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Hay algunos que cuelgan el cartel de militante de causas perdidas a aquellos que no renuncian a los sueños y no han perdido la capacidad de soñar. A la par que cuelgan esos carteles, hacen listas en las que agregan y tachas nombres y apellidos con la misma ligereza con que juzgan, sentencian y condenan a aquellos que no piensan como ellos. No distinguen entre la utopía y la quimera y no conocían más sueño que el del rey Midas. A ese único sueño, en un alarde de la miseria humana, han añadido otro instigados desde la caverna; el acoso y derribo del juez Baltasar Garzón.
Ayer no se les esperaba en el homenaje de apoyo al juez celebrado en la ciudad que habito. Pero sólo un ingenuo o un desinformado creería que no asistirían, aunque no lo hicieran a pecho descubierto y se agazaparan tras bolígrafos y micrófonos para vomitar después medias verdades en las ondas y en algunas páginas de diarios nacionales. Se les llena la boca de oficio y profesión, pero han renunciado a ellos por esa sí, una militancia activa al servicio de su señor.
Ni pueden, ni quieren entender que lo importante de ayer era el apoyo al juez y la defensa de unos valores universales, que ellos consciente o inconscientemente ayudan a socavar.
No han leído a Camus o a Flaubert (citados en el acto por Manuel Rivas) y hacen gala de su ignorancia y de su mala fe en cada línea que escriben y en cada frase que recitan como una plegaria ante el micrófono que “pagan” los mismos inductores de las querellas contra el juez Garzón.
Es cierto que hallaron la coartada perfecta en la puesta en escena del acto, pero no es menos cierto que no necesitaban de esa coartada, porque acudían al mismo con prejuicios e ideas predeterminadas con la única finalidad de deslegitimar los apoyos al juez y de paso, al mismo juez, como llevan haciendo desde hace ya demasiados años.
Una mala puesta en escena puede destrozar la mejor de las intenciones. No fue el caso, aunque aquí perviven a nuestro pesar los modelos de una época y un sistema educativo (fueron 40 años) y en esta provincia que habito da igual la inauguración de una exposición, la presentación del aforo de la cosecha de aceituna, la presentación de un libro o un acto de apoyo como el de ayer…. Primero, las autoridades, la alcaldesa de Jaén, el presidente de la Diputación provincial, la delegada del Gobierno andaluz, la alcaldesa de Torres, políticos, sindicalistas… los que no tenían qué decir, y en segundo lugar, los poetas locales (Molina Damiani, Amezcua y Negrillo), los representantes de asociaciones de la Memoria, los Juan Diego, Esteban Ibarra, Ana Rosetti, Cristina Almeida, Fanny Rubio, Manuel Rivas y Carlos Jiménez Villarejo, aquellos que además de tener algo que decir, merecen ser escuchados; del mismo modo que las cartas remitidas por el premio Nobel, José Saramago y su esposa, Pilar del Río, y por el rector de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Berzosa. Y junto a ellos, sentada en primera fila, Doña María Real, la madre del juez Garzón, la persona que sin duda está orgullosa de su hijo, de sus logros y del apoyo suscitado, pero que también debe sufrir como nadie la persecución a que está siendo sometido.
El acto fue un éxito. Igual que los distintos manifiestos redactados y suscritos en apoyo al juez Baltasar Garzón. La batalla ha comenzado y parece desigual, pero no por ello debemos perder la esperanza. Aquí estamos y ahora, la pregunta es sencilla, ¿qué más podemos hacer?
Foto: Marcos Gutiérrez Melgarejo, abogado y amigo del juez Baltasar Garzón, se dirige a los asistentes al acto celebrado ayer en la Institución Ferial de Jaén en apoyo de Garzón.