Islandia colapsó los medios de comunicación no ha mucho porque un volcán entró en erupción y esparció sus cenizas por el espacio aéreo europeo, creando un inesperado caos en el cielo.
Con anterioridad tuvo cierto protagonismo informativo, nada igualable a esas cenizas volcánicas, por contar con un gobierno formado sólo por mujeres. Pero hoy, este pequeño país sufre un apagón informativo, interrumpido apenas por fogonazos alojados en alguna página web y por alguna que otra aparición bien disimulada en las páginas de algún diario.
Islandia, donde las noches son más largas que los días y sin embargo nos muestra una lucidez envidiable, ha señalado a sus banqueros como inequívocos responsables de la crisis económica actual y les impide abandonar su país hasta que no paguen la cuenta de los desperfectos ocasionados.
Mientras en España, la izquierda se desangra ante las negativas expectativas electorales; aplaudiendo o criticando el anuncio de su actual presidente de no presentarse a la segunda reelección, debatiendo sobre la idoneidad de los posibles sucesores y alimentando torpemente la hoguera donde inmolar las presidencias de comunidades autónomas y las alcaldías de numerosos pueblos y ciudades.
Si los medios de comunicación erraron el debate sobre su futuro al centrarse en los soportes y despreciar los contenidos; la izquierda española no le va a la zaga y opta por discutir los nombres y apellidos, incluso el género, de quién ha de ser el nuevo number one, olvidándose de las ideas; de proyectos y propuestas que devuelvan el entusiasmo a sus decepcionados votantes.
Es difícil imaginar que en este país el poder político pida responsabilidades al poder económico. Más bien ocurre lo contrario y es más frecuente ver a banqueros como Botín “asesorando” a los sucesivos presidentes sobre qué deben hacer.
Del mismo modo que es difícil imaginar un cambio del sistema mundial, porque a pesar del estruendo originado por la crisis y de la propia crisis, sólo los más atrevidos hablan de un cambio, basado en las anteriores grandes depresiones económicas, cuando en realidad lo que predicen es un desplazamiento de los núcleos de poder, de América a Asia, de Estados Unidos a China.
Poco o nada se espera ya de la vieja Europa. Preocupada en ser la suma de países, en lugar de ser una unidad. Y aún así, el logro de esta utopía moderna en Islandia, que paguen la crisis los que la originaron y no sus principales damnificados, se silencia. Por miedo al contagio.
Que el pensamiento fluya más allá de las fronteras provoca más terror en los gobernantes y los aspirantes a gobernar que el desplome de los mercados. Piensen por un momento en un político español de izquierdas postulándose como sustituto del actual presidente y anunciando que pasará la factura de la crisis para su cobro al citado Emilio Botín, a Francisco González, Isidro Fainé, Braulio Medel o a políticos metidos a banqueros como Rodrigo Rato. Y que de no pagar, España, igual que Islandia, sería una hermosa jaula.
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