Los medios de comunicación crean monstruos. En realidad, no es cierto. Lo parece, pero sólo se limitan a hacer visible ese monstruo que todos llevamos dentro. Ese mismo que no se resiste a un mínimo de 3 minutos de gloria y que si le dejan está dispuesto a permanecer horas en la pantalla del televisor u ocupando páginas de periódicos y minutos en las ondas.
No, los medios de comunicación y los periodistas no creamos los monstruos, pero sí somos responsables de abrirles la puerta, de alimentarlos y de permitirles que permanezcan entre nosotros hasta que sucumben por la aparición de nuevos monstruos o son víctimas de su propia vacuidad.
A raíz de la aprobación y entrada vigor de la denominada Ley antitabaco hemos asistido, diría que atónitos e impertérritos, a la irrupción en nuestra rutina de una serie de personajes anónimos dispersos en varios puntos geográficos de España, cuyos logros eran ser propietarios de establecimientos hosteleros, bien bares o bien restaurantes, que se negaban a cumplir la mencionada ley.
A priori parecía simplemente una demostración de ignorancia o una campaña publicitaria gratuita para poblaciones y negocios. Ciertamente no son más que un grano de arena en el desierto, pero los medios de comunicación en lugar de cumplir su función de denuncia han optado por el amarillismo y por actuar de altavoz de uno de estos propietarios, casi elevando lo excepcional a lo ejemplar.
Ha ocurrido en la región que habito. Pero en defensa de los andaluces, al margen de aquellos que demuestren tener tan poco respeto por la ley como el propietario en cuestión, he de dejar constancia de que el tipo no es de aquí, sino que es uno de tantos a los que se ha acogido en esta hospitalaria tierra sin exigirle pedigrí alguno o rh positivo o negativo.
Así que ante la receptividad de los medios y un añadido de estupidez colectiva, el tipo, propietario de un asador en Marbella, se ha crecido y amparándose en la libertad de expresión ha mezclado churras con merinas (gobierno, marxismo, terrorismo...), para acabar presumiendo de criadillas y amenazar hasta al lucero del alba.
En materia avícola respondo con lo que me otorgó la naturaleza, un par como al resto de los mortales de sexo masculino, aunque dejé aparcada la ley de “misco” en tiempos de juventud, y los excesos de testosterona, vengan del premier italiano o de este neofascista de medio pelo que olvida que las leyes pueden no gustarnos pero eso no impide que haya que cumplirlas, además de producirme vergüenza ajena, me parecen una innegable muestra de falta de argumentos.
Y no me consuela pensar y mucho menos constatar aquello de que somos así. Porque me parece lamentable y denunciable la actitud de este individuo; vergonzosa como ciudadano y como profesional la actitud de los medios de comunicación ofreciendo minutos y páginas de cobertura a las bravatas de este tipo, y absolutamente desmesurada la sanción económica impuesta por la Junta de Andalucía, cuyo abono, me temo, se hará con la pasta que aflojen algunos medios de comunicación privados que no van a dudar en ofrecerle un cheque en blanco para que siga su vomito mental en horario de máxima audiencia.
No, los medios de comunicación y los periodistas no creamos los monstruos, pero sí somos responsables de abrirles la puerta, de alimentarlos y de permitirles que permanezcan entre nosotros hasta que sucumben por la aparición de nuevos monstruos o son víctimas de su propia vacuidad.
A raíz de la aprobación y entrada vigor de la denominada Ley antitabaco hemos asistido, diría que atónitos e impertérritos, a la irrupción en nuestra rutina de una serie de personajes anónimos dispersos en varios puntos geográficos de España, cuyos logros eran ser propietarios de establecimientos hosteleros, bien bares o bien restaurantes, que se negaban a cumplir la mencionada ley.
A priori parecía simplemente una demostración de ignorancia o una campaña publicitaria gratuita para poblaciones y negocios. Ciertamente no son más que un grano de arena en el desierto, pero los medios de comunicación en lugar de cumplir su función de denuncia han optado por el amarillismo y por actuar de altavoz de uno de estos propietarios, casi elevando lo excepcional a lo ejemplar.
Ha ocurrido en la región que habito. Pero en defensa de los andaluces, al margen de aquellos que demuestren tener tan poco respeto por la ley como el propietario en cuestión, he de dejar constancia de que el tipo no es de aquí, sino que es uno de tantos a los que se ha acogido en esta hospitalaria tierra sin exigirle pedigrí alguno o rh positivo o negativo.
Así que ante la receptividad de los medios y un añadido de estupidez colectiva, el tipo, propietario de un asador en Marbella, se ha crecido y amparándose en la libertad de expresión ha mezclado churras con merinas (gobierno, marxismo, terrorismo...), para acabar presumiendo de criadillas y amenazar hasta al lucero del alba.
En materia avícola respondo con lo que me otorgó la naturaleza, un par como al resto de los mortales de sexo masculino, aunque dejé aparcada la ley de “misco” en tiempos de juventud, y los excesos de testosterona, vengan del premier italiano o de este neofascista de medio pelo que olvida que las leyes pueden no gustarnos pero eso no impide que haya que cumplirlas, además de producirme vergüenza ajena, me parecen una innegable muestra de falta de argumentos.
Y no me consuela pensar y mucho menos constatar aquello de que somos así. Porque me parece lamentable y denunciable la actitud de este individuo; vergonzosa como ciudadano y como profesional la actitud de los medios de comunicación ofreciendo minutos y páginas de cobertura a las bravatas de este tipo, y absolutamente desmesurada la sanción económica impuesta por la Junta de Andalucía, cuyo abono, me temo, se hará con la pasta que aflojen algunos medios de comunicación privados que no van a dudar en ofrecerle un cheque en blanco para que siga su vomito mental en horario de máxima audiencia.
La basura no distingue ni entiende de géneros, creo que ya tenemos la parejita. La indocumentada, analfabeta e ignorante estrella de la televisión española de Berlusconi ya tiene partenaire. La bobería ilustrada incrementa la cuota de pantalla. El reloj de los minutos de gloria no necesita que le den cuerda y continúa devorando horas. Ya se que los ignorantes somos los otros, porque ellos se lo llevan calentito, pero que tiempos aquellos en los que las páginas de un periódico envolvían el pescado y no había duda sobre dónde estaba el besugo.
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