Mostrando entradas con la etiqueta ABC. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ABC. Mostrar todas las entradas

miércoles, 21 de abril de 2010

El mapa de la memoria

Cuentan que los niños son crueles; por la inocencia y el desconocimiento. Pero cuando la crueldad proviene de un adulto no cabe ni una, ni otro. El adulto es cruel a conciencia, busca zaherir y no repara en medios para lograrlo. En ocasiones hasta gusta de hacerlo en público y no desdeña la oportunidad de exhibirse brindada por una ventana en un periódico.
Es el caso de Juan Manuel de Prada, quien escribía en ABC, el pasado sábado, 17 de abril de 2010, “Villarejeando” (http://www.abc.es/20100417/opinion-firmas/villarejeando-20100417.html), una columna en la que ponía a caldo al ex fiscal Jiménez Villarejo por su ardor oral en el ya célebre acto de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, haciendo uso en esa columna de su libertad de expresión, del mismo modo que lo hizo el ex fiscal en el citado acto.
Pero esa misma libertad de expresión no puede servir de coartada para atacar a Pasqual Maragall, ex alcalde de Barcelona y ex presidente de la Generalitat de Cataluña, por su asistencia a dicho acto, utilizando su condición de enfermo de Alzheimer.
Tengo la fortuna de haber nacido y vivido en Madrid. Ciudad que ha disfrutado de dos magníficos alcaldes, Carlos III y Enrique Tierno Galván. Al primero, lo conozco y reconozco como tal por eso de preservar la memoria a través de la historia (algo que curiosamente hoy muchos tratan de borrar o alterar), y al segundo, como administrado durante sus mandatos municipales. Ambos, con detractores y defensores, perviven en la memoria de los madrileños.
En Barcelona, Pasqual Maragall también pervive en la memoria de los barceloneses. Con aciertos y con errores como alcalde cambió la fisonomía de la ciudad y la subió a eso que algunos denominan el tren de la modernidad. De modo que no sería exagerado afirmar que la memoria de Maragall la constituye la propia ciudad condal y está abierta al mar.
El Alzheimer borra el mapa de la memoria de aquellos que lo padecen. Nunca el de los demás, que pueden transitar por las rutas de la memoria individual y colectiva. Aún a sabiendas de que nadie es ajeno a padecer esta enfermedad y por tanto, a ser testigo de cómo se desvanecen las líneas de los itinerarios de la memoria.
Jordi Solé Tura, uno de los padres de la Constitución de 1978, padeció también Alzheimer. El suyo era un mar de olvido, frente al cual la desmemoria de Maragall parece una laguna. Su hijo Albert Solé nos ha dejado un documental “Bucarest, la memoria pérdida”, por la “reivindicación de la memoria, de la dignidad y del propio orgullo”; un recorrido por la enfermedad de su padre. Tampoco el ex presidente Suárez ha escapado de este mal y su memoria habita ahora la tierra del olvido.
Prada, reconocido cinéfilo, haría bien en contemplar ese documental y reflexionar sobre lo innecesario de unir la crueldad a la enfermedad, devastadora por sí misma, para criticar a un Maragall republicano y federalista.
A veces es difícil sujetar la lengua al hablar, pero es sencillo contener la pluma al escribir, porque dar libertad a la pluma no es salvoconducto alguno para pasear por la infamia.
Foto: Pascual Maragall y Jordi Solé Tura, en un acto. Archivo de EFE.

jueves, 5 de noviembre de 2009

El hombre infalible

Desconozco, y tampoco tengo interés en saberlo si adquirir el conocimiento supone que no hay marcha atrás, si existe la certeza de la muerte. Pero real, no intuitiva. Me pregunto si en alguna ocasión, previamente a la muerte, hay consciencia de ella. Y no me refiero a un infarto o a un malestar que irremediablemente llegue a ese desenlace. Ni mucho menos a un presentimiento o a un presagio, si no a la infalibilidad.
Supongo que andaba preguntándome estas cosas, porque los primeros días de noviembre son propicios para reflexionar sobre ellas e incluso darle vueltas a la cabeza sin demasiado rigor. Nunca me han gustado los cementerios, ni soy aficionado a necrológicas, por lo que, aunque consciente de lo que significa la fecha del 1 de noviembre porque en Andalucía se sigue la tradición, yo siempre preferí a Larra y su Día de los Difuntos y a Zorrilla y su Don Juan Tenorio.
Así que opto por pensar en las letras en detrimento de los difuntos, aunque en ocasiones, como ahora, sea imposible hacerlo, porque la muerte, caprichosa ella, ha querido llevarse a Francisco Ayala, 70 años más tarde de su visita al presidente de la República española y también hombre de letras, Manuel Azaña.
A sus 103 años, el escritor granadino decía que ya sólo esperaba la muerte; una espera que no le ha impedido mantener claridad y compromiso. Y según hemos sabido hoy, por boca de quien le asistía, fue consciente de que se moría, y en el preámbulo de la muerte fue su anunciador. Lo que implica certeza e infalibilidad.
Al conocerse la noticia, distintos periódicos han sido generosos en fotografías, biografía y panegíricos del autor muerto e incluso prolijos en la inserción de colaboraciones loando al finado. Entre estas últimas, algunas de sus propios amigos como Luís García Montero, abundaban palabras como lucidez, dignidad, ética, comprensión, conciencia… Así que yo también busqué una palabra para él: coherencia; de fácil teoría, pero de difícil práctica. Porque entre otras muchas cosas, Francisco Ayala fue un hombre coherente, en lo personal y en lo literario. Y al parecer, también infalible.
El hombre al que la muerte vino a buscar 70 años más tarde que al presidente Azaña ha merecido en la portada de ABC el título de “la conciencia del siglo”; una conciencia republicana, una conciencia del exilio, exenta de rencor, pero conocedora de quienes carecieron de cualquier conciencia durante 100 años. Qué paradoja la de ABC, reconocer la conciencia de un siglo y no querer reconocer a los herederos de aquellos que carecieron de conciencia y empujaron entre muchos otros a Francisco Ayala al exilio.
Ahora sus cenizas reposarán en Granada.


Foto: Krum Krumov / Fundación Francisco Ayala/ 19 03 2007.
El escritor durante la inauguración de la nueva sede de su Fundación, en el Palacete Alcázar Genil de Granada, en marzo de 2007.