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miércoles, 16 de octubre de 2024

El principio del mar

Levantó una piedra esperando encontrar el principio del mar y sólo encontró un montón de tierra oscura. Ni siquiera un resquicio por el que soñar. Tampoco halló una vía de escape para la inmundicia diaria. Así que imaginó que los cimientos de la infamia son sólidos y que están asentados con firmeza desde tiempos inmemoriales.
Era innegable que lo que más repugna habita entre nosotros, que se aferró con raíces profundas y fuertes; probablemente, al principio con lentitud, con la pausa del disimulo, mostrando su cara más inofensiva, y después, ya sin disimulos, edificó su templo en el centro de nuestras vidas para desde allí imponerse.
De igual manera era innegable que la única opción era resistir. Seguir mirando bajo las piedras con la esperanza intacta y con la convicción de que todo templo puede derrumbarse por causas naturales o por la acción humana.
Pero nadie le dijo que el tiempo juega en contra y que el viento rara vez sopla a favor. Nadie le habló de los palos en las ruedas ni de los puentes caídos. Y mucho menos de que la mayor parte del camino la recorrería en soledad. Tampoco que las mentiras y las medias verdades tienen más crédito que un puñado de sinceras palabras. O que hasta el espejo deforma la realidad.
Siendo incapaz de hallar el principio del mar qué debería hacer para vislumbrar el final. ¿Sería una utopía o realmente podría hallar un salmón remontando el asfalto de la ciudad?

 

sábado, 15 de mayo de 2010

El triunfo de los infames


Consumada la venganza y abatida la pieza, lo peor de cada casa festeja. Sin disimulo. Poco importa que la paradoja como una profecía se haya cumplido y el juez Garzón se siente en el banquillo como único imputado por los crímenes del franquismo.
La de ayer fue una jornada triste. Aún siento la repugnancia, que sin embargo no me impide conocer y reconocer el paño de la derrota. El huevo presenta un agujero en su cáscara y la serpiente repta entre nosotros con una mueca en su boca parecida a una sonrisa y el mismo veneno del 36 en sus colmillos.
Con la ley en la mano, bordeándola, estrujándola, estirándola y buscando los atajos y resquicios, la extrema derecha, una parte considerable del PP, un juez supuestamente progresista apellidado Varela y el Tribunal Supremo han logrado su lugar en la galería de los horrores patrios y ya ocupan posición de privilegio en nuestra particular historia de la infamia. Algunos de ellos en realidad nunca abandonaron ese sitio, al que accedieron como herederos ideológicos o de sangre, o ambos, de los cómplices de la dictadura franquista; es decir, de los responsables de la ausencia y desaparición de los habitantes de fosas, pozos y cunetas.
Ayer en la Audiencia Nacional sonó un teléfono a las 13.20 horas para comunicar al juez Garzón que el círculo se había cerrado y que los verdugos exhiben condición de víctimas, a la par que cuelgan en sus salones la testa del magistrado.
Por eso y con la consciencia de que el juez fue siempre sólo una excusa, esta derrota debe contemplarse como algo momentáneo; como un golpe de mano a la democracia, que esta vez no debe ir más allá del revés en el camino de la recuperación de la dignidad y de la justicia. Hoy toca levantarse de nuevo y gritar más alto si cabe CONTRA LA IMPUNIDAD, frente al triunfo de los infames.
Foto: Despedida a Garzón, "Gesto de cariño", de Luis Sevillano, publicada en "El País", 14 de mayo de 2010.

miércoles, 21 de abril de 2010

El mapa de la memoria

Cuentan que los niños son crueles; por la inocencia y el desconocimiento. Pero cuando la crueldad proviene de un adulto no cabe ni una, ni otro. El adulto es cruel a conciencia, busca zaherir y no repara en medios para lograrlo. En ocasiones hasta gusta de hacerlo en público y no desdeña la oportunidad de exhibirse brindada por una ventana en un periódico.
Es el caso de Juan Manuel de Prada, quien escribía en ABC, el pasado sábado, 17 de abril de 2010, “Villarejeando” (http://www.abc.es/20100417/opinion-firmas/villarejeando-20100417.html), una columna en la que ponía a caldo al ex fiscal Jiménez Villarejo por su ardor oral en el ya célebre acto de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, haciendo uso en esa columna de su libertad de expresión, del mismo modo que lo hizo el ex fiscal en el citado acto.
Pero esa misma libertad de expresión no puede servir de coartada para atacar a Pasqual Maragall, ex alcalde de Barcelona y ex presidente de la Generalitat de Cataluña, por su asistencia a dicho acto, utilizando su condición de enfermo de Alzheimer.
Tengo la fortuna de haber nacido y vivido en Madrid. Ciudad que ha disfrutado de dos magníficos alcaldes, Carlos III y Enrique Tierno Galván. Al primero, lo conozco y reconozco como tal por eso de preservar la memoria a través de la historia (algo que curiosamente hoy muchos tratan de borrar o alterar), y al segundo, como administrado durante sus mandatos municipales. Ambos, con detractores y defensores, perviven en la memoria de los madrileños.
En Barcelona, Pasqual Maragall también pervive en la memoria de los barceloneses. Con aciertos y con errores como alcalde cambió la fisonomía de la ciudad y la subió a eso que algunos denominan el tren de la modernidad. De modo que no sería exagerado afirmar que la memoria de Maragall la constituye la propia ciudad condal y está abierta al mar.
El Alzheimer borra el mapa de la memoria de aquellos que lo padecen. Nunca el de los demás, que pueden transitar por las rutas de la memoria individual y colectiva. Aún a sabiendas de que nadie es ajeno a padecer esta enfermedad y por tanto, a ser testigo de cómo se desvanecen las líneas de los itinerarios de la memoria.
Jordi Solé Tura, uno de los padres de la Constitución de 1978, padeció también Alzheimer. El suyo era un mar de olvido, frente al cual la desmemoria de Maragall parece una laguna. Su hijo Albert Solé nos ha dejado un documental “Bucarest, la memoria pérdida”, por la “reivindicación de la memoria, de la dignidad y del propio orgullo”; un recorrido por la enfermedad de su padre. Tampoco el ex presidente Suárez ha escapado de este mal y su memoria habita ahora la tierra del olvido.
Prada, reconocido cinéfilo, haría bien en contemplar ese documental y reflexionar sobre lo innecesario de unir la crueldad a la enfermedad, devastadora por sí misma, para criticar a un Maragall republicano y federalista.
A veces es difícil sujetar la lengua al hablar, pero es sencillo contener la pluma al escribir, porque dar libertad a la pluma no es salvoconducto alguno para pasear por la infamia.
Foto: Pascual Maragall y Jordi Solé Tura, en un acto. Archivo de EFE.

martes, 7 de julio de 2009

A golpe de infamia

En Zelaya con zeta no hay rastro de poesía. Ni siquiera un verso. Y qué decir de Micheletti, que suena a neumático, a goma que mueve los tanques.
Pienso en el 11 de Septiembre de 1973. En Chile. Veo el asalto al Palacio de la Moneda y distingo la dignidad y la infamia.
En Zelaya con zeta y en Micheletti no aprecio dignidad. Tampoco en una parte de la Iglesia que una vez más, como en Chile, como en España y como en demasiados lugares, cede el palio a los usurpadores.
Los últimos días, tras el ruido de los sables y el sonido de las botas en el pavimento, oigo muchas voces y el ladrido de algún perro. Golpe de estado constitucional frente a golpe de estado militar. Enzarzados en un debate entre lo malo y lo menos malo, mientras la posibilidad de una democracia real en Honduras y en tantos otros países hispanoamericanos se diluye en los libros de historia.
Miramos a Lula y a Obama buscando la luz, pero una vez más las armas nos dejan a oscuras. Y en esa oscuridad, perdemos de vista la esperanza.