Andan revueltos los oros, las platas y los bronces. Y el podio tiende a transformarse en un tobogán. Los deportistas españoles más laureados están en entredicho. Algunos sancionados por dopaje, otros a la espera de confirmarse sanción y un número indeterminado bajo el paraguas de la sospecha. La presunción de inocencia comienza a ser algo tan imperceptible como los segundos que separan la gloria del fracaso. Así que habrá víctimas inocentes, cuyos cadáveres ya están expuestos en la plaza pública y que en el futuro tendrán que compaginar sacrificio y esfuerzo con el estigma del fullero. Siempre hay víctimas inocentes y el deporte no es una excepción. Cualquier victoria despertará la duda y cualquier medalla parecerá de plomo.
Descubrimos, aunque más bien es una confirmación, que algunos hacían trampa; se dopaban para triunfar. Y eso es difícil de comprender en una sociedad que se dopa para vivir. Sin distinciones entre galgos y podencos, liebres y tortugas o cigarras y hormigas; y también sin aspiraciones de retar al viento o coronarnos con laurel. Sólo para sobrellevar el día a día o para acompañar el tiempo de ocio. Dopaje con sustancias legales, fáciles de adquirir en la tienda de la esquina o en la misma esquina. Las mismas que en ocasiones nos hacen acariciar el éxito y en otras, desnudan nuestra derrota.
Quizás sea cierto el cuento sobre aquel tipo que se dopaba para crear y fue devorado por sus propias creaciones. Aunque yo me creo más éste de otros tipos que buscan la gloria por encima de la ley y a través de atajos para garantizar patrocinadores y espectáculo. Universal y común, reconocible incluso más allá del deporte.
Descubrimos, aunque más bien es una confirmación, que algunos hacían trampa; se dopaban para triunfar. Y eso es difícil de comprender en una sociedad que se dopa para vivir. Sin distinciones entre galgos y podencos, liebres y tortugas o cigarras y hormigas; y también sin aspiraciones de retar al viento o coronarnos con laurel. Sólo para sobrellevar el día a día o para acompañar el tiempo de ocio. Dopaje con sustancias legales, fáciles de adquirir en la tienda de la esquina o en la misma esquina. Las mismas que en ocasiones nos hacen acariciar el éxito y en otras, desnudan nuestra derrota.
Quizás sea cierto el cuento sobre aquel tipo que se dopaba para crear y fue devorado por sus propias creaciones. Aunque yo me creo más éste de otros tipos que buscan la gloria por encima de la ley y a través de atajos para garantizar patrocinadores y espectáculo. Universal y común, reconocible incluso más allá del deporte.
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