jueves, 27 de junio de 2019

Los caballos de Cubero


El mes de junio nos ha traído el adiós definitivo de Cubero. Otro comercio emblemático del centro de la ciudad que cierra sus puertas e incrementa el desolador paisaje de locales con el cartel de “Se alquila”. 
Habrá quien sienta la tentación de adjudicar este cierre al proceso de peatonalización de esa zona de la ciudad. Yo no lo creo. Lo cierto es que Cubero cierra porque casi nadie compraba ya ahí. De igual modo que los escasos negocios que se abren son bares o que la actualización de las rentas antiguas ha contribuido a otros cierres o traslados de ‘tiendas de toda la vida’ como Almacenes El Pósito. 
Es curioso que en su defunción comercial Cubero se convierta también en un emblema; en la muestra de un comercio tradicional que no es competitivo y que en Jaén se enfrentaba históricamente al mercadillo y a las compras en la vecina Granada y ahora además debe sumar la competencia del comercio electrónico. 
Una realidad que en 2108, según datos de la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC), alcanzó en España una facturación de 40.000 millones de euros. Y en la que, por ejemplo, discos, libros, periódicos y papelería ocupan el tercer lugar en las actividades con mayor porcentaje de transacciones del comercio electrónico y las prendas de vestir, el cuarto. 
Si a ello le añadimos que la venta on line supone ya un 20 por ciento del consumo en España; es decir, que uno de cada 5 euros se gasta en Internet (según el Servicio de Estudios del BBVA), es claro que el comercio tradicional de esta ciudad o cambia el chip o será testimonial. 
Por desgracia, la situación del comercio no es un caso aislado. Es otro síntoma del estado de la ciudad. Podemos seguir engañándonos y culpar a los de fuera. Podemos seguir repitiendo mantras, como ese de que en Jaén se entra llorando y se sale llorando, obviando que hace ya demasiado tiempo que vivimos llorando y que somos víctimas de nuestra propia insignificancia. Pero estamos tan satisfechos mirándonos al ombligo que ni siquiera percibimos nuestras propias lágrimas. 
Hay una generación que si no ha tirado ya la toalla, le falta poco y solo espera que el futuro no venga con prisas y se la lleve por delante. A las siguientes las despachamos con billetes de ida (de autobús, porque ya saben que los trenes como el AVE a Granada pasan de largo), con la esperanza no confesada de que a esta ciudad muerta solo vuelvan de visita. Con el deseo de que al pan le echen algo más que un chorreón de aceite. 
¿Recuerdan aquello de “te mueves menos que los caballos de Cubero”? Pues hasta esos han acabado moviéndose; aunque no sepamos hacia dónde. 
O comenzamos a cambiar el relato o echamos el cierre y colgamos el cartel de “Se vende o alquila ciudad”. Ustedes eligen ¿susto o...?

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 27 de junio de 2019.

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