Vivir con miedo no es una buena elección. Y sin embargo, el miedo nos acompaña desde nuestros primeros pasos. Aquellos que nos protegen, los que nos muestran el camino, nos abren las puertas al temor. En ocasiones nos inculcan hasta sus propios miedos, a los que cuesta media vida alejar o a los que nunca se logra espantar. Así que vivimos con el temor aprendido y con el heredado.
Vivimos con el miedo a la pérdida. Estigmatizados por la ausencia. Vivimos con el miedo al diferente. Como paradigma de lo desconocido. Vivimos con el miedo a lo que no comprendemos, a lo inalcanzable, a lo que será y a lo que no podrá ser, a la memoria y al olvido, a los afectos y a la carencia de ellos…Y vivimos con el temor supremo, el miedo a la muerte; en cuyo revés se halla el miedo a la vida. Miedos sumados y multiplicados.
El miedo es un laberinto, con infinitos senderos y caminantes sin rumbo, que vagan privados de guijarros blancos y del collar de bellas Ariadnas. Mitad Teseos, mitad Minotauros, avanzamos convencidos de ser Teseos, ignorantes de si adentrarnos en el laberinto supone acercarnos a la salida o quedar encerrados en él. Reclamemos pues el espíritu burlón frente al heroísmo, porque si no podemos vencerlo, al menos hagamos burla del miedo.
Sin olvidar que hay quien agita el miedo como un mandoble para cobrar víctimas o adeptos. Y que hay quien reivindica el miedo como un instrumento para seguir vivo.
Vivimos con el miedo a la pérdida. Estigmatizados por la ausencia. Vivimos con el miedo al diferente. Como paradigma de lo desconocido. Vivimos con el miedo a lo que no comprendemos, a lo inalcanzable, a lo que será y a lo que no podrá ser, a la memoria y al olvido, a los afectos y a la carencia de ellos…Y vivimos con el temor supremo, el miedo a la muerte; en cuyo revés se halla el miedo a la vida. Miedos sumados y multiplicados.
El miedo es un laberinto, con infinitos senderos y caminantes sin rumbo, que vagan privados de guijarros blancos y del collar de bellas Ariadnas. Mitad Teseos, mitad Minotauros, avanzamos convencidos de ser Teseos, ignorantes de si adentrarnos en el laberinto supone acercarnos a la salida o quedar encerrados en él. Reclamemos pues el espíritu burlón frente al heroísmo, porque si no podemos vencerlo, al menos hagamos burla del miedo.
Sin olvidar que hay quien agita el miedo como un mandoble para cobrar víctimas o adeptos. Y que hay quien reivindica el miedo como un instrumento para seguir vivo.
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