Uno cree en lo que quiere creer. Debería ser así, aunque muchas de las creencias son impuestas en el ámbito familiar o simplemente, inducidas desde la infancia. Y por ello no es extraño que haya quien mantenga la creencia hasta el final de sus días. Porque hasta creer que uno no cree en nada es una forma de creer.
De algunas creencias es tan fácil prescindir como aceptar la demostración empírica de que no son posibles. De otras cuesta escapar y hay quien voluntaria y placenteramente se encierra en ellas.
De igual manera que hay quien se obstina en hacer de la vida un perenne acto de fe y una búsqueda de acólitos para esa creencia. Y quien empeña la suya en huir de esa creencia y de sus seguidores.
Así que una parte de nuestra vida, o quizás toda nuestra vida, se reduzca al hecho en sí de creer o no creer. Que la tierra es redonda, que es ovalada o que no existe. Si no existe, da igual que sea redonda u ovalada. Y si existe, ya saben, la división está entre los que defienden que es redonda y aquellos que saben que es ovalada.
En el Sur, en esta semana que ahora acaba, nos juntamos ambos para mirar al cielo. Y unos vemos la luna, y otros, el dedo. Y sí, también están los que no levantan la vista del suelo.
De algunas creencias es tan fácil prescindir como aceptar la demostración empírica de que no son posibles. De otras cuesta escapar y hay quien voluntaria y placenteramente se encierra en ellas.
De igual manera que hay quien se obstina en hacer de la vida un perenne acto de fe y una búsqueda de acólitos para esa creencia. Y quien empeña la suya en huir de esa creencia y de sus seguidores.
Así que una parte de nuestra vida, o quizás toda nuestra vida, se reduzca al hecho en sí de creer o no creer. Que la tierra es redonda, que es ovalada o que no existe. Si no existe, da igual que sea redonda u ovalada. Y si existe, ya saben, la división está entre los que defienden que es redonda y aquellos que saben que es ovalada.
En el Sur, en esta semana que ahora acaba, nos juntamos ambos para mirar al cielo. Y unos vemos la luna, y otros, el dedo. Y sí, también están los que no levantan la vista del suelo.
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