lunes, 9 de septiembre de 2024

La sombra de Don Antonio

 

Don Antonio y su sombra. Es, evidentemente, una representación del poeta universal; al modo de otras muchas de ilustres, como la de Pessoa en Lisboa, que se extienden por geografías diversas para reclamo y regocijo de visitantes.
Y sin embargo, este Machado inerte pudiera ser hasta real, ensimismado en la lectura e inclinado a la reflexión. Testigo impasible del ayer y del hoy de esa Baeza que bién conoció, y me atrevo a decir que conoce. Porque Don Antonio, aunque físicamente marchó, nunca ha abandonado esta ciudad.
¿Y la sombra? La extensión inmaterial del poeta. Larga, acostada y sin renunciar a asomar la cabeza. Como si quisiera escapar del yugo de las suelas del poeta y volar. Reunirse con otras sombras, en ese espacio que para ser, aún siendo oscuridad, necesita la luz. Y adquirir vida propia, haciendo suyos los versos del otro, asumiendo el yo que nunca podrá ser, ni siquiera rozar con sus dedos de sombra.
Ignorando que sin luz no es y desconociendo que sin luz tampoco nosotros somos. Ahí nos igualamos y no somos siquiera sombras.
Salvo el poeta, que permanece.

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