domingo, 28 de junio de 2009

Larga vida al Johnny

Leo, veo y oigo que el Johnny no desaparecerá. Y la buena nueva me satisface, pero también me provoca cierta indiferencia. Por lo que fue y por lo que no volverá a ser. Al menos para mí.
Asistí a algún concierto en el Colegio Mayor Universitario San Juan Evangelista de Madrid. No a demasiados, es cierto. Era un colegio mayor diferente, casi un lugar de culto. Jazz y flamenco eran las estrellas del Johnny en una época en la que el pop y el rock made in Spain de la llamada Movida se llevaban el gato al agua. Allí tocaron los grandes y entre algunos de aquellos conciertos recuerdo el de Stéphane Grappelli, una auténtica sorpresa, un tipo que hacía buen jazz con un violín.
El Johnny era un templo de la música en aquel Madrid de los 80, aunque su existencia se remontaba una decada atrás. Más comedido y contenido que otros lugares sacrosantos como Rock-Ola. Pero, un templo de la música. Por eso me satisface que perviva, pese a los aires que soplan desde hace algunos años por esa ciudad. Y me gusta que se mantenga como un centro de cultura, porque siempre ha sido un espacio para la cultura. Una luz para los estudiantes de la Complutense y aledaños y para cualquier persona que gustara de una actuación en directo, en un ambiente único. El sonido era discutible, pero la atmósfera que se creaba allí, sólo la habíamos visto en el cine; en la recreación de los garitos norteamericanos y franceses. Sólo que el Johnny no era un garito y eso le daba más autenticidad y sus propias señas de identidad.
La indiferencia viene provocada por el paso del tiempo. Hay muchos garitos, muchos lugares en Madrid que en su día ocupaban un trozo importante de nuestras vidas y que hoy han desaparecido. Del mismo modo que hay garitos y lugares a los que nunca hemos vuelto. Supongo que por diversos y variados motivos: los recuerdos, la edad, las ausencias… Ignoro si alguna vez volveré al Johnny. En esta vida todo es posible. Pero ya no será el mismo templo de antaño, ni la ciudad será la misma, ni yo tendré 20 años. Todo ha cambiado.
Aún así, larga vida al Johnny.


Fotografía descargada de la página web de la ASOCIACIÓN DE EXCOLEGIALES CMUSANJUAN, www.excolegialescmusanjuan.com.

sábado, 27 de junio de 2009

Vuelvo a Baeza


He vuelto a Baeza. La del Renacimiento entre olivos. La de Machado. La de los ochíos con pimentón. La de los virolos de hojaldre espolvoreados con blanca azúcar. La de la UNIA.
En tiempos en que un amigo virtual deambula entre la realidad y el delirio. En ocasiones tan cercanos. Yo abandono definitiva pero temporalmente la fila de los desheredados y paso a formar parte de la de los privilegiados.
Entre piedras. Hermosas piedras que dan forma a no menos hermosos edificios. Vuelvo, 4 años más tarde, a la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), a su sede de Baeza. Mi amiga Carmen, que siempre tiene un pensamiento para mí en mis malos momentos; no sólo se acuerda de mí, sino que dando muestras de su generosidad me regala además su amistad.
Del blanco al negro. Sin estaciones y sin matices. Me convierto en un privilegiado. No sólo por abandonar la fila de los desheredados, también por la amistad, si no por volver al Palacio de Jabalquinto. Uno de esos hermosos edificios construidos con hermosas piedras. Un lugar donde en un pasado no muy lejano hallé la paz. Donde mis demonios duermen, quizás abrumados por el peso de la historia y por la contundencia de los muros de piedra. Donde conviven los alumnos y docentes de los cursos de verano con las hornadas de turistas que visitan el edificio y se fotografían en él. Y donde esporádicamente he disfrutado del silencio; en un rincón del patio arcado con la fuente en el centro, entre la divisoria del sol y la sombra, contemplando los rayos del sol sobre el agua de la fuente y siguiendo con la mirada el vuelo de los gorriones hasta el pretil de la fuente, donde muere su vuelo y toman el agua en su pico para remontar de nuevo el vuelo.
Vuelvo a Baeza. Y eso es para mí un motivo de celebración. Ahora, escribiendo estas líneas, saboreó por partida doble: un güisquito y “El Arte del Sabor”, el primero es un Chivas, el segundo, una pequeña joya de Bebo Valdés, el pequeño gran Cachao y el inmenso Patato; y de cucharada Paquito D’Rivera. Y mientras celebro, recuerdo. Retrocedo en el tiempo 4 años.
Mi habitación daba a la fachada de la catedral. Durante unos días ondeó sobre su torre una bandera blanca. Pensé que se habían rendido. Juro que lo pensé. Y también, que debíamos ir a tomar posesión del templo. Pensé en una rendición sin condiciones. La aceptación de la derrota tras siglos de luchas. Pero me equivoqué. Debió ser un delirio. Esa bandera blanca formaba parte de una tradición que no recuerdo y coincidía con la visita del nuevo obispo de la provincia a la seo baezana. La realidad.
Entre los delirios, los deseos y la realidad, nuestra vida continúa. Con lo bueno y lo malo, con lo mejor y lo peor. Así vamos. Así nos va. Así me va.

miércoles, 24 de junio de 2009

Sin preguntas

Una vida sin preguntas implica una vida sin respuestas. Es fácil imaginar en numerosas situaciones cotidianas la necesidad de preguntar y obtener una respuesta. Qué decir cuando la pregunta es un instrumento básico para realizar un trabajo y se niega el uso de la misma.
Esto es algo que está sucediendo cada vez con más frecuencia en España. La comparecencia ante los medios de comunicación sin permitir preguntas al compareciente. Una moda peligrosa que escamotea al periodista el ejercicio de su profesión, la posibilidad de conocer más y sobre todo de contar más, no sólo lo que el compareciente quiere contar. A la vez se vulnera el derecho a saber más del resto de la sociedad.
Hasta la fecha sólo he visto denuncias tibias sobre el particular. Alguna recomendación de alguna asociación de periodistas y poco más. Y me sorprende. Me sorprende y me inquieta que los periodistas, individual y colectivamente, no se rebelen ante una especie de censura que afecta al buen ejercicio de la profesión; que los medios de comunicación actúen como meros altavoces de estos comparecientes, menospreciando el trabajo y el criterio de sus periodistas, y que la sociedad asista impertérrita a este ejercicio de medias lenguas y acepte el consumo de un mal producto.
Es como si compráramos un coche sin motor, un libro sin páginas, un disco que no suena o una barra de pan sin miga. Si lo hacemos una vez, hay excusa, vimos el exterior y cómo íbamos a pensar lo que nos encontraríamos, o mejor dicho lo que no encontraríamos, dentro. Si lo hacemos más veces, es preocupante; la reincidencia supone estupidez o conformismo. O las dos cosas.
Y si a nadie le gusta que le llamen estúpido o conformista, menos le debería gustar serlo.

lunes, 22 de junio de 2009

La quimera del fútbol

El fútbol y la política producen ceguera. En algunos casos la ceguera es sólo temporal, pero en otros, en demasiados, es permanente. Y lo preocupante es que no parece tener cura.
En la ciudad en la que habito ayer tocaba fútbol. El equipo local tenía la posibilidad de ascender a segunda división si ganaba el partido. Había empatado en el partido previo en cancha ajena y ayer con ganar por un gol de diferencia ascendía. No pudo ser. Tocó cruz.
En términos económicos, el ascenso del equipo hubiera supuesto para la ciudad un pellizco, según leí en la prensa local unos 600.000 euros. En el terreno de los sentimientos es difícil evaluarlo, aunque sin duda la euforia y la emotividad se habrían disparado.
Ayer poco o nada importaban la crisis económica, la falta de empleo en una ciudad y una provincia que ha dependido del monocultivo del olivar y de la construcción, sectores hoy en retroceso, el caos circulatorio o las altas temperaturas. Ayer era día de hipnosis colectiva. El campo a reventar, el corazón desbocado y los sueños reducidos a sólo un ensueño.
Cuando fui a comprar el periódico por la mañana en las calles ya se veía a grupos con banderas y camisetas del equipo local, a pesar de que el partido no comenzaba hasta las nueve de la noche.
Esta mañana, a la crisis, al desempleo y a las altas temperaturas se sumaba la frustración; la decepción. He ido a comprar el periódico y no se hablaba de otra cosa. He ido a tomar un café y no se hablaba de otra cosa. Y me temo que en cualquier punto de la ciudad al que vaya esta mañana voy a oír los mismos comentarios y voy a ver las mismas caras de chasco. Ante este panorama, como tantos otros me pregunto qué tiene el fútbol para provocar esta pasión, para subir al cielo o bajar al infierno en 90 minutos. Y sobre todo, ¿por qué la gente no se implica, no se compromete con otras cuestiones de mayor relevancia y que le afecta en aspecto fundamentales de su vida?

sábado, 20 de junio de 2009

Besar la lona

El boxeo está KO. Al menos eso parece si damos por bueno aquello de que lo que no se ve, no existe. Hubo un tiempo en que un campeón de boxeo, mundial o europeo, era una estrella. Hoy un campeón apenas es conocido en un pequeño círculo de profesionales y aficionados.
Hace un par de semanas oí en la SER a Javier Castillejo, “El lince de Parla”, defendiendo la práctica del boxeo. Castillejo es doble campeón mundial, además en dos categorías diferentes, superwelter y medio. Hablaba de un deporte duro, pero no violento. Dureza frente a violencia. Una demostración de que además de los guantes maneja con soltura el verbo.
Recuerdo que cuando era pequeño mi padre me llevó a alguna pelea vespertina en el Palacio de los Deportes de Madrid. Era el aperitivo previo a un combate importante, que yo por edad no podía presenciar. Tiempos en que nombres como Pedro Carrasco, Urtaín, Perico Fernández o Alfredo Evangelista, que llegó a pelear con Cassius Clay, no se confundían con los de un futbolista, un actor o un cantante de éxito.
Yo no soy un apasionado del boxeo, pero me gusta. No sólo por lo que es, por la puesta en escena de los dos púgiles en el cuadrilátero, sino por lo que ha representado, por lo que ha supuesto entre otros ámbitos para la cultura (literatura, fotografía, cine, pintura…). Y porque me parece una metáfora de la vida. De algunas vidas. Caer, besar la lona y levantarse para seguir encajando. Algunos logran mantenerse en pie, hacer bailar los pies, pero otros, vuelven a caer, vuelven a besar la lona.
No ha habido recreación del mundo del boxeo como la de las clásicas películas del cine norteamericano y la lista de actores que han dado vida a boxeadores es interminable: Errol Flyn, Kirk Douglas, Paul Newman, Robert de Niro, Russell Crowe, Denzel Washington, Will Smith y como no, hasta Silvester Stallone y su Rocky.
Cuentan que Hemingway y Picasso eran aficionados al boxeo. Como tal se reconoce el polifacético Gonzalo Suárez. Y el boxeo está presente en las obras de Eduardo Arroyo y Úrculo.
En la ciudad en la que habito hay dos hermanos con apellido de novela de García Márquez, los hermanos Buendía, apasionados por el boxeo. Raúl “Gordito” Buendía es boxeador y su hermano Jesús, es periodista y boxeador. Se han propuesto recuperarlo, así que han organizado varias veladas de boxeo, han montado un gimnasio y hasta una publicación, “Cutman”, que por la crisis se ha convertido en una página web. Incluso han creado el grupo “Cutman” en facebook: http://www.facebook.com/p.php?i=1071111902&k=SWD5YZUXTZ5M5JFCRG3YYQ
Comparten estos proyectos con un negocio de hostelería familiar con nombre evocador, “El Alambique”, y aún así, no se muy bien cómo sacan tiempo para alimentar su pasión. Supongo que con una dosis elevada de tesón y sacrificio, que me hace pensar en aquella expresión de “tipos hechos de otra pasta”.
Imagino que los hermanos Buendía no son únicos y que habrá muchos tipos como ellos, dispuestos a que el boxeo siga ocupando una parte importante de sus vidas y de las de otros, aunque de vez en cuando haya que besar la lona.
A mí me parece que la historia de estos hermanos y la de otras gentes son de interés para el resto de la sociedad; del mismo modo que pienso que el boxeo debería ocupar un espacio en la sección deportiva de los medios de comunicación, audiovisuales y escritos, del que en un alarde de hipocresía hoy no dispone.
El País es uno de esos medios de comunicación que no informa sobre el boxeo, pero al menos lo reconoce y no se esconde: “El periódico no publica informaciones sobre la competición boxística, salvo las que den cuenta de accidentes sufridos por púgiles o reflejen el sórdido mundo de esta actividad. La línea editorial del periódico es contraria al fomento del boxeo, y por ello renuncia a recoger noticias que puedan contribuir a su difusión”. Principios. Política Editorial 1.4. EL PAIS, Libro de Estilo, junio 1990.
A mí como lector de El País, viejo lector, me gustaría que cambiase esta política informativa, que además contrasta con la de otros medios del grupo Prisa, basta recordar que Canal Plus emitía combates de boxeo. Y también me gustaría que el resto de medios de comunicación que discriminan el boxeo, no lo hicieran, porque a pesar de lo que pueda parecer y puedan creer o desear algunos, lo que no se ve, también existe.
Ilustración: "Panamá", de Eduardo Arroyo

viernes, 19 de junio de 2009

Hortensia Bussi de Allende

Hortensia. Que bonita flor. ¡Y que mujer! Debe de ser difícil vivir a la sombra del mito. Debe de ser difícil compartir las ideas, los objetivos, los sueños y los anhelos. Debe de ser difícil ver como el otro se va, aceptar que el otro se va y tú quedas sola, defendiendo lo mismo por lo que murió el presidente allá en el 73, en un 11 de septiembre que habita en los rincones de nuestra memoria.
Hortensia Bussi representaba el legado del presidente Allende, pero también del hombre Salvador Allende. Y más, la dignidad, la esperanza, la solidaridad y no sólo en Chile y para Chile. El aliento del socialismo en el Cono Sur. Y también el testimonio contra los escuadrones de la muerte, contra las dictaduras de los militares a sueldo del vecino norteamericano… Y el recuerdo de tantos, Orlando Letelier, Carmelo Soria, Víctor Jara, Ignacio Ellacuría, Monseñor Óscar Romero…
Madres de mayo ante la argentina Casa Rosada y viuda de septiembre en el chileno Palacio de la Moneda y una causa común: verdad y justicia.
Hoy sabemos que la flor se ha marchitado, pero su esencia permanece.
Foto: EFE/Santiago, publicada en elmundo.es

jueves, 18 de junio de 2009

Seis meses y medio

Ese ha sido mi tiempo de cocción para hacer caldo. De gallina, por supuesto. Ese es el tiempo que ha tardado mi móvil en sonar para que al otro lado alguien me preguntara si estaba disponible. Y ese ha sido el tiempo de aplicación de la receta de la tranquilidad, del todo va ir bien, del seguro que vas a tener suerte y del que vas a encontrar trabajo pronto. Ignoro si seis meses y medio es mucho o poco tiempo. A mí me ha parecido una eternidad.
Pero sí, puedo decir que abandono la fila de los desheredados. Aunque es un abandono temporal. Un billete de ida y vuelta. Y aún así lo he comprado con los ojos cerrados y pienso disfrutar del viaje.
Me prometo a mi mismo no pensar, por lo menos durante un tiempo prudencial, en lo que ocurrirá cuando el viaje haya terminado. Me prometo no pensar en el reingreso, si nada o nadie lo impide, en la fila de los desheredados. Y no estoy seguro de poder cumplir esta promesa, pero tengo 3 meses por delante para intentarlo.
Después volveré para engrosar las estadísticas, para ser de nuevo un número frío y una excusa o un argumento para los jugadores de ventaja, para los que nunca pierden porque juegan la partida con las cartas marcadas y sólo apuestan las pertenencias de otros. Vida, trabajo, esperanza, miseria, en efectivo o en especie, da igual porque ellos siempre ganan. O al menos lo creen, mientras sueñan con un escenario de 5 millones de sin empleo.
No están para el drama, ni para el melodrama. Y su única tragedia es no reventar la banca con el 5, que además como todos sabemos, incluso ellos, tiene mala rima.