miércoles, 11 de septiembre de 2019

Árboles caídos

Hay demasiados árboles caídos. Ídolos con pies de barro. Víctimas de triunfos mal digeridos y éxitos cegadores. Protagonistas de un presente luminoso y un futuro de apagones. Héroes de un hoy de gloria y un mañana de rentas caducas. 
Y al final, la tragedia. Vidas rotas. Caminos sin retorno. Explicaciones y justificaciones tardías. Soluciones extemporáneas. Miradas atrás que calibran el peso del recuerdo. Dolor para envolver la pérdida. Y las ausencias y presencias que marcan la línea entre el ayer y el ahora. 
Aún así, la fórmula se repite. Promesas para alcanzar lo más alto y la conversión en una estrella. El reparto de las etiquetas de los elegidos. El brillo compartido de la codicia en los ojos. Y un final sin escribir. Sin advertencias sobre la fugacidad de algunas estrellas o sobre el impacto al caer desde lo más alto. Sin noticias de lo efímero. 
Queda la soledad. Cuando se apagan los focos y cuando desaparecen los flashes. La soledad incluso entre la gente; la que mezcla admiración y envidia en la mirada, la que vendería su alma al diablo por estar en tu pellejo, la que sueña con un minuto de gloria, la que no ve más allá del papel couché y las letras de molde. 
Y perviven los recuerdos. En volúmenes de fotos desgastadas, en grabaciones copiadas en nuevos formatos que sin embargo no logran disimular el paso del tiempo, en la memoria de los que contribuyeron a forjar la leyenda y en un póstumo informativo de un medio de comunicación.

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