Hay quien contempla el cielo con temor a que se desplome sobre su cabeza. Y también quien espera que carros envueltos en llamas asciendan a él y después, vive con el miedo producido por la incertidumbre de saber dónde caerá el carro. Incluso los hay que anhelan el abrazo de la muerte para habitar eternamente en él.
A mí me gustan más aquellos que pierden su mirada en el cielo buscando las imposibles formas de las nubes, embelesados con lejanos planetas o persiguiendo las estrellas. O aquellos otros que en día de lluvia alzan la mirada para sentir las gotas de agua en la cara.
En la ciudad que habito, días atrás, aquellos que miraban al cielo no hallaron motivos para el temor (salvo catástrofe que no sucedió), pero si para la sorpresa, al ser testigos excepcionales del vuelo de un guerrero de 6 metros de altura.
Nada que ver con el vuelo de Ícaro, pues a las claras se observaba el cable de la grúa que sostenía al guerrero en el aire, pero sin duda épico por su condición de guerrero y por sus dimensiones.
De nombre Culcas, es la representación de un guerrero íbero. Una escultura realizada en hierro (salvo el casco, elaborado en poliuretano) por José F. Ríos, nacido en Orcera, en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, pero afincado en Jaén. El mismo artista creador de aquellos pavos y aquel jardín, realizados con material desechable de obras, y que se pavonean y florecen en las rotondas de acceso a la Universidad. Creaciones a las que ha ido sumando otras esculturas integradas en diferentes espacios de la ciudad, que además de contribuir a un cambio de su fisonomía, incrementan su patrimonio, por la propia obra y por su contribución paisajística.
La provincia que habito es conocida fundamentalmente por el aceite de oliva, por sus espacios naturales protegidos y por su legado renacentista, representado en las ciudades de Baeza y Úbeda, y como no, en la Catedral de Jaén. Pero muchos desconocen la importancia de su legado íbero; entre otras cosas por la demora en la construcción de un museo, que por fin avanza a buen ritmo y que acogerá los restos de esa herencia íbera y se convertirá, estoy seguro, en una referencia esencial de un periodo histórico y de una cultura de la que somos deudores.
El guerrero Culcas, instalado ya en su atalaya, está más cerca del cielo que nosotros, por altura y ubicación. Al contemplarlo, conviene recordar que para saber adónde vamos, antes hemos de conocer de dónde venimos. Y para ello es inevitable mirar al suelo. E incluso, descender al subsuelo. Volver la vista atrás, aunque algunos sólo vean en ello demonios que les privan de la libertad de volar. Aún con cables.
A mí me gustan más aquellos que pierden su mirada en el cielo buscando las imposibles formas de las nubes, embelesados con lejanos planetas o persiguiendo las estrellas. O aquellos otros que en día de lluvia alzan la mirada para sentir las gotas de agua en la cara.
En la ciudad que habito, días atrás, aquellos que miraban al cielo no hallaron motivos para el temor (salvo catástrofe que no sucedió), pero si para la sorpresa, al ser testigos excepcionales del vuelo de un guerrero de 6 metros de altura.
Nada que ver con el vuelo de Ícaro, pues a las claras se observaba el cable de la grúa que sostenía al guerrero en el aire, pero sin duda épico por su condición de guerrero y por sus dimensiones.
De nombre Culcas, es la representación de un guerrero íbero. Una escultura realizada en hierro (salvo el casco, elaborado en poliuretano) por José F. Ríos, nacido en Orcera, en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, pero afincado en Jaén. El mismo artista creador de aquellos pavos y aquel jardín, realizados con material desechable de obras, y que se pavonean y florecen en las rotondas de acceso a la Universidad. Creaciones a las que ha ido sumando otras esculturas integradas en diferentes espacios de la ciudad, que además de contribuir a un cambio de su fisonomía, incrementan su patrimonio, por la propia obra y por su contribución paisajística.
La provincia que habito es conocida fundamentalmente por el aceite de oliva, por sus espacios naturales protegidos y por su legado renacentista, representado en las ciudades de Baeza y Úbeda, y como no, en la Catedral de Jaén. Pero muchos desconocen la importancia de su legado íbero; entre otras cosas por la demora en la construcción de un museo, que por fin avanza a buen ritmo y que acogerá los restos de esa herencia íbera y se convertirá, estoy seguro, en una referencia esencial de un periodo histórico y de una cultura de la que somos deudores.
El guerrero Culcas, instalado ya en su atalaya, está más cerca del cielo que nosotros, por altura y ubicación. Al contemplarlo, conviene recordar que para saber adónde vamos, antes hemos de conocer de dónde venimos. Y para ello es inevitable mirar al suelo. E incluso, descender al subsuelo. Volver la vista atrás, aunque algunos sólo vean en ello demonios que les privan de la libertad de volar. Aún con cables.
Foto: El guerrero íbero Culcas, de FJC.
Vídeo. Culkas, de Sitoh.
Vídeo. Culkas, de Sitoh.
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