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jueves, 16 de junio de 2011

Cinco de siete

Hay pocas cosas tan difíciles de revertir como un titular de prensa. Cuando las letras de molde dictan sentencia, la condena es segura, sin juicio y aunque después se demuestre la falsedad del titular. Algo excesivamente habitual en algunas publicaciones periódicas españolas y que sin embargo, no debe esconder la buena praxis periodística de otros profesionales y medios de comunicación.
El juez Baltasar Garzón sabe algo, yo diría que bastante, de esto, pero el daño ya está hecho y se ha conseguido, con la colaboración de no pocos y de variada condición, uno de los objetivos principales de la campaña en su contra, alejarlo del ejercicio de la profesión en España y en especial, de cualquier atisbo de administrar justicia a víctimas y verdugos de la dictadura franquista. Dictadura al frente de la que había un dictador, algo sabido pero que conviene recordar, visto lo visto y leído lo leído, en estos tiempos de bondadoso revisionismo enciclopédico con el golpista y genocida.
Ante el poder desplegado por los responsables directos de la barbarie y por sus herederos, sanguíneos o ideológicos, parece exigua la victoria lograda por Garzón tras recusar el Tribunal Supremo a cinco de los siete magistrados de la Sala de lo Penal que debían juzgarle por presunta prevaricación en su apertura de la causa contra el franquismo y a los que el juez Garzón acusó de falta de imparcialidad.
Ahora que 3 jueces del Constitucional han sacado los colores a los políticos y han interrumpido su baile sobre la tumba de Montesquieu, no está de más que el rubor tinte las caras de los 5 magistrados del Supremo recusados: Juan Saavedra, Adolfo Prego, Juan Ramón Berdugo, Francisco Monterde y Joaquín Jiménez García. Pero además sería deseable que la opinión pública conociera los verdaderos motivos de su hoy evidenciada parcialidad en el proceso contra Garzón y su grado de implicación en esta operación de acoso y derribo contra el juez jiennense.
Afirma Emilio Silva, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que “retirar a estos jueces, igual que retirar en su día a Falange de la acusación, lava la imagen del Supremo, pero sigue siendo lamentable que vayan a juzgar a Garzón por abrir esta investigación. Es el mundo al revés” (El País, martes 14 de junio de 2011).
La paradoja y el esperpento continúan vigentes. El juez que abrió la causa contra el franquismo, Baltasar Garzón, sigue siendo el único reo que se sentará en el banquillo de los acusados por los crímenes y desapariciones de la dictadura franquista.

lunes, 12 de abril de 2010

Vamos, vamos, Argentina


Hoy me siento Argentina. En Buenos Aires (la ciudad que nunca habité) vuelvo a pisar las calles nuevamente. Esas mismas calles que pisé desde Madrid hace ya muchos años para acompañar en la distancia a las Madres de Mayo reclamando justicia y dignidad. Esas calles que pisé a ritmo de tango de Carlitos Gardel o Discépolo, con las letras de Borges y Sábato, con el gaucho Martín Fierro, con las imágenes de “La historia oficial” o con las gambetas de Maradona.
Hoy un océano se vuelve chiquito y apenas alargando la mano alcanzamos la otra orilla. Argentina y España, hermanos de lengua y sangre, víctimas del terror de los “milicos” en el siglo XX, unen a pesar de la distancia esa mano en busca de justicia. Ayer fueron Videla, Galtieri… hasta 3 Juntas militares responsables de dictar el terror allá en Argentina. Y hoy (en realidad, será el miércoles cuando se presente en la Comisión Federal argentina una querella por genocidio y crímenes contra la humanidad durante la Guerra Civil española y la dictadura franquista) es el turno del dictador español; pese al intento desesperado de sus herederos por rendir cuentas sólo “ante Dios y ante la historia” y no hacerlo ante la Justicia.
No hay ley del “Punto final”, se llame en España Ley de Amnistía de 1977 o cómo quiera denominarse, ni allá, ni acá, para los delitos de lesa humanidad ante el principio de justicia universal. Y la cacería contra el juez Baltasar Garzón, desatada en España por los herederos de los cómplices de la dictadura y por algunas de las víctimas de la judicatura cobradas por Garzón en su vida profesional, ha logrado el efecto contrario y lejos de parar el proceso contra los crímenes de la dictadura franquista, lo ha impulsado. Una cacería que a la par causa vergüenza y nos abochorna más allá de nuestras fronteras, como recoge la prensa internacional asombrada y aturdida por el acoso y derribo al juez Garzón.
Un juez debe hacer cumplir la ley, pero sin renunciar a la justicia. Y hoy a Garzón quieren sentarlo en el banquillo, apartarlo de la judicatura e incluso condenarlo, interpretando la ley y renunciando a la justicia. El juez Luciano Varela debería arrojar luz sobre estas ‘extrañas’ leyes o sobre su peculiar aplicación. Y va a tener una oportunidad excepcional de hacerlo si se admiten a trámites las querellas por prevaricación que hoy lunes van a presentar contra él varias Asociaciones de la Memoria Histórica, a las que espero se sumen en breve otras. Ahora conviene recordar también aquello de que ningún juez está por encima de la ley.
Foto: Plaza de Mayo, en Buenos Aires (Argentina), tomada de http://farm1.static.flickr.com/12/69787006_271140ba11_o.jpg.