sábado, 26 de enero de 2013

El canto del ave

Me he resistido durante algún tiempo a abrir una cuenta en Twitter. No compartía el entusiasmo de muchos y me agarraba a esa idea de Facebook=amigos; Linkedin=profesional y Twitter, la barra del bar.
No estoy en contra de las nuevas tecnologías, pero tampoco me hacen perder la cabeza. Las utilizo, sin pasión, y a la distancia aconsejable que evita la adicción, quizás porque mis adicciones son más terrenales, porque puestos a engancharme entre susto o muerte siempre elijo la “o” o porque doy más importancia a la palabra que a su albergue.
Tampoco me atraía algo cuyo símbolo es un pájaro que no es el pájaro loco, al que un gato sólo piensa en engullir; y éste, a priori, parecía mucho pajarraco. Aún así y sin atisbo de claudicación hace una semana abrí cuenta en el invento (@carserranoti), con la premisa irrenunciable de mi disposición a oír el canto o tuiteo del ave y de responder con bufidos a cualquier intento de picoteo.
Acostumbrado a deambular por calles y plazas no me ha sido extraño ni difícil hacerlo por unas vías virtuales. Como siempre, sin prisa, observando y tratando de aprender. Reconozco que ni me ha sorprendido, ni me ha decepcionado. Eso sí, he visto que un número alto de usuarios son periodistas y que a la mayoría el encabezado les resulta escaso por la cantidad de venturas sobre su persona de la que quieren hacernos partícipes.
Pensaba, de hecho sigo pensándolo, que no es necesario. De hecho, creí que con dejar claro lo que uno es, el resto es accesorio. Pero como siempre y como con tantas cosas yerro. No somos futbolistas, ni estrellas del rock y por supuesto, no somos políticos, ni siquiera “famosillos” de nuevo cuño, aunque algunos den la imagen, real o ficticia, de querer serlo o al menos alcanzar un estatus similar. No obstante, como somos legión, hay de todo y ha sido satisfactorio encontrar a algunos compañeros y algunos sitios a los que seguir.
Transcurrida una semana, tengo claro que hay calles y plazas por recorrer y que un gato sabe maullar pero lo tiene crudo para piar. Sin embargo, el balance es positivo; gracias al invento he sabido de un nuevo proyecto periodístico prometedor, infoLibre, y he disfrutado con el ingenio de anónimos y conocidos. Aunque también es cierto que de vez en cuando se escapa algún graznido.
Consciente de ello, pondré oído al canto del ave más parecido al ruiseñor. Y aún manteniendo el compromiso de maullar en el callejón, intentaré no desafinar cuando imite al pájaro. Aunque no esperen demasiado, no tengo ni pico, ni alas.

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