domingo, 11 de agosto de 2024

La estrella azul

Son las cosas de esta ciudad que habito. Esas que penalizan y por las que, además, penas. Ningún cine en la ciudad. Unas pocas salas en un centro comercial de la periferia y el anuncio de apertura de nuevas salas en un nuevo centro comercial que, por unas causas u otras, se demora. Y ni siquiera esa nueva apertura de salas garantiza la proyección de determinadas películas. 
Es el caso de “La estrella azul”, de Javier Macipe. Esa cinta sobre el músico Mauricio Aznar que me quedé con las ganas de ver en pantalla grande cuando se estrenó. Una pérdida que he podido mitigar con su estreno meses después en varias plataformas de televisión. Aunque no es lo mismo. Viví algo aparecido con “Calle 54”, de Fernando Trueba, que tampoco halló sala para ser exhibida. 
No les voy a destripar la película. Les aconsejo que la vean. A mí me ha parecido una maravilla, pero eso tiene escasa validez porque yo estaba predispuesto desde un principio a una película sobre la cabeza visible de “Más Birras”; aunque la realidad es que la película se centra más en su etapa tardía, lo que no la hace menos bella. 
“Más Birras” era una banda de esas denominadas “de culto” con el paso del tiempo. Algo que precisamente con el paso del tiempo he llegado a sospechar que pretende ser un elogio a la banda, pero que también califica a sus seguidores como poco como raritos o algo similar. Porque ¿esos quiénes son? ¿de verdad te gusta esto?... 
Tuve el privilegio de escuchar una vez en directo a “Más Birras” en Madrid. En aquella época yo estaba alejado musicalmente del rock y, por tanto, me echaba para atrás la estética y modos rockabillys. Sin embargo, aquel grupo me llamó la atención y se me quedó grabada la imagen de Mauricio Aznar. Quizás fuera ese hábito de ponerle oreja a la letra o quizás porque aquellas canciones iban más allá de esa etiqueta; quizás también contribuyó que aquel tipo pertenecía a esa estirpe nacida para comerse el escenario con su presencia. Lo cierto es que aquellos “vaqueros de los Monegros” se quedaron conmigo para siempre. 
Así que era obvio que tarde o temprano iba a ver esa película. Y parece evidente que hay quienes vemos las estrellas azules, aunque puede que ni siquiera seamos conscientes de ello. A veces esas estrellas se cruzan en tu camino y las encuentras sin necesidad de buscarlas; en otras ocasiones las encuentras porque la clave está en dónde buscar. Si crees que las estrellas sólo habitan en el cielo, lo más seguro es que nunca halles una. Y si crees que el brillo determina la valía, dará igual que te topes con ella. 
Hoy pongo un disco de “Más Birras” y pienso en la estela de plata de esa estrella azul y pienso en aquel caballo de fuego que desbocado galopaba llevándose a demasiados jinetes con él. Quedaron un puñado de supervivientes, huérfanos de muchas cosas, pero agradecidos y conscientes de haber vivido aquellos días, y sobre todo aquellas noches, cuando las estrellas azules brillaban en el final de un trago o en una mirada de adicción. Sonaba la música, y, sin saberlo, nos hablaba del presente y de ese futuro que éramos capaces de soñar, pero incapaces de ver. 
Todavía hoy para ver una estrella azul es más fácil dejar caer la mirada hasta el fondo de un mar.

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