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domingo, 30 de junio de 2019

Sin nostalgia

Quizás pueda parecerlo, pero ninguno tuvo una vida fácil. Y sin embargo y puede que contra pronóstico, por aquí seguimos. Nos conocemos desde hace la tira, cuando éramos dos ‘chinorris’. Mi hermana era amiga de sus hermanos Luis y Carlos Berges. Yo a Luis apenas lo recuerdo. A Carlos, sí, aunque era mayor que yo, de la edad de mi hermana. Y Esteban, “Bebas”, era un poco más pequeño que yo. Supongo que por la proximidad en la edad, por aquello de que los hermanos pequeños se hacen amigos porque los mayores ya lo eran, porque Jaén es muy pequeño, porque teníamos amigos y conocidos comunes y porque era una época muy divertida y algo loca, acabamos también siendo amigos. 
Lo veía de forma intermitente a lo largo de los años, cuando yo venía en algún periodo de vacaciones. Como al resto. Y a alguno de ellos cuando iba a Madrid a algún concierto, porque tocaba alguien de Jaén. Aunque eso era más esporádico todavía. 
Carlos ya había formado Conservantes Adulterados con Pitu y Esteban formó Niñatos con Perico. Algunos hablan y escriben de esa época como “la Movida jiennense”, cuando hasta se discute la existencia de la denominada “Movida madrileña”. No sé si dio para tanto. Creo que no. Pero es solo mi opinión. 
Me lo encontré el otro día y echamos una parrafada. Se ha ido a vivir a terrenos próximos a la sierra, huyendo de esta ciudad sin remedio. Hablamos de aquellos tiempos. Y de la nostalgia. Hay cosas que no entendemos, los protagonismos absurdos, el querer reescribir la historia de esos años… y el futuro de esta ciudad sin futuro. Me dijo que los creativos no nos podemos permitir la nostalgia porque estamos en el tiempo presente y no vivimos del pasado. Me encantó que me incluyera en ese selecto club, a mí que bien puedo ser un nostálgico compulsivo. 
Lo cierto es que a pesar de todo encontramos un hueco para hablar de aquellos años. No por nostalgia, es verdad, porque ambos somos conscientes de que pertenecen a un tiempo que fue, pero sí en cierta medida para mantener el recuerdo de los que nos dejaron tan prematuramente, Carlos, Fernando, Blasito… 
Tiene esa memoria que yo ya voy gastando. Y de repente me dice ¿sabes quién le puso a Conservantes, Conservantes Adulterados? Carlos Berlanga. Yo no tenía ni idea. Se llamaban Conservantes Autorizados, rememora. Y ahí, algo viene a mi cabeza y asiento. El caso es que fue con su hermano Carlos a una exposición de dibujos de Carlos Berlanga y su hermano le pidió una dedicatoria para su grupo y ese genio incomprendido que fue siempre Carlitos Berlanga firmó para Conservantes Adulterados. Y como a Carlos Berges le gustó más la adulteración que la autorización así se quedó. 
La conversación nos lleva a la grabación de una versión de “Situación límite”, de Conservantes, por José Antonio García “El Pitos”, en su disco en solitario “Lluvia de Piedras”. ¿Sabes que me llamó cuando iba a grabar el disco para decírmelo? Yo ni idea, obvio. Llamó a mi casa y mi madre le pasó mi número. Me acerqué un día que estaba en Granada a su tienda, pero era sábado y no estaba. Claro, le dije, igual estaba en algún bolo. Los dos coincidimos en que “El Pitos” es buen tipo, un tío legal. 
¿Sabes, me dice, que la letra la escribió Carmen Cuesta, la hermana de Chico, basándose en un cuento de Poe? Lo de Poe lo sabía, le digo, pero lo de Carmen, no. Eso nos lleva de nuevo a “El Pitos”, cuando Carlos se fue a Granada y José Antonio se pasaba el día en su piso oyendo música. Luego iban a “El Zorongo” (otro chispazo en mi cabeza, ¡Ostias, El Zorongo! Cuánto tiempo) y “El Pitos” preparaba pucherito y lo llevaba para allá para comérselo. ¿Te acuerdas que Carlos siempre estaba oyendo música? ¿Cómo no voy a acordarme? Era un adelantado, escuchaba grupos que ni sabíamos que existían. 
Esa música la mamó “Bebas”. Yo siempre le recordaré un atardecer con el “In the Court of the Crimson King” en las manos. La portada era, sigue siendo, brutal y el contenido, alucinante. 
Una semana más tarde volvemos a encontrarnos. Lleva urgencia y ganas para huir de esta ciudad. Hoy hablamos menos, le digo que el día anterior le he dado el recado que me dio para un músico con el que anda enfadado. Me cuenta su versión. En realidad, casi solo habla él. Hoy no tiene un buen día. Tiene prisa por atrapar un sueño en forma de mujer. 
Nos miramos y veo en sus ojos el reflejo del pasado. Por un momento nos contemplo a los dos gastados como ese tiempo que fue. Él quiere volar. Y yo tengo un ancla que me fija los pies al suelo. Ya solo vuelo con la mente. Me costó. No ha sido fácil. Me ha costado muchos años recorrer de nuevo una parte del camino. No ofrezco garantías. Tampoco puedo prometer nada. Me quedaré o no, aunque lo inteligente sería salir corriendo. Pero, de alguna manera, sé que estoy en casa; que esta ciudad dormida es mi casa.

martes, 12 de febrero de 2019

La lluvia del rock

Yo diría que el sábado por la noche en el Rock States de Jaén estábamos un centenar de privilegiados. Preparados y dispuestos a disfrutar de esa “Lluvia de piedras” que en directo con José Antonio García acompañado por “El Hombre Garabato” es un auténtico chaparrón musical. 
La mayoría, como dice el propio José Antonio García, estamos ya “en la cara B del disco”, algunos en los primeros temas y otros vaya usted a saber; pero aún somos capaces de sentir como hierve la sangre y se agita la cabeza con un buen puñado de temas en la voz y las manos de unos tipos que saben muy bien lo que se hacen. 
Cuando le preguntan dice García que quería hacer el disco de esa música que comenzó a escuchar en su juventud. Y hasta hoy. Esa misma música que en algún momento también nos ha acompañado a nosotros y que de una forma u otra seguimos escuchando porque completa recuerdos y vivencias y porque sigue poniendo ritmo a nuestras vidas. 
Eso tiene mucho que ver con el recorrido vital de cada uno, con lo que aún carga en la mochila y con lo que ha dejado en el camino, pero uno quiere creer que en ese camino estas canciones fueron alguna vez punto de encuentro; ese denominador común que nunca puede reducirse a las matemáticas. 
Hace unas décadas en esta misma ciudad bailábamos pogo con “Conservantes Adulterados” y “Niñatos”. Y ahora José Antonio García nos trae un disco que no nos miente ante el espejo pero nos devuelve la ilusión de aquel tiempo en que soñar era casi obligado. Después ha llovido mucho, en ocasiones piedras, y el tiempo ha cambiado quizás con demasiada frecuencia de dirección.
Cada uno tiene sus temas preferidos en un disco. Yo tengo la fortuna de que uno de los míos sea de los primeros en el concierto, ese “Ángel de mis demonios” que remueve cicatrices pero también nos trae otras resurrecciones. 
Y pronto le sigue “Situación límite”, que para nosotros sigue siendo “Ya no hay luz”, ese homenaje a Conservantes (“la mejor banda que ha dado esta tierra”, grita José Antonio García) que trae a Laura hasta el borde del escenario para que la cantemos juntos hasta donde nos llegan los pulmones y los recuerdos. No nos veíamos desde octubre de 2016, otra noche en otro concierto, en aquella ocasión también en la capital jiennense, en una “Maniobra de Resurrección”. 
Qué les cuento de un concierto donde se mezclan los diez temas de “Lluvia de piedras” con algunos de “Cuatro tiros por cabeza”, a los que se unen canciones como “Cartas en la manga”, “Carne cruda” y “Huellas” de los Cero, y donde aún queda tiempo para “Gilmore 77”, temazo de “TNT” que me lleva a “The Clash” e inevitablemente a la influencia de Joe Strummer en esa gran generación de músicos granadinos. 
Qué les explico de la madurez de un músico como José Antonio García con una voz privilegiada que modula, no la utiliza para gritar como tantos pseudocantantes de ahora, que ha encontrado ese punto de complicidad musical y creo que también personal con esa banda de fantásticos músicos que es “El Hombre Garabato”. 
¿Somos unos puretas apurando esa cara B? Mientras escribo estas líneas se acerca uno de mis piratas y frente a un vídeo de “Guerrero García” me pregunta “¿Ese que es “El Pitos”? No pude llevarlo con su hermano al Rock States porque solo conseguí dos entradas, pero disfrutaron y mucho en diciembre en “La Expositiva”, en Granada, con los mismos protagonistas, en sesión matinal y con un formato más reducido. Tiene 13 años y tiene todo el camino por hacer, pero quiero creer que ya hay alguna línea marcada, que hay relevo y que la lluvia del rock cala.

martes, 20 de mayo de 2014

Sra. Ciempiés


La imagen de un ciempiés sugiere movimiento. La necesidad de desplazarse y la facilidad para hacerlo. Y por tanto, y en cierto modo, inquietud.
Pero también un ciempiés es el dibujo de una cicatriz varada en la piel. El reflejo del inmovilismo. Aunque una cicatriz bien puede ser contemplada como el recordatorio de lo vivido y lo aprendido; es decir, el estigma que sirve de alimento a la memoria y de estímulo para avanzar.
En la ciudad que habito han parido en el casco antiguo un establecimiento al que han bautizado como “Señora Ciempiés”. Aúna el garito ambas cualidades sugeridas por el artrópodo, movimiento y pausa. Y aunque no soy capaz de vislumbrar todavía si se impondrá el uno a la otra o convivirán por aquello de que continúe el espectáculo, casi aseguraría que triunfará la cohabitación para favorecer el arte.
Ocupa el mismo local que lo hiciera antaño una tienda de confección de esas de toda la vida, “Los Andaluces”, que aportaba solera y tradición; cuyo almacén, convertido ahora en sala multiusos, alberga como vestigio de ese pasado un grupo de maniquíes, que maqueados para los nuevos tiempos evocan a Golpes Bajos y aquella fiesta de miradas de cristal.
Anuncia un futuro de creatividad, un soplo cultural en unas calles con tendencia a languidecer y en unas mentes demasiado expuestas al sol.
En mi última visita me ha recibido a la puerta uno de esos maniquíes, con la cabeza vacía, que a modo de gps me confirma que estoy ahí y me hace dudar sobre si me sitúa en su inexistente corazón o se muestra como imaginario espejo en el que me refleja. “Usted está aquí” certifica una nota en su pecho y sospecho que el bombo a modo de cabeza pueda ser el ojo que todo lo ve.
La iluminación del garito es obra de mi amigo Paco Fuentes, responsable de un entretenimiento ubicado a la entrada del mismo; un mecanismo de lentes que vuelve el mundo al revés, del que sospecho alguna indescifrable conexión con el maniquí situado en el zaguán, que de alguna manera los convierte en los ojos del ciempiés.
En el interior varias tablas de plancha me recuerdan que las olas no solo se cabalgan surcando océanos. Y entre un puñado de vinilos, expuestos para la venta, descubro uno de “Conservantes Adulterados”, que junto a “Los Niñatos”, dos grupos locales ya desaparecidos, marcaban el ritmo de algunos pogos de nuestra adolescencia; un par de los Rolling y varios de Bowie, que desde sus fundas sentencian que no hay lugar a un tiempo perdido pero es innegable que hay un tiempo gastado; aquel en el que podíamos ser héroes un día nada más, en el que la vergüenza estaba en el otro lado. Entonces queríamos volar y ahora descubrimos que para dar un paso no se necesitan cien pies.