miércoles, 25 de enero de 2012

Principios y valores

Los bancos son nítidos ejemplos de la pérdida de determinados valores; por supuesto, los ajenos a la práctica contable. Llueve sobre mojado, pero no escampa. Y a lo que se ve lo de ir “ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar”, que brotara del manantial sereno de Antonio Machado, no atañe a los consejeros delegados de estas entidades financieras. Como se desprende de la millonaria jubilación que recibirá Francisco Luzón, consejero del Santander; al menos 55,95 millones de euros, a los que se suman otros 9,93 millones de otros seguros.
Según manifestó el propio Luzón, el pasado 21 de junio durante su investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Castilla-La Mancha, "En el momento de la despedida me gustaría dejar un mensaje final muy simple: hay que viajar, sí, pero llevando una mochila llena de principios y valores. Y entre ellos, quizá el más importante, sea el del esfuerzo y la autoestima".
A lo que se ve también, olvidó mencionar que el esfuerzo y la autoestima tienen una elevada tasación si tales condiciones se manifiestan en un consejero de una entidad financiera y que la mochila repleta de supuesto principios y valores es más fácil de cargar si uno lo hace con el riñón bien forrado.
En asunto de jubilaciones e indemnizaciones por los servicios prestados en las entidades financieras no es la primera vez, ni será la última, que tengamos noticia de que esos servicios se agradecen con una cifra seguida de muchos ceros. Una práctica habitual, por supuesto legal, pero de difícil encaje en lo que a la moral se refiere; en particular, en la época actual.
Con una cifra oficial de más de 5 millones de desempleados, con reducciones salariales a los trabajadores dependientes de las administraciones, con impagos de varios meses en empresas privadas a sus asalariados, con sueldos por debajo de los mil euros, con descabelladas propuestas de mini trabajos con sueldos liliputienses y con recortes en las prestaciones sociales es difícil entender que las entidades financieras, piezas fundamentales en la fabricación de esta crisis económica, no sólo perciban dinero público con el que cuadran y maquillan sus balances, sino que además se permitan “premiar” a sus directivos con cantidades mareantes mientras el país se desangra. Y resulta más hiriente si cabe cuando esos directivos proceden de empresas públicas, en el caso de Luzón de Argentaria, cuya privatización ha contribuido a la debilitación del Estado, dentro y fuera de nuestras fronteras, y a una merma de sus recursos económicos y sociales.
Del mismo modo que la Medicina, en líneas generales y con excepciones, ha ido desprendiéndose del componente humanista, las entidades financieras no sólo no lo contemplan, sino que no han tenido reparos en amputar además a las personas su condición humana para mutarlas en meras cifras. A su entender, una concepción más acorde con el negocio que les ocupa, en consonancia con la cuenta de resultados, réditos y estadísticas y por supuesto, con esa mencionada práctica contable y la máxima de hacemos negocio, no caridad.

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