Hay
quien se mantiene firme en sus convicciones incluso frente a argumentos que
evidencian el error; quien se deja arrastrar por la multitud y asiente preso de
la euforia, abandonando la coherencia y sin pensar siquiera en qué está
respaldando, y hay quien en demasiadas ocasiones no logra entenderse ni a sí
mismo y busca permanentemente razones que avalen sus decisiones.
Para
algunos siguen vigentes valores que otros consideran anticuados, anclados en la
creencia de que el tiempo es un potente disolvente y que por tanto, no
permanece ni la esencia.
De
igual manera, hay quien confunde los valores con las tradiciones; algunas
respetables y que suponen un valor en sí mismas, pero otras deleznables, cuya
repetición sistemática a lo largo del tiempo no es más que una coartada sobre
la que se edifican los planteamientos de sus defensores.
Por
ello no es extraño que firmeza o flexibilidad sean conceptos engañosos y que en
realidad reflejen la terquedad o la ausencia de personalidad en lugar de
fortaleza o empatía.
Así que en cierta
medida los comportamientos y actitudes
quedan supeditados a códigos, cuya compresión y por tanto, su correcta
aplicación se basa en el conocimiento y uso de las mismas claves. Quien maneja
esas claves y establece los códigos es en realidad quien detenta el poder. Tahúr
de la firmeza y la flexibilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario