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domingo, 13 de enero de 2013

El cuarzo

Hace un par de meses un amigo me regaló una piedra. Le ha dado por ahí. Afirma que las piedras tienen propiedades beneficiosas para las personas. Salvo las del riñón o las que te caen en la cabeza, supongo. Y se dedica a estudiarlas y a regalarlas.
A mí me ha tocado un cuarzo. Blanco con vetas doradas y una trasparencia que deja al descubierto una parte de su interior, simulando encerrar una estrella. Me dijo que me iría bien, que su energía sería positiva para mí.
No es la primera piedra que conservo. De hecho, guardo una morada con vetas blancas que pertenecía a mi abuela como si se tratara de un pequeño y valioso tesoro. Y aunque me hospedo por hábito en el descreimiento, la piedra me acompaña, alojada en el bolsillo de mi pantalón, allá donde voy.
Me gusta. Tiene forma de punta de lanza y si le das la vuelta, bien podría ser un diminuto corazón; sin sangre y sin palpitaciones, pero con sus cicatrices. Puede parecer una curiosa asociación, no tan extraña si se piensa que utilizados con maestría no sabría decir cuál es más lacerante entre una lanza y un corazón. O cuál más vulnerable.
Tengo tanta fe en la energía que proporciona la piedra como en la ofertada por el consumo de jalea real. Pero viene conmigo. A fin de cuentas siempre puedo arrojarla con energía a la cabeza de alguien. Seguro que no faltan candidaturas.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Descreimiento

Se mantiene la esperanza, pero avanza el descreimiento. Tiempos de zozobra e incertidumbre en los que van cayendo como naipes empujados por la corriente de aire aquellos asideros que parecían seguros.
Los mismos que comienzan a mostrarse en su fragilidad. Y se desmoronan o se fragmentan como el cristal para transformarse en punzantes gotas que dibujan una amenaza.
El Estado, la Nación, la Justicia, la Prensa, la Ley…hasta el mismo Dios se tambalea como referencia. Y pese a que algunos se aferran a su fe (la religión, el dinero…) como faro que ilumine el camino, no es menos cierto que son legión los que no ven otra vía que el naufragio.
Y entre esa legión de descreídos, a los que otros no dudan en calificar de cínicos, es seguro que habitan los que venderían su alma, si la tuvieran, al diablo; los que desearían tener algo o alguien en que o quien creer y los que respiran desde la noche de los tiempos en el descreimiento.
Es posible que esa pérdida de referentes traiga consigo la idea de vulnerabilidad, pero de igual modo puede ser fuente de fortaleza; porque paradójicamente la desnudez, una vez despojados de artificios, es una manifestación de fe en el ser humano.
Si hay esperanza, y pese a ese creciente descreimiento, podemos mantener el rumbo. Abandonar el dogma, para retornar al conocimiento.