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lunes, 5 de agosto de 2013

El Salambó


El Café Salambó es un templo de la cultura que pervive en el barrio de Gracia. Probablemente muchos de sus clientes ignoran este hecho y acuden a él como a cualquier otro lugar; sin saber que este local barcelonés durante casi una década otorgó el único premio de narrativa en España concedido por los propios escritores.
En 2009 dejó de concederse el galardón y solo quedan como vestigio las numerosas crónicas de esa época y una aceptable galería fotográfica en las paredes de este Café en cuyos marcos quedaron atrapados, entre otros, Manuel Vázquez Montalbán, José Manuel Caballero Bonald, Juan Marsé, Antonio Muñoz Molina, Maruja Torres, Juan Eduardo Zúñiga o Abilio Estévez.  Y por supuesto, quedan los premiados.
A mí el Salambó me suena a Salambo y por tanto a Mogambo, me evoca el cacao y el café y aquellos viejos anuncios de la niñez adornados de nombres e imágenes exóticas. Y nada más exótico para un niño que el África de tribus salvajes, de animales en paisajes infinitos y del gran mono blanco; aquel Tarzán creado por Burroughs e inmortalizado en la pantalla de cines ya en su mayoría desparecidos, muchos de verano, en los que el programa doble lo copaban las del Oeste, las del Zorro, las de Cantinflas, las de romanos y como no, las de Tarzán.
Me gusta ir, ya sea en invierno o verano, pasada la media noche, cuando la gente ya ha terminado de cenar y muchos están ya de retirada. Sentarme en uno de esos bancos de listones de madera dispuestos en la zona central del local y observar mientras saboreo un Juanito el andariego con agua de Vichy.  Pienso en aquellas veladas en las que durante casi una década un grupo de 15 escritores elegía quién sería el premiado. Noches donde se mezclaban el tabaco y el alcohol con una animada conversación; cuando la palabra no era vacua y había gente dispuesta a emplearla, para hablar, para escribir o para escucharla.


jueves, 18 de octubre de 2012

Premios

En los premios convive el reconocimiento con la discriminación; porque el hecho de premiar a uno implica no hacerlo con el resto, de manera que los no galardonados, aunque habitualmente suelen afirmar sentirse premiados con la nominación, es probable que lo que realmente sientan es frustración.
Tampoco es fácil ser jurado, por la dificultad de elegir y por la capacidad de no sucumbir a presiones para decidir. Y sobre todo, porque casi siempre el fallo es cuestionado. En muchas ocasiones por causas que tienen más que ver con la persona galardonada que con el premio en sí.
A lo que además hay que sumar envidias, insidias, vanidades y sospechas. Elementos suficientes para que algunos desistan de presentarse a premio alguno y otros se sientan abrumados por obtener un galardón que los sitúa en el escaparate, al menos durante algún tiempo. Y por supuesto, también los hay que emulando aquella anécdota que se relata de Unamuno proclaman el merecimiento de su premio y lo inmerecido de otros premiados.
En España acaba de fallarse un conocido premio literario, el Planeta, que, además de asegurar la publicación y venta de miles de ejemplares de la obra galardonada, está dotado con una nada desdeñable cuantía en metálico.
El escritor Lorenzo Silva ha sido el galardonado. Por la novela "La marca del meridiano". Y como pueden suponer la decisión ha generado comentarios favorables y desfavorables. Incluso, y esto no deja de asombrarme, entre personas que no han leído una sola obra del autor, ni siquiera los artículos que de forma periódica publica en prensa o su blog Los trabajos y los días.
Conocí a Silva este verano, por cuestiones de laboro, y me pareció un tipo estupendo. Afable y alejado de poses y divismos. En lo literario, me gustan los autores capaces de crear un personaje al que sucesivas creaciones van dotándole de nuevas características sin adulterar su esencia. Me pasa con El Gaviero, el personaje creado por Álvaro Mutis o con el Pepe Carvalho del añorado Manuel Vázquez Montalbán. Y Silva lo ha conseguido con sus dos personajes, los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro.
También se acaba de conocer que Andrés Rábago, (OPS, El Roto) ha obtenido el Premio Nacional de Ilustración. Según el jurado, “por su visión crítica, poética, aguda e inteligente”. Un premio menor en lo económico si lo comparamos con el mencionado anteriormente y sorprendente porque lo otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Qué quieren que les diga, ¿un tipo con talento, crítico y ácido con el poder (político, económico…) premiado por el Ministerio de Wert? Tendré que seguir maullando.

Imagen: Viñeta de El Roto, publicada el 18 de octubre de 2012 en "El País".