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jueves, 25 de julio de 2013

Las estaciones

En verano se ama al invierno. Y en invierno se quiere al verano. Podría ser la más evidente demostración de odio, pero probablemente solo sea una queja, una muestra de inconformismo cargada de razón por la oscilación de los termómetros y que se acrecienta dependiendo del lugar adonde uno haya dejado caer sus huesos; un destino marcado por las circunstancias, por los condicionantes culturales, laborales, económicos, familiares o por el azar de una ruleta rusa cuya única bala es el giro de la rosa de los vientos.
Y hay también algo de nostalgia, vestida con los ropajes de la falsedad por desear en el presente lo que en un pasado reciente se rechazaba. Pero como toda melancolía, descubre su ser en la ausencia, en la pérdida incluso de lo que no se ha poseído.
En este antagonismo, oportunista como la mayoría de ellos, se discrimina al otoño y a la primavera, que alejados del artificio invernal y estival son la esencia: el origen y el final; representados con la precisión del artista y el conocimiento del sabio en el vuelo descendente de las hojas, salvo las de árboles perennes que bien pudieran ser la imagen de lo eterno, y en el nacimiento de la flor.
Verano e invierno son pues mera distracción. Matrioskas que en su interior albergan otras muñecas, ocultas a la vista y a la espera de ser descubiertas. Dos estaciones que son cuatro, pero que por naturaleza siempre son dos.

lunes, 3 de octubre de 2011

Trascender

Dice un amigo que mi blog es trascendente. No lo expresa como un reproche, pero se le sobreentiende el demasiado que no pronuncia. No es mi intención. Y quizás debiera escribir algo más liviano. Pero hay quien voluntaria o involuntariamente busca trascender, de hecho dedica su vida a intentarlo, aunque la mayoría no lo consigue; mientras otros nos castigamos con preguntas. Más bien con la búsqueda de respuestas a esas preguntas.
Y esa búsqueda lleva inevitablemente a la reflexión y a la par se convierte o trata de convertirse en una invitación a otros para que se sumen a esa reflexión. No siempre se consigue, de hecho el que escribe se sumerge en sus propios pensamientos, en sus dudas, en la ausencia de certezas y en ocasiones sus referencias no son compartidas y tampoco hay claridad en la expresión de las ideas o los conceptos; lo que contribuye a cualquier cosa menos a la simplificación.
La hoja en blanco es como el lienzo del pintor, en el que las pinturas son las palabras. Una vez finalizada la obra hay que tratar de contemplarla desde la mirada del pintor, desde eso que denominan su universo creativo, pero es imprescindible mirarla también con los propios ojos y comprender que lo que se ve no es necesariamente lo que el autor quiere transmitir o que las creaciones pueden ser contempladas desde diferentes perspectivas. No varían en la esencia, pero sí en la percepción.
En el callejón lo trascendente es sinónimo de introspectivo, aunque la percepción conduzca a otra apreciación: la necia necesidad de trascender.

lunes, 14 de febrero de 2011

Tinieblas

Habitamos en las tinieblas. Desde la consciencia o la inconsciencia. Voluntaria o involuntariamente. Permanente o provisionalmente. Tinieblas que unas veces nos son impuestas; otras, son creadas por nosotros mismos y otras, las trae la propia vida.
De algunas logramos escapar. No sin dificultad. Otras nos acompañan siempre, a pesar de nuestros esfuerzos por liberarnos. Y otras caen sobre nosotros, de repente, como la noche oscura.
Un mundo de sombras donde compartimos hábitat con demonios y miserias. Un espacio donde la realidad transmuta en ficción y casi nos hacer creer que existimos en un lugar de la imaginación, probablemente en la mente de un ser retorcido.
Miro hacia el Sur y veo con satisfacción como los pueblos abandonan las tinieblas utilizando los fusiles como floreros, igual que en aquella hermosa revolución lusa. Pero temo que sea provisional y terminen por habitar de nuevo en otras tinieblas con los mismos demonios y disimuladas miserias.
En la vieja Europa somos ahora más refinados y no demandamos antorchas humanas para avanzar entre tinieblas. Del mismo modo que evitamos meternos en jardines, aunque eso suponga renunciar a la belleza y al aroma de esas flores que desarman ejércitos. Renunciamos a la esencia en beneficio de la estética.
Entre mirada y mirada oigo el aleteo de los pájaros sobre nuestras cabezas marcando una borrosa línea de futuro. A algunos les parecen aves marinas, señal de que la tierra está cerca. A mí me parecen murciélagos, heraldos de las sombras. Fijo la vista y no dudo de que en algún lugar cercano se halle la tierra, suelo firme, pero envuelta en las tinieblas.
Qué difícil es hallar la luz. Algunos creen poseerla y otros se muestran alborozados por descubrirla, y en realidad sólo están deslumbrados o han sucumbido a un momentáneo reflejo luminoso. Sin hombres y mujeres de luz, la inmolación parece una salida (ya sea la de un estudiante o la de un presidente), pero perdemos el presente y el futuro queda en manos de los otros. Continuamos habitando en las tinieblas.

jueves, 30 de abril de 2009

La esencia del perro

Dicen que la mirada es el reflejo del alma. Y si hacemos caso al maestro Jodorowsky, a través de la mirada estaríamos viendo la esencia del ser. Pero la mirada es poliédrica, puede haber muchas clases de miradas. Miradas que matan, de deseo, de complicidad, de rechazo, de admiración, tiernas, tristes, alegres, duras, esquivas, periféricas, perdidas, cercanas, frías, apasionadas... Y entonces ¿cómo saber cuál es realmente la que muestra lo más profundo de cada ser?
Habría que esperar a que se desprendieran las distintas caras del poliedro y quedara a la vista la auténtica, la que refleja la esencia del ser. O tal vez es una mirada que no admite dudas y a pesar del resto de miradas posibles, ésta por sí misma desprende señales inequívocas para su identificación.
Sería una ardua tarea si la mirada no fuera acompañada de gestos, actitudes, palabras y hechos, que algunas veces, innecesarios ante la transparencia de la mirada, sólo sirven para reforzar la impresión o la convicción de lo que percibimos del reflejo de esa mirada.
Y si es importante ver la mirada del otro, qué decir de la propia mirada; de lo que mostramos o creemos mostrar a través de nuestros ojos y de lo que perciben los otros.
Veo en la portada del suplemento semanal de un periódico una foto de un ex presidente de España y un perro. Y dejando a un lado la entrevista de las paginas interiores y su contenido, nada nuevo bajo el sol, me pregunto cuándo dejamos de mirarle a los ojos o si es que nunca vimos su mirada. Y también me pregunto viendo ambas miradas ¿cuál es la esencia del perro?