende e incluso que contribuyen a fortalecernos. Y también dicen que es de buenos perdedores felicitar al vencedor. Aún así, hoy es más fácil sumarse al llanto del derrotado que a la alegría del triunfador.

martes, 20 de julio de 2010

La RaRa

Hace años que nuestros caminos se cruzaron. Dice que no tiene hijos, pero desde que la conozco no ha dejado de alumbrar criaturas.
En varias ocasiones he estado tentado de escribir un artículo sobre ella, pero soy conocedor de su pudor y consciente de que no le agradan los halagos. Así que aunque sea merecedora de ese artículo y de esos halagos, los pospondré una vez más.
Rakel Rodríguez es escritora y editora. Sabiendo de la dificultad para muchos autores, incluida ella, de publicar sus obras, se lanzó a la aventura editorial y creó Ediciones RaRo. Una apuesta romántica, frenética y limítrofe con la locura en un país en el que la cultura, sobre todo la que surge al margen de la “oficialidad”, está bajo sospecha.
Eso no le ha impedido publicar varios libros, de autores e ilustradores noveles y de algún autor consagrado, como el poeta jiennense Manuel Lombardo.
Ediciones RaRo está donde ella va. Valladolid, Granada, Jaén, Cabo de Gata… Y ahora, desde Hong Kong, nos llega su última criatura. Una revista, La RaRa, ideada en España y ultimada en la antigua colonia británica.
En origen, una publicación periódica de artículos y colaboraciones, en la que había reservado un apartado para la literatura y para la que echó mano de algunos de sus habituales “raros”, entre los que me hallo.
Al final, La RaRa es una revista literaria, cuyo primer número ha resultado ser un puente que cruza el Atlántico; desde España a Cuba, con parada en Matanzas. Y que se estrena con la publicación de 2 inéditos del escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez.
En diciembre de 2009 o enero de 2010, no recuerdo la fecha con precisión, Rakel me pidió dos artículos para su revista. Uno, generalista (que no tiene cabida en la revista, dado el magnífico rumbo tomado), y otro, sobre libros. Escribí este último sobre el escritor cubano Abilio Estévez. Sin saber entonces que se incluiría en una publicación dedicada a la literatura de ambos lados del Atlántico, y en particular en un número sobre la Isla.
El periodismo y la Isla son dos pasiones en mi vida. De modo que al recibir ayer la revista y ver que abordaba la literatura cubana sentí una enorme alegría por participar en este proyecto. Sin embargo, al conocer su contenido y a las personas que participaban en ella, me he sentido abrumado y descolocado. Nunca soñé o imaginé compartir las páginas de una publicación con autores de esta talla y calidad. Ahora todos somos “raros” y La RaRa es nuestra casa común. Visítenla. Serán bienvenidos.

domingo, 4 de julio de 2010

Los munícipes de la cebolla

En la ciudad en que habito, gobernada por el PSOE e IU, se “puja” por una escoba de plata, pero no se paga a la gente de la cultura. Un impago que no impide seguir organizando eventos culturales, incluso con la gente a la que se adeuda dinero, y por tanto, seguir incrementando la cebolla (deuda).
La escoba de plata se supone que es un reconocimiento a la limpieza en una ciudad. Algo difícil de comprender ya que en los últimos 15 años esa supuesta limpieza brilla por su ausencia. Además, la concesión despide un peculiar tufo, ya que en ella juega un decisivo papel la empresa concesionaria del servicio de limpieza, a la que ¡sorpresa! se le adeuda un pico.
La deuda con la gente de la cultura es otra demostración de la falta de limpieza en la ciudad. Y la montaña de basura crece por días, igual que la lista de acreedores.
Algunos casos eran conocidos por denuncias esporádicas de los afectados o por conversaciones con amigos. Hasta hace unos días, cuando en la presentación del evento “Jazz entre olivos”, su director, Ángel Millán, alma máter de la programación jazzística jiennense en las últimas décadas, anunciaba delante del concejal de Cultura y en plena comparecencia de prensa su dimisión. El motivo de la misma, el impago a los músicos participantes en la edición del pasado año.
A raíz de esta denuncia y esta dimisión pública se ha producido un movimiento sísmico entre la gente de la cultura de la ciudad, un efecto simpatía, que entre otras cosas ha generado una corriente de denuncia en la red, como la creación de la plataforma en Facebook ¿Qué hay de lo mío? (http://www.facebook.com/home.php?#!/pages/Que-hay-de-lo-mio/114253981954563), que va camino de convertirse en la mejor agenda cultural de la provincia.
De seguir así, todo artista que se precie deberá padecer el estigma de damnificado por el Ayuntamiento. Porque comienza a ser difícil encontrar a un solo artista jiennense e incluso a algunos foráneos cuyos bolsillos no estén más aligerados de lo que debieran por la morosidad municipal.
La especie no es nueva. Ya era práctica habitual durante el anterior mandato municipal, cuando entonces era el PP el que gobernaba con mayoría absoluta. Se ve que en tierra de lagartos afloran los camaleones, y los ahora gobernantes municipales son maestros del mimetismo en el impago.
Frente a la cultura, apuestan por la verdura. Y ellos mismos se postulan como los munícipes de la cebolla.

sábado, 20 de junio de 2009

Besar la lona

El boxeo está KO. Al menos eso parece si damos por bueno aquello de que lo que no se ve, no existe. Hubo un tiempo en que un campeón de boxeo, mundial o europeo, era una estrella. Hoy un campeón apenas es conocido en un pequeño círculo de profesionales y aficionados.
Hace un par de semanas oí en la SER a Javier Castillejo, “El lince de Parla”, defendiendo la práctica del boxeo. Castillejo es doble campeón mundial, además en dos categorías diferentes, superwelter y medio. Hablaba de un deporte duro, pero no violento. Dureza frente a violencia. Una demostración de que además de los guantes maneja con soltura el verbo.
Recuerdo que cuando era pequeño mi padre me llevó a alguna pelea vespertina en el Palacio de los Deportes de Madrid. Era el aperitivo previo a un combate importante, que yo por edad no podía presenciar. Tiempos en que nombres como Pedro Carrasco, Urtaín, Perico Fernández o Alfredo Evangelista, que llegó a pelear con Cassius Clay, no se confundían con los de un futbolista, un actor o un cantante de éxito.
Yo no soy un apasionado del boxeo, pero me gusta. No sólo por lo que es, por la puesta en escena de los dos púgiles en el cuadrilátero, sino por lo que ha representado, por lo que ha supuesto entre otros ámbitos para la cultura (literatura, fotografía, cine, pintura…). Y porque me parece una metáfora de la vida. De algunas vidas. Caer, besar la lona y levantarse para seguir encajando. Algunos logran mantenerse en pie, hacer bailar los pies, pero otros, vuelven a caer, vuelven a besar la lona.
No ha habido recreación del mundo del boxeo como la de las clásicas películas del cine norteamericano y la lista de actores que han dado vida a boxeadores es interminable: Errol Flyn, Kirk Douglas, Paul Newman, Robert de Niro, Russell Crowe, Denzel Washington, Will Smith y como no, hasta Silvester Stallone y su Rocky.
Cuentan que Hemingway y Picasso eran aficionados al boxeo. Como tal se reconoce el polifacético Gonzalo Suárez. Y el boxeo está presente en las obras de Eduardo Arroyo y Úrculo.
En la ciudad en la que habito hay dos hermanos con apellido de novela de García Márquez, los hermanos Buendía, apasionados por el boxeo. Raúl “Gordito” Buendía es boxeador y su hermano Jesús, es periodista y boxeador. Se han propuesto recuperarlo, así que han organizado varias veladas de boxeo, han montado un gimnasio y hasta una publicación, “Cutman”, que por la crisis se ha convertido en una página web. Incluso han creado el grupo “Cutman” en facebook: http://www.facebook.com/p.php?i=1071111902&k=SWD5YZUXTZ5M5JFCRG3YYQ
Comparten estos proyectos con un negocio de hostelería familiar con nombre evocador, “El Alambique”, y aún así, no se muy bien cómo sacan tiempo para alimentar su pasión. Supongo que con una dosis elevada de tesón y sacrificio, que me hace pensar en aquella expresión de “tipos hechos de otra pasta”.
Imagino que los hermanos Buendía no son únicos y que habrá muchos tipos como ellos, dispuestos a que el boxeo siga ocupando una parte importante de sus vidas y de las de otros, aunque de vez en cuando haya que besar la lona.
A mí me parece que la historia de estos hermanos y la de otras gentes son de interés para el resto de la sociedad; del mismo modo que pienso que el boxeo debería ocupar un espacio en la sección deportiva de los medios de comunicación, audiovisuales y escritos, del que en un alarde de hipocresía hoy no dispone.
El País es uno de esos medios de comunicación que no informa sobre el boxeo, pero al menos lo reconoce y no se esconde: “El periódico no publica informaciones sobre la competición boxística, salvo las que den cuenta de accidentes sufridos por púgiles o reflejen el sórdido mundo de esta actividad. La línea editorial del periódico es contraria al fomento del boxeo, y por ello renuncia a recoger noticias que puedan contribuir a su difusión”. Principios. Política Editorial 1.4. EL PAIS, Libro de Estilo, junio 1990.
A mí como lector de El País, viejo lector, me gustaría que cambiase esta política informativa, que además contrasta con la de otros medios del grupo Prisa, basta recordar que Canal Plus emitía combates de boxeo. Y también me gustaría que el resto de medios de comunicación que discriminan el boxeo, no lo hicieran, porque a pesar de lo que pueda parecer y puedan creer o desear algunos, lo que no se ve, también existe.
Ilustración: "Panamá", de Eduardo Arroyo

domingo, 24 de mayo de 2009

Lo que aquí no pase

La sensibilidad no tiene porque ir acompañada del gusto, pero si debería acompañar a la cultura. A cualquier expresión cultural. En tiempos no muy lejanos se asociaba la sensibilidad hacia la cultura con la izquierda y la desafección hacia ésta con la derecha. Fruto sin duda de las persecuciones de los sistemas y los pensamientos totalitarios hacia cualquier atisbo de crítica o labor creativa no tutelada. Como es obvio se identificaban esos sistemas y pensamientos totalitarios sólo con una parte del espectro ideológico, olvidando por ejemplo gulags y similares centros de retiro y recreo para los denominados disidentes.
En estados democráticos, actitudes como la mantenida por una parte del espectro ideológico respecto a los actores y otros representantes de la cultura española y su derecho a expresarse y manifestarse han contribuido a mantener en el tiempo esa percepción. Y eso a pesar del burdo intento de alguno de los máximos exponentes de ese espectro ideológico de envolverse con las páginas de Azaña, Cernuda y Alberti.
Las torpezas y las renuncias de la izquierda en éste como en otros campos han permitido a la otra parte del espectro ideológico enarbolar banderas ajenas a su esencia y enhebrar discursos en defensa de algo en lo que ni siquiera cree, pero estima le aportará beneficios al menos a corto plazo.
En la ciudad en la que habito estamos viviendo uno de esos episodios de torpeza y renuncia y de banderas y discursos. El Ayuntamiento, gobernado en coalición por PSOE e IU, ha destruido una escultura, previamente retirada de la vía pública. Indiscutiblemente, una muestra de falta de sensibilidad y desafectación hacia la cultura.
La escultura, ‘Inercias’, estaba compuesta por unas aguadas (técnica combinada con dibujos a pluma) urbanas pintadas en círculos sostenidos por una estructura metálica de color cobalto y púrpura. Era obra de un artista local, David Padilla, que la vendió hace 10 años al Ayuntamiento, entonces gobernado por el PP, por 4 millones de pesetas (24.000 euros), sin imaginar que su obra acabaría convertida en chatarra. Formaba parte de un proyecto de museo al aire libre, de ahí su ubicación en la vía pública.
El concejal socialista del área municipal responsable de la destrucción de la escultura ha afirmado que ha sido “un error” y la oposición municipal, el PP, acusa al Ayuntamiento de “destrucción del patrimonio municipal” y amenaza con presentar una denuncia en los tribunales.
El primero, como tantos otros políticos (basta con mirar a algún ex ministro en el Congreso de los Diputados), no va a asumir responsabilidad alguna por el error y los segundos no parecen dispuestos a dar explicaciones de porqué un ayuntamiento con graves problemas económicos se permite el lujo de gastarse 4 millones de pesetas de 1999 en una escultura. No cuestiono el precio de la obra, ya que está sujeto a la tasación del artista y al propio mercado del arte, pero sí me parece discutible el hecho de que un Ayuntamiento de una capital de provincia con amplias carencias se permita en ese apartado un gasto de esa cuantía con cargo a las arcas públicas.
El artista, que ha calificado el acto de “vandalismo institucional”, ha recibido disculpas del Ayuntamiento y el compromiso de encargarle una obra similar a la destruida. Y un grupo de profesores de la Universidad, solidario con David Padilla, ha calificado el hecho de “atropello” y afirma que “se han vulnerado sus derechos como autor y se ha desestimado la importancia de la imagen como creación, en este caso el respeto que merece toda obra artística”.
Bien es cierto que la escultura no gustaba, entre los que me encuentro, a muchos, del mismo modo que también es cierto que su ubicación deslucía la obra. Sin embargo, eso no debería implicar la insensibilidad y la desafectación. El propio Padilla lo corroboraba “es la insensibilidad municipal por el arte, con independencia de que guste más o menos”.