martes, 1 de febrero de 2011

Descabezados

A veces se me va la cabeza. No se confundan, no me refiero a que se me va la olla, sino a que continente y contenido, como si fueran una unidad, abandonan el resto de mi cuerpo, sin previo aviso y sin que pueda impedirlo.
Con el paso del tiempo y superadas las etapas de la ingesta evasora tan sólo he conseguido anudar un invisible cordel a la base del cerebro, así que ahora la cabeza no puede escapar del resto de mi cuerpo más allá de la longitud de ese hilo invisible.
He procurado que esas evasiones se produzcan en privado, algo que como es obvio no siempre consigo. De modo que resultaba grotesco y fantasmal para aquellos con los que cruzaba camino contemplar deambulando a un cuerpo con la cabeza flotando a la derecha o a la izquierda y con la mano del mismo lado apretando con fuerza el vacío como si sujetara algo.
En ese proceso de escisión he llegado a temer porque la cosa fuera a más y los remos superiores e inferiores se desmembraran del tronco y me obligaran a aprovisionarme con un ovillo de ese hilo invisible para evitar su emancipación y dotarlos de una autonomía limitada. Y de paso estar preparado ante futuros nuevos intentos evasivos.
Llegué a preocuparme, porque pensé que sólo me ocurría a mí y a mi imprevisible cabeza. Sin embargo, últimamente he observado una verificable proliferación de transeúntes descabezados. Sea por la falta de perspectiva y lo insondable del horizonte, sea por las conspiraciones (algunos las llaman pactos) para evitarnos la necesidad de convertirnos en sujetos pasivos perceptores de fondos del Estado o sea por la paralización física y mental a la que nos hemos entregado, musitando aquello de que me quede como estoy.

Imagen: "Descabezado mediático", 2009, acrílico sobre tela. Luciano Giusti (http://lucianogiusti.blogspot.com).

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