domingo, 19 de agosto de 2012

La importancia de la gente

Escucho, no sólo oigo, a Mario Gas a través de las ondas afirmar que “lo más importante es la gente”. En lo colectivo es indiscutible, pero individualmente existen innumerables ejemplos de personas que carecen de importancia o deberían carecerla.
La realidad nos presenta un panorama opuesto, la gente como colectivo no importa y sólo son de interés algunas personas desde una óptica individual. Y al instante surge la pregunta, ¿en qué momento dejó de ser importante la gente? Quizás nunca lo ha sido. Lo importante era llamarse Ernesto y poco o nada importaba Ernesto.
Se convirtió a la gente en números; una mera operación contable exenta de condicionantes morales o de cualquier otra índole ajenos a la estadística o los negocios. La importancia de las personas se reducía al signo marcado por la operación correspondiente y su valor era instrumental, dependiendo de su papel en esa operación y el resultado de ésta. Se impuso el mercadeo y se equiparó el valor al precio.
En esa conversión de personas a cifras se perdió el rumbo. El yerro del camino condujo a la renuncia de valores y al abandono de la razón y el corazón. La montaña de números nos sepultó y ahora apenas somos capaces de estirar los brazos y de abrir la boca para emitir algo similar a un grito, que bien pudiera ser una petición de ayuda o bien una muestra de indignación pero que probablemente no sea más que un exabrupto ininteligible.
Es hora de creer que lo más importante es la gente. Y de demostrarlo. Empezando por cada uno de nosotros. Tiempo de recobrar corazón y razón. De creer en la importancia colectiva sin renunciar a la individual. De reivindicar al ser humano frente al número. Por valía y porque el valor nunca es igual al precio.

1 comentario:

  1. Por fortuna, siempre ha habido unos cuantos, rara avis, que jamás equipararon valor y precio y que, en ninguna circunstancia, han dejado restarle importancia a la gente. Pero apenas les oímos con el ruido que producen los números a que hemos sido relegados.
    Un beso.

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