sábado, 17 de noviembre de 2012

Códigos

Hay quien se mantiene firme en sus convicciones incluso frente a argumentos que evidencian el error; quien se deja arrastrar por la multitud y asiente preso de la euforia, abandonando la coherencia y sin pensar siquiera en qué está respaldando, y hay quien en demasiadas ocasiones no logra entenderse ni a sí mismo y busca permanentemente razones que avalen sus decisiones.
Para algunos siguen vigentes valores que otros consideran anticuados, anclados en la creencia de que el tiempo es un potente disolvente y que por tanto, no permanece ni la esencia.
De igual manera, hay quien confunde los valores con las tradiciones; algunas respetables y que suponen un valor en sí mismas, pero otras deleznables, cuya repetición sistemática a lo largo del tiempo no es más que una coartada sobre la que se edifican los planteamientos de sus defensores.
Por ello no es extraño que firmeza o flexibilidad sean conceptos engañosos y que en realidad reflejen la terquedad o la ausencia de personalidad en lugar de fortaleza o empatía.
Así que en cierta medida  los comportamientos y actitudes quedan supeditados a códigos, cuya compresión y por tanto, su correcta aplicación se basa en el conocimiento y uso de las mismas claves. Quien maneja esas claves y establece los códigos es en realidad quien detenta el poder. Tahúr de la firmeza y la flexibilidad.

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