viernes, 28 de enero de 2011

Recuerdos

A veces no es bueno andar metiendo la mano en el corazón y removerlo. De igual manera que tampoco lo parece hurgar en la cabeza, casi escarbando, para hacer inventario de lo allí almacenado. Y aún así, hay quien no puede evitarlo.
Los recuerdos forman parte de la memoria, generalmente selectiva, y además son el mejor activo contra el olvido, consciente o involuntario. También son una montaña bajo nuestros pies, sedimentada durante el tránsito de la vida y siempre amenazando con tambalearse.
Y pese a esa amenaza y a las previsibles consecuencias de retornar, al menos con la mente, al pasado, hay quien remueve en el corazón y hurga en la mente; recorriendo las estancias cerradas y adentrándose en los territorios donde habitan ángeles y demonios.
Es como el estigma de los pilotos suicidas. Las huidas hacia delante que nos impiden avanzar y erosionan, ¡y de qué manera!, a aquellos que practican esa especie de arqueología interior, excavando en las entrañas para recrear un tiempo ya vivido y especular con un futuro inviable, devorado por ese mismo tiempo ahora recreado. Entonces, los recuerdos se convierten en sueños y ambos caminan por el sendero de lo intangible. Y el hoy, casi sin darnos cuenta, se convertirá en los recuerdos del mañana.

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