martes, 26 de abril de 2011

Sueños de revolución

Lampedusa lo dejó escrito en su “Gatopardo”, la necesidad de que todo cambie para que todo siga igual. Y esa es la sensación que producen las revoluciones. Se conmemora un nuevo aniversario de la portuguesa y algunos recuerdan con nostalgia la imagen más hermosa de una revolución, los claveles descansando en la boca de los fusiles.
Las denominadas revoluciones de los países árabes, en particular las de Túnez y Egipto, recuperaron del imaginario dormido esa instantánea, con nuevas flores callando una vez más los viejos cañones, y despertaron la nostalgia de los sueños perdidos en la vieja Europa.
Hubo otra revolución luminosa, tan hermosa pero no tan estética como la portuguesa, al otro lado del Atlántico. La revolución de los barbudos. Y hubo, hay y habrá anhelos de libertad, como motores de esas revoluciones pasadas y venideras. Libertad, una de las grandes palabras que a pesar del manoseo no ha perdido su significado; una conquista permanentemente pendiente.
Revoluciones que mueren al triunfar y dejan el poso del ideal. El alimento de los perdedores, aquellos que no se resisten a dejar de soñar y a creer que otro mundo es posible: ese en el que todo cambie para que nada siga igual.

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