martes, 15 de enero de 2013

Entrever

El baúl está lleno de palabras. Basta con introducir la mano en él para obtener alguna. El resultado dependerá del azar o de una búsqueda premeditada, pero siempre aparecerá una palabra enredada entre los dedos, dispuesta para ser pronunciada o escrita.
Hay tantas palabras que en ocasiones uno puede despistarse durante la búsqueda y emplear más tiempo del previsto, al dejarse ir por un camino sugerido por las palabras dormidas en el baúl; una senda cuyo fin es difícil de imaginar pero que está marcada por el despertar de algunas de esas palabras.
Como entrever. La encontré en el baúl mientras buscaba otra palabra y la dejé en un lado de la mesa para usarla en otro momento. Me había olvidado de ella, hasta que la entreví ayer agazapada tras el ordenador y unos libros de Juan Ramón Jiménez que me habían regalado unos días antes.
No me reprochó mi olvido, ni siquiera alteró el orden de sus letras para confundirme. Es más, me permitió que la llevara a mi cabeza y desde ahí trasladarla a este escrito.
Entrever es casi no ver. Mirar a media luz con los ojos semiabiertos a través del visillo de párpados y pestañas. E inventariar sobre lo que no se alcanza a contemplar, con la consciencia de errar.  
Al entrever, quizás percibimos lo que anhelamos ver, moldeamos lo expuesto ante nuestros ojos para ajustarlo a ese deseo o simplemente reclamamos a la mente la nitidez que nos niega la mirada, un camino sin retorno de los sueños a la realidad.

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