Hay pocas cosas tan difíciles de revertir como un titular de prensa. Cuando las letras de molde dictan sentencia, la condena es segura, sin juicio y aunque después se demuestre la falsedad del titular. Algo excesivamente habitual en algunas publicaciones periódicas españolas y que sin embargo, no debe esconder la buena praxis periodística de otros profesionales y medios de comunicación.
El juez Baltasar Garzón sabe algo, yo diría que bastante, de esto, pero el daño ya está hecho y se ha conseguido, con la colaboración de no pocos y de variada condición, uno de los objetivos principales de la campaña en su contra, alejarlo del ejercicio de la profesión en España y en especial, de cualquier atisbo de administrar justicia a víctimas y verdugos de la dictadura franquista. Dictadura al frente de la que había un dictador, algo sabido pero que conviene recordar, visto lo visto y leído lo leído, en estos tiempos de bondadoso revisionismo enciclopédico con el golpista y genocida.
Ante el poder desplegado por los responsables directos de la barbarie y por sus herederos, sanguíneos o ideológicos, parece exigua la victoria lograda por Garzón tras recusar el Tribunal Supremo a cinco de los siete magistrados de la Sala de lo Penal que debían juzgarle por presunta prevaricación en su apertura de la causa contra el franquismo y a los que el juez Garzón acusó de falta de imparcialidad.
Ahora que 3 jueces del Constitucional han sacado los colores a los políticos y han interrumpido su baile sobre la tumba de Montesquieu, no está de más que el rubor tinte las caras de los 5 magistrados del Supremo recusados: Juan Saavedra, Adolfo Prego, Juan Ramón Berdugo, Francisco Monterde y Joaquín Jiménez García. Pero además sería deseable que la opinión pública conociera los verdaderos motivos de su hoy evidenciada parcialidad en el proceso contra Garzón y su grado de implicación en esta operación de acoso y derribo contra el juez jiennense.
Afirma Emilio Silva, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que “retirar a estos jueces, igual que retirar en su día a Falange de la acusación, lava la imagen del Supremo, pero sigue siendo lamentable que vayan a juzgar a Garzón por abrir esta investigación. Es el mundo al revés” (El País, martes 14 de junio de 2011).
La paradoja y el esperpento continúan vigentes. El juez que abrió la causa contra el franquismo, Baltasar Garzón, sigue siendo el único reo que se sentará en el banquillo de los acusados por los crímenes y desapariciones de la dictadura franquista.
El juez Baltasar Garzón sabe algo, yo diría que bastante, de esto, pero el daño ya está hecho y se ha conseguido, con la colaboración de no pocos y de variada condición, uno de los objetivos principales de la campaña en su contra, alejarlo del ejercicio de la profesión en España y en especial, de cualquier atisbo de administrar justicia a víctimas y verdugos de la dictadura franquista. Dictadura al frente de la que había un dictador, algo sabido pero que conviene recordar, visto lo visto y leído lo leído, en estos tiempos de bondadoso revisionismo enciclopédico con el golpista y genocida.
Ante el poder desplegado por los responsables directos de la barbarie y por sus herederos, sanguíneos o ideológicos, parece exigua la victoria lograda por Garzón tras recusar el Tribunal Supremo a cinco de los siete magistrados de la Sala de lo Penal que debían juzgarle por presunta prevaricación en su apertura de la causa contra el franquismo y a los que el juez Garzón acusó de falta de imparcialidad.
Ahora que 3 jueces del Constitucional han sacado los colores a los políticos y han interrumpido su baile sobre la tumba de Montesquieu, no está de más que el rubor tinte las caras de los 5 magistrados del Supremo recusados: Juan Saavedra, Adolfo Prego, Juan Ramón Berdugo, Francisco Monterde y Joaquín Jiménez García. Pero además sería deseable que la opinión pública conociera los verdaderos motivos de su hoy evidenciada parcialidad en el proceso contra Garzón y su grado de implicación en esta operación de acoso y derribo contra el juez jiennense.
Afirma Emilio Silva, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que “retirar a estos jueces, igual que retirar en su día a Falange de la acusación, lava la imagen del Supremo, pero sigue siendo lamentable que vayan a juzgar a Garzón por abrir esta investigación. Es el mundo al revés” (El País, martes 14 de junio de 2011).
La paradoja y el esperpento continúan vigentes. El juez que abrió la causa contra el franquismo, Baltasar Garzón, sigue siendo el único reo que se sentará en el banquillo de los acusados por los crímenes y desapariciones de la dictadura franquista.
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