miércoles, 18 de diciembre de 2024

Las Chelsea

 


Dicen que en la vida tarde o temprano todo llega. No es cierto. Ni falta que hace. Llegué tarde al rock and roll, aunque llegué para quedarme. Y llegué tarde también a las Chelsea, aunque llegué para que se quedaran.
Es curioso que tardase en descubrir estas botas, pese a que conocía unas similares con hebillas que utilizaban los punkies cuando no calzaban las habituales de militar.
Y más curioso, si cabe, es que no supiera que se hicieron conocidas por The Beatles. Lo descubrí cuando ya lucía mi primer par y no, no fue por la banda británica. Pero también tuvo que ver con la música y una banda. En concreto, una banda madrileña de rock que tomó el nombre de las botas y, ¡oh!, también tocaron en una azotea, aunque fuera para un programa de televisión.
Ignoro si sigue en activo o como tantas otras fue flor de un día o abandonó por frustración. O ambas cosas. Vivir del arte, en cualquier disciplina y con las conocidas excepciones (escasas, aunque parezcan numerosas), es una utopía. Entiendo que cundan desesperación y desánimo y que muchos abandonen viendo como funciona el asunto. Ya saben, hoy en día prima el negocio frente al talento y ya ni siquiera se molestan en disimular el contenido con un atractivo envoltorio.

domingo, 15 de diciembre de 2024

Los ladridos del perro mágico

Si a estas alturas no hemos madurado, es difícil que lo hagamos ya. Así que estamos condenados a permanecer en la isla de Pan, como niños perdidos en el paso del tiempo. Salvo el Maestro Lapido, que ha alcanzado su madurez; sigue componiendo y toca la guitarra y canta mejor que nunca. Aunque él puede permitirse ir y volver a la isla cuando quiera, porque conserva la capacidad de soñar sin despegar los pies del suelo. Puede perder la sombra, atraparla y volverla a perder, envolvernos con ella sin coserla a nuestros pies y hacernos volar por siempre jamás.
En realidad, lleva 25 años (algunos más si le sumamos los de los Cero) haciendo eso y mucho más.
Esta noche en esa especie de caja mágica que es el Teatro CajaGranada lo ha vuelto a hacer. Nos ha ungido con las notas de su guitarra, con la complicidad de Víctor Sánchez, Popi González, Víctor Ríos y Raúl Bernal, y nos ha rociado con las palabras para elevarnos a un cielo que de otra forma apenas podemos alcanzar.
No sé si hemos abandonado la isla de Pan o por el contrario nos hemos adentrado más en ella, pero hemos viajado en el tiempo 25 años atrás. Hemos escuchado los ladridos del perro mágico y nos hemos reconocido en los que fuimos, sin perder de vista los rostros que somos hoy.
Dicen que esta noche tocaba mirar al cielo para ver la luna fría, la última luna llena del año, pero nosotros alzamos la cabeza en busca del dios de la luz eléctrica y sólo logramos ver al Maestro.
Tampoco necesitamos ver ni subir a ese barco que debió navegar en un cielo imaginario de estrellas luminosas; esas estrellas que como las galletas de la fortuna guardaban un mensaje para nosotros que a día de hoy no llegó a sus destinatarios. Quizás el barco pasó de largo o nosotros lo dejamos pasar. Quizás era un tren sin raíles y sólo seguimos su humo, imaginando que dibujábamos en ese cielo que era una isla. Esa que nos atrapa y que no queremos o no sabemos abandonar.
Miro a ese cielo. Y a otros cielos. Incluso desciendo como ángel caído a los infiernos. Pero sólo sigo los pasos de mis poetas silenciosos; una trinidad, Dylan, Cohen y Lapido. 


viernes, 29 de noviembre de 2024

Realismo y ficción

Mañana jueves esta casa celebra el acto central de su 25 cumpleaños. Y lo hace con una propuesta de reflexión, a través de la palabra, sobre el porvenir de la provincia desde la dualidad Realismo periodístico/realismo mágico; con un diálogo entre el periodista Iñaki Gabilondo y el escritor David Uclés.
Sí se menta el realismo mágico, de forma inevitable pensamos en la literatura y evocamos a escritores como Juan Rulfo o Gabriel García Márquez y ese boom de la literatura de Hispanoamérica en el que algunos creyeron ver un nuevo ‘Siglo de Oro’ de las letras españolas.
En el presente provincial y en su pasado cercano estamos muy habituados al realismo mágico, como una ensoñación a medio camino entre lo que hay y la nada, en la que lo irreal es, a fecha de hoy, irreversiblemente cotidiano.
Pero en Jaén, si hubiera que identificarse con un género literario sería sin duda la ficción, y más en concreto, la ciencia ficción. Me vienen a la cabeza autores como Ray Bradbury, Jules Verne, Isaac Asimov o Philip K. Dick, creadores de mundos futuros, en algunos casos y en parte ya una realidad, a los que Jaén no acaba de llegar por ese retraso endémico en su desarrollo.
David Uclés ha denominado a su tercera criatura “La península de las casas vacías”. No es descabellado pensar en el Jaén del mañana como un conjunto de casas deshabitadas, en particular, en los núcleos rurales; con las mismas insuficientes infraestructuras de ahora y con una población envejecida y sin relevo generacional, porque los que venían detrás se fueron para no volver salvo en fechas señaladas; y a veces, ni eso.
Philip K. Dick es conocido por su obra “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. Probablemente a la mayoría el título ni les suena, pero si les digo que inspiró la película “Blade Runner”, serán algunos más los que sepan de lo que hablamos. Aquí sólo tenemos ojos para los olivos, que, quién sabe, quizás alguna vez puedan ser eléctricos.
O tal vez el porvenir de Jaén se halle ya alojado en algún lugar de la memoria al que desde un mundo analógico somos incapaces de llegar.
No renunciamos a la ficción como la puerta de los sueños, pero necesitamos algo a lo que aferrarnos. Necesitamos sentir en nuestras manos algo más que el agua deslizándose entre los dedos. Y vislumbrar un futuro que no nos hurten hoy. 
 
Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 27 de noviembre de 2024.

 

miércoles, 16 de octubre de 2024

El principio del mar

Levantó una piedra esperando encontrar el principio del mar y sólo encontró un montón de tierra oscura. Ni siquiera un resquicio por el que soñar. Tampoco halló una vía de escape para la inmundicia diaria. Así que imaginó que los cimientos de la infamia son sólidos y que están asentados con firmeza desde tiempos inmemoriales.
Era innegable que lo que más repugna habita entre nosotros, que se aferró con raíces profundas y fuertes; probablemente, al principio con lentitud, con la pausa del disimulo, mostrando su cara más inofensiva, y después, ya sin disimulos, edificó su templo en el centro de nuestras vidas para desde allí imponerse.
De igual manera era innegable que la única opción era resistir. Seguir mirando bajo las piedras con la esperanza intacta y con la convicción de que todo templo puede derrumbarse por causas naturales o por la acción humana.
Pero nadie le dijo que el tiempo juega en contra y que el viento rara vez sopla a favor. Nadie le habló de los palos en las ruedas ni de los puentes caídos. Y mucho menos de que la mayor parte del camino la recorrería en soledad. Tampoco que las mentiras y las medias verdades tienen más crédito que un puñado de sinceras palabras. O que hasta el espejo deforma la realidad.
Siendo incapaz de hallar el principio del mar qué debería hacer para vislumbrar el final. ¿Sería una utopía o realmente podría hallar un salmón remontando el asfalto de la ciudad?

 

lunes, 7 de octubre de 2024

La concejal melancólica

Retomamos el pulso de la actualidad de la provincia de Jaén desde el ámbito de la opinión. Y en este regreso nos topamos con que somos noticia más allá de nuestros límites provinciales por cuestiones que en realidad deberían avergonzar a cualquier demócrata.
La crisis política del Ayuntamiento de Jaén, que tarde o temprano se saldará con la ruptura del pacto entre Partido Popular y Jaén Merece Más, nos ha traído una nueva concejal en las filas del PP.
Una joven que ha asumido la concejalía de Deportes y de la que hemos sabido que destaca por su enaltecimiento del franquismo y de la figura del dictador en redes sociales.
El alcalde de Jaén se ha apresurado a quitar hierro al asunto aludiendo a la edad de la joven, que tenía 24 años cuando evidenciaba su melaconlía en redes sociales; 5 menos que ahora.
No parece acertado atribuir el ímpetu juvenil a esa exhibición pública tan inadecuada en un representante político de una institución democrática. Máxime cuando no ha sido un caso aislado, porque a los pocos días nos enterábamos de que esa melancolía por el franquismo es compartida también por la portavoz del PP en el Ayuntamiento de Porcuna, que, además, es la directora del Hospital Alto Guadalquivir de Andújar.
Esa frustración de no vivir en un estado totalitario y añorarlo es criticable en el ámbito personal en función de las querencias y creencias de cada cual, pero es inadmisible en la esfera pública y en concejales u otros representantes en las instituciones democráticas.
Sabemos que el PP cuenta con más de estos melancólicos; así que sería oportuno que aclare si comparte esa decepción porque España sea un estado democrático; porque de no ser así, cuesta entender que no se abra expediente a las ediles melancólicas y sean expulsadas de su formación política y de las instituciones.
Porque ya saben, si caminan como pato, graznan como pato y nadan como pato, no son gaviotas, son patos.

Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 7 de octubre de 2024.

martes, 1 de octubre de 2024

La ciudad invisible

Quizás haya llegado el momento de alcanzar mi ciudad invisible. He conocido algunas de esas ciudades, pero es probable que no pasara el tiempo necesario en ellas o que la realidad pudiera más que el deseo. 
Es posible que ese paso no fuera otra cosa que el tránsito natural en la vida de un estado de consciencia a otro difícil de calificar. O que en ese equilibrio entre lo visible y lo invisible se impusiera lo contemplado provocando un desequilibrio. 
Ahora recibo de nuevo señales, esas que todos percibimos en algún momento de nuestras vidas, y a las que salvo excepciones no hacemos caso. Recuerdo que una vez sí las escuché y me rebelé contra lo que creía que era el fin. No quería aceptarlo o quizás no estaba preparado para ello. Como si jugara con las bolas del ábaco, con la consciencia de que es una operación cuyo resultado no puedo resolver. 
Las señales son persistentes, pero, dejando a un lado las sensaciones, carezco del manual para descifrarlas. Sólo sé que la ciudad invisible se erige sobre la visible y que lo intangible adquiere la certeza de lo irrealizable. Las incertidumbres siguen ahí, la ausencia de respuestas permanece, y, sin embargo, ahora se impone dejar las cosas en orden antes de que se gaste el tiempo a una velocidad no deseada. Y establecer el orden de las cosas es una tarea compleja. 
Termino la lectura de “El día que murió Kapuscinsky”, de Ramón Lobo. Mi deuda está saldada. Leo su último capítulo escuchando “Land”, de Patti Smith; y no puedo evitar que algo de humedad bañe mis ojos, sin que la tristeza o el dolor sea la causa, sin que esté claro que sea la lectura o la música quien la provoca; tal vez, sólo sea mi estado de ánimo a las puertas de mi ciudad invisible.

lunes, 9 de septiembre de 2024

La sombra de Don Antonio

 

Don Antonio y su sombra. Es, evidentemente, una representación del poeta universal; al modo de otras muchas de ilustres, como la de Pessoa en Lisboa, que se extienden por geografías diversas para reclamo y regocijo de visitantes.
Y sin embargo, este Machado inerte pudiera ser hasta real, ensimismado en la lectura e inclinado a la reflexión. Testigo impasible del ayer y del hoy de esa Baeza que bién conoció, y me atrevo a decir que conoce. Porque Don Antonio, aunque físicamente marchó, nunca ha abandonado esta ciudad.
¿Y la sombra? La extensión inmaterial del poeta. Larga, acostada y sin renunciar a asomar la cabeza. Como si quisiera escapar del yugo de las suelas del poeta y volar. Reunirse con otras sombras, en ese espacio que para ser, aún siendo oscuridad, necesita la luz. Y adquirir vida propia, haciendo suyos los versos del otro, asumiendo el yo que nunca podrá ser, ni siquiera rozar con sus dedos de sombra.
Ignorando que sin luz no es y desconociendo que sin luz tampoco nosotros somos. Ahí nos igualamos y no somos siquiera sombras.
Salvo el poeta, que permanece.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Paisaje nocturno

La reja cerrada, la farola dormida y los sueños presos en una caja de cristal. Un gato cruza a la búsqueda de refugio, atravesando los barrotes en una huida preventiva mientras las hienas ríen en la trastienda. Y la noche cubre las carencias y las imperfecciones de aquellos que alguna vez creyeron. 
La luna sigue pastoreando el rebaño de los crédulos. Pero no hay guía para quienes carecen de fe. La noche sólo se rompe con la irrupción del solitario, que en su soledad confunde el canto con la plegaria y se pierde en sus propios pasos. 
Llovió. Y el olor de la tierra mojada recuerda el tiempo del ayer sepultado por un pasado fragmentado entre lo que fue y lo que pudo ser.
El agua moja las piedras, amenazando con borrar la memoria. Como si fuera tan fácil mudar la huella de los siglos. Como si desdibujar el legado del tiempo fuera como un cambio de piel.
Dicen que las piedras guardan la carcajada de aquel que nunca regresó; la mirada perdida de quien interroga al cielo y el semblante del que se alimenta del miedo. Y dicen que mientras se discute sobre sí el que ríe es Dios o el diablo, las campanas recuperan el tañido para tocar a difuntos.
Entonces, el cristal se rompe y se liberan los sueños.

domingo, 11 de agosto de 2024

La estrella azul

Son las cosas de esta ciudad que habito. Esas que penalizan y por las que, además, penas. Ningún cine en la ciudad. Unas pocas salas en un centro comercial de la periferia y el anuncio de apertura de nuevas salas en un nuevo centro comercial que, por unas causas u otras, se demora. Y ni siquiera esa nueva apertura de salas garantiza la proyección de determinadas películas. 
Es el caso de “La estrella azul”, de Javier Macipe. Esa cinta sobre el músico Mauricio Aznar que me quedé con las ganas de ver en pantalla grande cuando se estrenó. Una pérdida que he podido mitigar con su estreno meses después en varias plataformas de televisión. Aunque no es lo mismo. Viví algo aparecido con “Calle 54”, de Fernando Trueba, que tampoco halló sala para ser exhibida. 
No les voy a destripar la película. Les aconsejo que la vean. A mí me ha parecido una maravilla, pero eso tiene escasa validez porque yo estaba predispuesto desde un principio a una película sobre la cabeza visible de “Más Birras”; aunque la realidad es que la película se centra más en su etapa tardía, lo que no la hace menos bella. 
“Más Birras” era una banda de esas denominadas “de culto” con el paso del tiempo. Algo que precisamente con el paso del tiempo he llegado a sospechar que pretende ser un elogio a la banda, pero que también califica a sus seguidores como poco como raritos o algo similar. Porque ¿esos quiénes son? ¿de verdad te gusta esto?... 
Tuve el privilegio de escuchar una vez en directo a “Más Birras” en Madrid. En aquella época yo estaba alejado musicalmente del rock y, por tanto, me echaba para atrás la estética y modos rockabillys. Sin embargo, aquel grupo me llamó la atención y se me quedó grabada la imagen de Mauricio Aznar. Quizás fuera ese hábito de ponerle oreja a la letra o quizás porque aquellas canciones iban más allá de esa etiqueta; quizás también contribuyó que aquel tipo pertenecía a esa estirpe nacida para comerse el escenario con su presencia. Lo cierto es que aquellos “vaqueros de los Monegros” se quedaron conmigo para siempre. 
Así que era obvio que tarde o temprano iba a ver esa película. Y parece evidente que hay quienes vemos las estrellas azules, aunque puede que ni siquiera seamos conscientes de ello. A veces esas estrellas se cruzan en tu camino y las encuentras sin necesidad de buscarlas; en otras ocasiones las encuentras porque la clave está en dónde buscar. Si crees que las estrellas sólo habitan en el cielo, lo más seguro es que nunca halles una. Y si crees que el brillo determina la valía, dará igual que te topes con ella. 
Hoy pongo un disco de “Más Birras” y pienso en la estela de plata de esa estrella azul y pienso en aquel caballo de fuego que desbocado galopaba llevándose a demasiados jinetes con él. Quedaron un puñado de supervivientes, huérfanos de muchas cosas, pero agradecidos y conscientes de haber vivido aquellos días, y sobre todo aquellas noches, cuando las estrellas azules brillaban en el final de un trago o en una mirada de adicción. Sonaba la música, y, sin saberlo, nos hablaba del presente y de ese futuro que éramos capaces de soñar, pero incapaces de ver. 
Todavía hoy para ver una estrella azul es más fácil dejar caer la mirada hasta el fondo de un mar.

miércoles, 29 de mayo de 2024

Lágrimas en la lluvia

Ha muerto Leocadio Marín, quien fuera, entre otros cargos institucionales, alcalde de Baeza y presidente de la Diputación Provincial de Jaén. 
Cuando se produce el adiós de alguien como Leocadio es conveniente dejar a un lado la cuestión ideológica y centrarse en la persona y en su forma de hacer política.
No olvidarse de la ideología que profesaba, porque eso evidenciaba un compromiso, pero sí dejarla en un segundo plano para que no se convierta en un paño que tape a la persona o en la excusa perfecta para verter la bilis que llevamos dentro. Unos más que otros, of course.
Si digo que Leocadio era un buen hombre, estoy seguro de que muchos baezanos compartirán esta consideración. De igual modo que convendrán en que fue uno de esos alcaldes, cada vez más escasos, que es patrimonio de todos sus vecinos.
Era una de esas personas que sabía escuchar y que conservaba sus ademanes de maestro, tanto en el gesto como en la oratoria; heredados probablemente de la semilla sembrada por aquellos maestros de la República, que tanto empeño pusieron algunos en segar. Y tan propios de aquel Juan de Mairena, alter ego de Machado.
Con Leocadio se va una forma de ser y una forma de estar en lo público y en público. Una manera de entender la política como un servicio al ciudadano y no un instrumento del que servirse en beneficio propio o de unas siglas como vemos ahora a diario.
En política, fue, pero también no le dejaron ser. Quedando claro que en ese ámbito debes cuidar siempre la espalda, la diestra y la siniestra, porque al verdadero adversario nunca lo verás venir de frente.
Leocadio te contaba el vínculo entre la jueza Alaya y Zoido, forjado mucho antes de que supiéramos de la existencia de los EREs, con el mismo tono y pausa que si hablara de la Toma de Granada o de la España de Cánovas y Sagasta. Y era capaz de impartir magisterio en un comité provincial de su partido, para aquellos que quisieran recibirlo, sobre cuál era y debía ser el papel de los jóvenes en las organizaciones políticas; primero, formarse, y después, los cargos. Como puede comprobarse, la tónica general sigue siendo la de paniaguados indefinidos.
También era de esos alcaldes que sabían que uno lo es las 24 horas e incluso cuando te sustituyen en el cargo sigues siendo alcalde.
Ahora nos ha dejado y uno quiere conservar de él esa imagen de bonhomía. Esa misma que se engrandece al compararla con otros políticos, porque es difícil imaginar a Leocadio en un programa de televisión de esos de máxima audiencia atacando a su partido o aferrándose a un cargo cuando te han pillado utilizando información privilegiada en provecho propio. En tiempos de mediocridad y obediencia ciega es fácil aventurar que, probablemente, Leocadio Marín ha pertenecido a una generación política en vías de extinción.
Esperemos que no sea así, pero recuerdan las palabras del replicante “Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Hora de morir”.
 
 Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 28 de mayo de 2024.

martes, 14 de mayo de 2024

Aburrimiento

“Duermo poco, ando mucho, y lo que veo no me gusta…”. Eso decía el detective Germán Areta en la película “El crack”, de José Luis Garci; un homenaje al cine negro estadounidense y a aquellos detectives, tipos duros, sagaces y seductores, que conocimos a través del cine y la literatura. 
En estos últimos meses podría perfectamente aplicarme esa frase de Areta. Duermo poco, ando no mucho, escribo lo mínimo, leo menos de lo que debiera y me gustaría y, además, lo que veo, en líneas generales, no me gusta. 
Alguno dirá que es el signo de los nuevos tiempos, aunque en realidad es el signo de nuevos y pretéritos tiempos. Y convendrán conmigo en que con los matices que quieran esa frase es muy cercana a muchos. 
Sin embargo, aunque haya reducido el tiempo de lectura, estoy haciendo acopio de expresiones de esas que se te quedan grabadas en la cabeza y que sabes que tarde o temprano germinarán en cualquier escrito o conversación y que, aunque no sea así, por lo menos te llevan a la reflexión. Obviamente sus autores son personas con talento y con una trayectoria en sus distintas disciplinas creativas y profesionales. 
Junto a esas expresiones, denominémoslas pintorescas, como pueda ser “predicadores de la motosierra”, he tenido tiempo también para adentrarme en aseveraciones más profundas como la reflexión de Ballard sobre el aburrimiento: “he aquí mi gran temor, que todo haya ocurrido; ninguna cosa que sea excitante, novedosa o interesante va a suceder de nuevo; el futuro será un enorme y resignado suburbio del alma, nada nuevo va a surgir, ninguna evasión tendrá lugar otra vez. Esto es lo que puede pasar y es mi gran temor”. 
Uno lee estas cosas e inevitablemente siente cierta camaradería con el escritor inglés ante esa posibilidad de que todo haya ocurrido ya y duda sobre si ese es el futuro que nos aguarda o es al que intencionadamente nos conducen. 
En asuntos de aburrimiento no puedo evitar recordar a mi abuela diciéndole a mi hermana y a mis primas, cuando se quejaban de que se aburrían, que tiraran piedras hacia arriba y las recogieran con la cabeza. Igual no es la mejor receta, pero dependiendo del tamaño de la piedra, de la altura que alcance, la velocidad a la que descienda y la zona de impacto el futuro no será presente, se quedará en imaginación, alojado en la otra cara de la luz.

martes, 16 de abril de 2024

Pantomima

Coincidiendo con el aniversario de su nacimiento, un 6 de marzo, se ha publicado “En agosto nos vemos”, la obra póstuma de García Márquez. Eso me ha llevado a pensar en otra de sus obras, la de aquel coronel al que no escribían, y en este Jaén, que, aunque no lo parezca, tampoco tiene quien le escriba. 
Y ustedes dirán, no exentos de razón, que todos los días se escribe de Jaén. La cuestión es entonces lo que se escribe sobre Jaén o más bien, lo que no se escribe, lo que no se cuenta o lo que se cuenta a medias, que probablemente es la peor de las mentiras. 
Yo mismo escribo sobre Jaén. Podría decirles que me cuesta, pero es falso. Me es fácil escribir sobre Jaén, no lo es tanto no dejarse llevar en la escritura y sobre todo, discernir si merece la pena escribir sobre una provincia que no avanza, sobre vacuas declaraciones y escasas o nulas actuaciones de nuestros representantes políticos, sobre medios de comunicación al servicio del mejor postor, sobre periodistas que han dado la espalda a su profesión y han olvidado la esencia de la misma, sobre ciudadanos que siempre tienen a quien culpar de sus carencias y renuncias, sobre lo que no funciona por falta de voluntad…, sobre el olvido que seremos (título de la obra de otro autor colombiano, Héctor Abad Faciolince). 
Esa duda me lleva a contemplar el día a día de la provincia como una pantomima; esa farsa a la que al ponerle palabras, los mimos, acostumbrados a contar su historia con gestos y movimientos del cuerpo, ajenos, por tanto, al diálogo, distorsionan el mensaje y mientras las palabras dicen una cosa, sus cuerpos y gestos dicen otra. Aplíquese a lo que quieran, al vial de la Alameda en Jaén, a la moción no moción en el Ayuntamiento de la capital, a la demolición premeditada de la asistencia sanitaria pública o a las sonrisas ‘profiden’ de alcaldes que tampoco tienen quien les escriba. 
Así que, en este marco de incertidumbre, permítanme que reivindique a Fernando Arrabal, al que algún sabedor con multipresencia e impartición de cátedra en redes sociales confundirá sin pudor y manifiesta ignorancia con Francisco Rabal. 
Ese u otros sabedores no sabrán que Arrabal, junto a Jodorowsky y Topor, impulsó en la década de los sesenta el denominado Movimiento del Pánico, que básicamente apostaba por la prevalencia de la locura controlada como supervivencia ante una sociedad marcada por la crisis de valores. 
No se confundan con la salud mental, que es un asunto muy serio. Reflexionen sobre el presente y el futuro de esta provincia con los actuales mimbres y más allá de filias y fobias. Pongamos una dosis de locura, controlada, porque el horror y el miedo siempre corren a cuenta de los otros. Sonrían y no esperen a que lleguen nuevos agostos para vernos, aún a costa de que les declaren excéntricos. 
 
Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 16 de abril de 2024.

martes, 26 de marzo de 2024

Mañana de poetas

 
Hoy han amanecido las montañas de enfrente con una cresta de nieve. Ahora la lluvia ha parado y ha salido el sol, pero el cielo vuelve a nublarse paulatinamente y es cuestión de tiempo que el agua vuelva a caer. En esta mañana de martes iba a planchar, y como no me gusta planchar siempre encuentro alguna excusa que no me aleja de la plancha, pero demora mi encuentro con ella. 
Esas montañas blancas me han recordado los versos de un poeta y he ido en su busca para recordar el poema. Esa ha sido mi excusa de hoy. Porque de un poeta he pasado a otro y de la mano de los versos he visitado un libro y otro en ese viaje que siempre proponen la poesía y la literatura en general. 
He abierto el poemario de Rafael Porlán, acompañado por la banda sonora de “Chico&Rita” (ese regalo audiovisual de Fernando Trueba y Javier Mariscal). He buscado los versos y no los he hallado, porque en realidad eran pluma de otro poeta. Así que de sus “Poesías” he pasado a la “Obra Poética”, de Rafael Palomino Gutiérrez. Porlán cordobés, murió en Jaén, y Palomino nació en esa ciudad. Y ello me ha llevado a pensar en que ambos poetas serían etiquetados, probablemente lo hayan sido ya, como giennenses. Con un etiquetado marcado no por origen o final, no por la pertenencia, sino por un provincianismo rancio equiparable a esos nacionalismos que tanto repudian precisamente esos que a menor escala exigen en esencia lo mismo. Y, claro, no he podido evitar pensar en Antonio Machado y su casino provinciano. No en un casino físico, no en ese espacio de encuentro sino en un casino edificado en el interior de algunas cabezas, esas que como dijera el poeta “embisten” desde su propia inconsciencia e ignorancia. 
De Rafael Palomino Gutiérrez me gusta mucho el poema “Si las horas fueran barcos”, pero los versos difusamente recordados al contemplar la nieve en las montañas pertenecen a su poema “Paisajes jaeneros. Sentimiento y alma” y son estos. “…Que quieras o que no quieras, las montañas y olivares son tu límite, tu marco de transparentes cristales…”. Alimentado el recuerdo me dejo llevar por otros versos e inevitablemente su “Escribo a Rafael Alberti” me conduce al poeta gaditano. Al tener los 3 libros frente a mí caigo en el hecho, no sé si casual o fruto de los indescifrables hilos del destino, de que los 3 poetas comparten nombre de pila; RA-FA-EL, como escribiera Palomino en uno de sus poemas dedicado a Porlán. Los tres rafaeles, pienso. 
Leo la “Balada para los poetas andaluces de hoy”, escrito en la década de los 50 por Alberti, y vuelvo a Palomino y a su poema escrito dos décadas después. ¿Qué cantan, qué miran, qué sienten los poetas andaluces de hoy? Una pregunta vigente en este martes de 2024. Y me quedo con estos versos de RA-FA-EL Palomino, “…El poeta es aire y voz del mundo, aun desde su torre más pequeña”. 
Y termino este viaje visitando la “República del aire”, de otro poeta andaluz, Joaquín Fabrellas, y su poema “Salmo del caído” para detenerme en este verso: “…Siéntete el pájaro asustado que no sabe qué hacer con tanto aire..”. 
Ahora voy a trasplantar una maceta. Ignoro si hay poesía en ello, pero hay vida, igual que en los poemas. 
La plancha puede esperar.


lunes, 25 de marzo de 2024

Amigos y conocidos

Quizás, y digo conscientemente quizás, no sea fácil fijar la raya que separa los amigos de los conocidos. Quizás tan poco sea relevante, que es una forma educada de expresar que es irrelevante. 
Hoy me he visto entre amigos y conocidos. Y quiero pensar que esos nuevos conocidos, por cuestiones que no vienen al caso, son futuros amigos. Es todo discutible y matizable. Y…, veinte mil cosas más. Pero en el mapa de los afectos esos conocidos tienen un espacio presente y uno futuro. No es cuestión de generosidad, es convicción y algo muy fácil de entender y de asimilar, al menos en un universo conocido. La rueda de la vida gira, con una pizca de capricho y con una dosis de algo que puede ser el azar, el destino o vaya usted a saber qué. Pero hay una línea que dibujan los afectos. Y en esa línea nos encontramos. Los afectos se dibujan en la mirada, en los gestos y en una historia pasada, en un relato común que nos identifica y nos acerca. 
Es cierto que no partimos de cero. Que nos unen puentes cimentados en el cariño, en el respeto, en la pasión y el apego por la creación artística y, sobre todo, por la fraternidad, entendida como algo que prima la relación entre las personas más allá de la sanguinidad. Y también hay algo que trasciende, que es o puede ser desconocido para muchas personas, pero que une a aquellas que conocemos esa historia de nuestros ancestros que no está escrita, pero que el paso del tiempo convierte en una historia que merece la pena ser conservada y transmitida. Las historias que superan el tiempo, que limitan la épica o son relatos de amor y desamor, son aquellas que sustentan lo escrito y puede que parte de lo vivido durante siglos.
En ese mapa de los afectos vivimos y nos movemos ocasional o perennemente. Trazamos las líneas que dibujan una frontera imaginaria y soñamos con lo inconquistable del territorio. Escondemos la vulnerabilidad en un mapa ficticio, el mismo que hacemos preso en una botella que probablemente nunca arrojemos al océano y que, sin embargo, siempre será la luz que aunque no brille ilumina nuestros pensamientos. 
Eso y pensamientos similares han agitado hoy mi cabeza mientras compartíamos mesa y mantel en una noche de Domingo de Ramos en la que por un momento he divagado o quizás, siempre los quizás como evidencia de la incertidumbre, me he dejado llevar por algo del ayer y algo del hoy que nos une, nos hermana y nos hace, probablemente desde la inconsciencia, mejor de lo que somos. 
Lo voy a contar sin detalles. Muy resumido. Seguramente, excesivamente resumido. Les diré que esta historia afecta a tres generaciones y que varios representantes de esas tres generaciones nos sentábamos hoy a esa mesa. Es una historia de amor entre él y ella sin final feliz. Él era mi padre. Conocí la historia por él. Y les aseguró que le persiguió durante toda su vida. El resumen es que se querían, se quisieron y no pudo ser. Y el resultado de aquello fue la infelicidad. Hasta ahí les pertenece o les pertenecía a ellos. Pero la vida es traviesa, maliciosa o justa y reparadora o qué se yo. Lo cierto es que ella tenía sobrinas y que la vida en diferentes momentos nos ha ido reuniendo a ellas y a mí. Ninguno sabemos dónde habría desembocado aquello. Queremos creer que habrían sido felices. Y lo paradójico es que en esa virtual felicidad yo no habría existido. Pago el peaje, consciente de no saber si esa felicidad hubiera perdurado en el tiempo. 
Aún así, ese desamor nos une a una serie de personas. Ha servido para trazar un mapa de afectos en el que sin renunciar y olvidar esa historia, bella y triste historia, nos miramos a los ojos, nos vemos las caras y nos sonreímos. 
 
A Mima Cañada. 

viernes, 1 de marzo de 2024

Blood on the tracks (con permiso Mr. Dylan)

He vuelto a andar. Escrito así parece como si hubiera estado impedido para hacerlo. Pero no, he retomado esas caminatas, generalmente vespertinas, que había abandonado por el tiempo y la salud. Unos seis kilómetros diarios, en torno a una hora andando entre olivos por un camino de tierra. 
Una hora en la que estás como alejado del mundo. Oyes los coches pasar por la cercana carretera e incluso, de vez en cuando, pasa alguno por el camino de tierra. También de vez en cuando te cruzas con otros caminantes, corredores, paseantes de perros, algún ciclista y hasta un caballo. 
Hoy al regresar, una ducha y un disco de Dylan, “Blood on the tracks”; probablemente el mejor disco del Viejo Bob, aunque tratándose de él es aventurado afirmarlo. 
La caminata es un remedio contra el anquilosamiento. Y a la vez, una desconexión del mundo, aunque esta nunca sea total. Contemplas el paisaje, asistes a un atardecer de esos que los fotógrafos soñaban con atrapar y que ahora se captura con el móvil en un abrir y cerrar de ojos y eres capaz de pensar las cosas más diversas, algunas extremadamente locas. Piensa en el hoy, en el ayer y en ese mañana, ese puto mañana que nunca acaba de llegar. Quizás todo se reduzca a una cuestión de tiempo, el transcurrido o el que ha de pasar. Quizás no llegue nunca. 
Hoy me he cruzado con apenas cuatro o cinco personas y con un perro color canela, me ha mirado como diciendo ‘este no es mi humano’ y me ha sonreído con la mirada de la misma manera que yo a él al coincidir nuestras miradas. He pensado que ninguno de los dos estamos ya para corretear mucho, pero todavía somos capaces de hacerlo, aunque fuéramos en dirección contraria. 
Escucho a Dylan y eso me place. No es que antes no lo hiciera, pero hubo una época en que llegué a detestarlo por esa otra música en la que, desde mi punto de vista, ser perdió. Le escucho y entiendo porque le dieron el Nobel de Literatura. En su día no acababa de aceptarlo, no porque no lo mereciera, pero me costaba entender cómo se lo otorgaban a él cuando no lo habían hecho con Borges, Cortázar o mi admirado Juan Gelman. Ahora escucho su música y comprendo el relato, ese viaje de días y de décadas que nos ha traído hasta aquí. 
Dicen que este disco habla de una ruptura y que en sus letras hay ira, angustia y soledad. También alguien dijo que las canciones eran largas y sonaban todas igual. Es posible que fuera así. Pero lo que es indudable es que este disco recorrió un largo camino y en algún momento de su caminar llegó a su mañana.

lunes, 19 de febrero de 2024

A cualquier precio

Para su información, la Diputación provincial de Jaén ha inaugurado en sus salas una exposición dedicada a Rafael Zabaleta, con unas 40 obras del pintor quesadeño y 4 que le regaló Picasso. 
Hasta el 14 de marzo, los jiennenses y aquellos que visiten Jaén podrán disfrutar de esta muestra de nuestro patrimonio cultural, que puede ampliarse visitando el Museo del pintor en su pueblo natal y de paso, el espacio dedicado al poeta Miguel Hernández. 
Habrá quien a estas alturas desconozca quién es Zabaleta, de igual modo que desconoce otros emblemas de la cultura jiennense, sus pueblos y ciudades, su patrimonio, su gastronomía… 
No se culpen, la Cultura, aunque debiera serlo, no es una obligación. Es una opción. Y para su desconocimiento la provincia de Jaén siempre va a contar con la complicidad de las denominadas derechas, ya sea desde la propia Junta de Andalucía, ya sea desde ayuntamientos o desde cualquier otra institución bajo su gobierno. 
El PP tiene como objetivo, fallido en las últimas elecciones municipales, hacerse con la Diputación jiennense. Para lograrlo no escatima esfuerzos y recursos, a cualquier precio, incluso a costa de la propia provincia y de los jiennenses; apostando por otros territorios en detrimento del nuestro, como hemos visto, entre otras acciones, con la presentación de la oferta turística andaluza en la reciente Feria Internacional de Turismo (FITUR) o haciendo desaparecer cualquier huella de las anteriores corporaciones en aquellos municipios donde no gobernaba, igual que ha hecho en la Junta de Andalucía. 
Nuestro aceite tampoco sale bien parado. Y como ya es conocido, se ha suprimido en los desayunos escolares andaluces previstos para el Día de Andalucía, el 28F, pese a estar incluido en el Plan Escolar de Consumo de Frutas y Hortalizas, impulsado por la propia Consejería de Agricultura. 
Conviene recordar para los despistados que Jaén es la principal productora de aceite de oliva del mundo y, por tanto, la repercusión negativa de esta decisión en la economía provincial y en la promoción del producto. 
Otro palito en la rueda. Y otra medida que entorpece la labor realizada desde la Diputación provincial de Jaén para implantar y difundir la cultura oleícola más allá de nuestro territorio. 
Lo dicho, todos los caminos se trazan hacia el antiguo Convento de San Francisco. Sin importar el destrozo que cause la aventura y sin tener garantías de éxito. A la vieja fórmula de la política de tierra quemada se suma ahora la del selfi, igual de inoperante y vacua.

 

Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 19 de febrero de 2024.