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jueves, 18 de octubre de 2012

Premios

En los premios convive el reconocimiento con la discriminación; porque el hecho de premiar a uno implica no hacerlo con el resto, de manera que los no galardonados, aunque habitualmente suelen afirmar sentirse premiados con la nominación, es probable que lo que realmente sientan es frustración.
Tampoco es fácil ser jurado, por la dificultad de elegir y por la capacidad de no sucumbir a presiones para decidir. Y sobre todo, porque casi siempre el fallo es cuestionado. En muchas ocasiones por causas que tienen más que ver con la persona galardonada que con el premio en sí.
A lo que además hay que sumar envidias, insidias, vanidades y sospechas. Elementos suficientes para que algunos desistan de presentarse a premio alguno y otros se sientan abrumados por obtener un galardón que los sitúa en el escaparate, al menos durante algún tiempo. Y por supuesto, también los hay que emulando aquella anécdota que se relata de Unamuno proclaman el merecimiento de su premio y lo inmerecido de otros premiados.
En España acaba de fallarse un conocido premio literario, el Planeta, que, además de asegurar la publicación y venta de miles de ejemplares de la obra galardonada, está dotado con una nada desdeñable cuantía en metálico.
El escritor Lorenzo Silva ha sido el galardonado. Por la novela "La marca del meridiano". Y como pueden suponer la decisión ha generado comentarios favorables y desfavorables. Incluso, y esto no deja de asombrarme, entre personas que no han leído una sola obra del autor, ni siquiera los artículos que de forma periódica publica en prensa o su blog Los trabajos y los días.
Conocí a Silva este verano, por cuestiones de laboro, y me pareció un tipo estupendo. Afable y alejado de poses y divismos. En lo literario, me gustan los autores capaces de crear un personaje al que sucesivas creaciones van dotándole de nuevas características sin adulterar su esencia. Me pasa con El Gaviero, el personaje creado por Álvaro Mutis o con el Pepe Carvalho del añorado Manuel Vázquez Montalbán. Y Silva lo ha conseguido con sus dos personajes, los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro.
También se acaba de conocer que Andrés Rábago, (OPS, El Roto) ha obtenido el Premio Nacional de Ilustración. Según el jurado, “por su visión crítica, poética, aguda e inteligente”. Un premio menor en lo económico si lo comparamos con el mencionado anteriormente y sorprendente porque lo otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Qué quieren que les diga, ¿un tipo con talento, crítico y ácido con el poder (político, económico…) premiado por el Ministerio de Wert? Tendré que seguir maullando.

Imagen: Viñeta de El Roto, publicada el 18 de octubre de 2012 en "El País".

domingo, 1 de abril de 2012

El horizonte

El horizonte era una línea que dividía en desiguales partes el cielo y el suelo. Se contemplaba desde un punto lejano con los ojos abiertos o entreabiertos, para evitar el reflejo del sol o su luz directa de forma que no impidiera su contemplación y no tener que utilizar la mano a modo de visera.
Pero además el horizonte era el futuro. Algo que se contemplaba indistintamente con los ojos abiertos o cerrados. Una imagen que tenía que ver más con el mundo de los sueños que con la realidad, aunque en algunos casos ese sueño acabara convirtiéndose en el presente de los ensoñadores.
Aunque nunca faltó quien creyera en el destino y por tanto, en una existencia predestinada, siempre hubo muchos más que dejaron volar imaginación y deseo para soñar aquel tiempo venidero. Y como todo sueño, lo bueno era que cada día se podía vivir uno nuevo, de modo que el futuro estaba por escribir y en él podían imaginarse una y mil vidas o lo que es lo mismo, la posibilidad de desear cada día ser alguien distinto y alcanzar el éxito en tal consecución.
Como cualquier sueño el del futuro no podía ser arrebatado, porque aunque los años y el propio flujo de la vida nos deparara una realidad distinta a la soñada, nadie podía privarnos del momento en que el futuro era soñado.
Hasta hoy, en que los heraldos negros, los salvapatrias y demás especímenes indignos de mención han decidido borrar la línea del horizonte y privarnos de su contemplación con los ojos abiertos o cerrados. Cuando han lanzado una opa hostil desde oscuros y abstractos mercados a la capacidad de soñar y han optado por negarnos el pan y la sal que alimentan el espíritu, con la indisimulada esperanza de encadenar no sólo los cuerpos, sino también las mentes.Miramos sin ver el horizonte. Real o imaginario. Paralizados por el miedo, renunciamos a creer que tras el velo desplegado ante nosotros pueda permanecer ese horizonte tantas veces contemplado. E incluso negamos la posibilidad de que un soñador enarbole un pincel para dibujar una línea horizontal, que separe de nuevo cielo y suelo y nos permita ver, indistintamente, con los ojos abiertos o cerrados.

Imagen: Viñeta de El Roto, publicada el 31 de marzo de 2012 en El País.

jueves, 31 de marzo de 2011

Viñetas radiadas

Me fastidia esa sección radiofónica que cuenta las viñetas publicadas en los diarios. Es como esas personas tan indiscretas a las que falta tiempo para contar el final de una película o una novela cuando se está hablando de ella, que no piensan, y en la mayoría de los casos creo que ni les importa, en la posibilidad de que sus interlocutores no hayan visto la película o leído la novela. Hay viñetas como las de Máximo o las de El Roto, o en su día las de Romeu, que son auténticos editoriales o crónicas comprimidas de la realidad. Hay otras como las de Forges, que encierran tantos detalles que no basta con devorar el bocadillo y echar un vistazo rápido. Qué decir de Gallego y Rey, tantos años sacando punta a la actualidad con talento e imaginación. De Mingote, Vergara, Puebla, Ricardo y Nacho, El Perich…. o de Juancarlos (http://juancarlerias.blogspot.com/), otro artista gráfico de talento que nos deleita con sus viñetas en la prensa local de la ciudad que habito. Artistas gráficos que arrancan por igual sonrisas y admiración desde las páginas de periódicos y revistas y cuya obra se mutila al contarla a través de las ondas, escamoteando la imagen y adornando la narración con una música o un efecto de sonido prescindible, que nada aporta y cuyo origen y relación con la viñeta es desconocido. No dudo de que haya a quien le gusten las viñetas radiadas, pero yo las prefiero en papel o en una web. Del mismo modo que prefiero ver una película o leer una novela sin saber previamente el final.