Llora inconsolable Córdoba. De favorita para convertirse en Capital Cultural Europea ha pasado a ser la gran derrotada. El compromiso, la generosidad y el esfuerzo de los cordobeses no han recibido el premio que merecían. Y ni siquiera su historia y su tradición cultural se han visto reconocidas.
Sin dudar de los merecimientos culturales de las ciudades designadas, es difícil saber cuáles han sido los desmerecimientos de Córdoba, ante el desconocimiento sobre los criterios seguidos para la elección final.
Más allá de las expresiones culturales, Córdoba es sinónimo de valores y entre ellos destaca el de la tolerancia. Aquella que permitió la convivencia entre las denominadas 3 culturas: cristiana, judía y musulmana; la misma que permitió florecer un legado que ha llegado hasta nuestros días.
Valores reales, alejados de cualquier atisbo especulativo y por tanto ajenos a la variable de ser o no ser, que unidos a la cultura y a ese compromiso, generosidad y esfuerzo de los cordobeses constituyen a simple vista una marca imbatible. De ahí la desolación de una ciudad y de sus habitantes, cuya luz sirvió para iluminar el mundo en tiempos pretéritos y en los actuales no alcanza para alumbrar la mente de unos pocos.
Dicen que de las derrotas se aprende e incluso que contribuyen a fortalecernos. Y también dicen que es de buenos perdedores felicitar al vencedor. Aún así, hoy es más fácil sumarse al llanto del derrotado que a la alegría del triunfador.
Sin dudar de los merecimientos culturales de las ciudades designadas, es difícil saber cuáles han sido los desmerecimientos de Córdoba, ante el desconocimiento sobre los criterios seguidos para la elección final.
Más allá de las expresiones culturales, Córdoba es sinónimo de valores y entre ellos destaca el de la tolerancia. Aquella que permitió la convivencia entre las denominadas 3 culturas: cristiana, judía y musulmana; la misma que permitió florecer un legado que ha llegado hasta nuestros días.
Valores reales, alejados de cualquier atisbo especulativo y por tanto ajenos a la variable de ser o no ser, que unidos a la cultura y a ese compromiso, generosidad y esfuerzo de los cordobeses constituyen a simple vista una marca imbatible. De ahí la desolación de una ciudad y de sus habitantes, cuya luz sirvió para iluminar el mundo en tiempos pretéritos y en los actuales no alcanza para alumbrar la mente de unos pocos.
Dicen que de las derrotas se aprende e incluso que contribuyen a fortalecernos. Y también dicen que es de buenos perdedores felicitar al vencedor. Aún así, hoy es más fácil sumarse al llanto del derrotado que a la alegría del triunfador.
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