lunes, 7 de febrero de 2011

Si la hubiera

Los de la boina con capucha y su entorno han vuelto a defraudarnos. Podríamos volver a hablar de oportunidad perdida, pero ignoro si merece la pena, porque ya son tantas que uno pierde la cuenta y sobre todo, se sitúa en el escepticismo, sin abandonar la esperanza de un desenlace definitivo y real.
Es evidente que algunos, al margen de su ideología y de llevar la boina con o sin capucha, prefieren demorar sine die el fin del terrorismo, para construir un discurso y ocupar un espacio que de otro modo no tendrían, para obtener réditos electorales o para garantiza un estatus basado en la extorsión económica y en los asesinatos. Es sabido que los extremos se tocan y en este país vamos sobrados de radicales nacionalistas, se apelliden Uribarrena o Mayor.
Pese a ambos, es innegable que algo hemos avanzado con respecto a los últimos tiempos y que el mensaje emitido hoy por la denominada izquierda abertzale supone una novedad formal en relación a los anteriores mensajes. Insuficiente a todas luces, salvo para los que situados en uno de los mencionados extremos y en defensa de sus intereses electorales se han apresurado a expedir certificados de buena conducta y a proclamar la bondad de los que hasta ayer respaldaban con su silencio y con hechos a los de la bomba y el tiro en la nuca.
En esas aguas revueltas, los del otro extremo, atemorizados ante la posibilidad de que su principal adversario político pudiera lograr el fin del terrorismo, han vuelto a realizar, a través de la ManchegaSuperstar, una pirueta de doble tirabuzón. Por un lado, evitando a la vez respaldar y desautorizar al de la boina calada hasta la oreja, y por otro, buscando encaje en una ley, la denominada Ley de Partidos Políticos, de dudosa constitucionalidad y desde luego, escasamente democrática; una actitud que evidencia los vaivenes de un partido que reclama el cumplimiento de las leyes cuando afectan a otros y pone patas arriba el Estado de derecho cuando se trata de aplicárselas a ellos.
Ese asomar la patita por parte de ambos no descubre nada nuevo. Aunque es conveniente que se retraten, por si a alguno de sus seguidores le diera por descubrirse y airear la testa. En esta ocasión bastaba con escuchar en lugar de poner la oreja. La insuficiencia del mensaje emitido se aprecia en una nueva demostración del retorcimiento de las palabras como si fueran garrotes. No sólo no se condena al terrorismo, sino que se manifiesta un rechazo a la violencia que es irreal, ya que se sustenta en una hipótesis: el rechazo, no condena, a la violencia, incluida la de ETA, si la hubiera. Es decir, que se juega la carta de una hipótesis de futuro desmentida por el presente tras el anuncio de tregua de la banda terrorista, que en buena lógica ha de suponer el fin de los atentados y por tanto, de la violencia.
La verdadera inflexión y el compromiso con los valores democráticos pasan por la petición pública a los del hacha y la serpiente del abandono de las armas y por la condena sin ambigüedad de la violencia. El resto son piruetas y equilibrios que mientras no se demuestre lo contrario sólo sirven para alimentar los radicalismos periféricos o centrales y mantener un escenario que sólo interesa a aquellos que utilizan el terrorismo como coartada.

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